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Las bayonetas y dos constituyentes

La noche del 25 de octubre (7 de noviembre, de acuerdo al calendario ruso entonces vigente) de 1917, Lenin sale de su escondite clandestino en un barrio de Petrogrado y se traslada al Palacio Smolni, donde se reunía el II Congreso Panruso de los Soviets, mientras las fuerzas bolcheviques ocupaban los edificios públicos y controlaban la guarnición militar y la flota del Báltico anclada en Kronstad. Es asaltado el Palacio de Invierno (antiguo palacio de los zares), sede del Gobierno Provisional, el presidente Kerenski huye, y a las 2 horas y 10 minutos de la madrugada del 8 de noviembre se constituye el nuevo gobierno con el nombre de Consejo de Comisarios del Pueblo, presidido por Lenin.

Lenin, días después de haber tomado el poder, dictó un decreto fijando el 25 de noviembre para las elecciones a una Asamblea Constituyente, lo que había reclamado desde cuando estaba en el exilio. De un total de 41 millones 686.000 votos, los bolcheviques obtuvieron menos del 25% y 175 diputados, en tanto que los socialistas-revolucionarios (un socialismo democrático moderado) alcanzaron una clara mayoría absoluta de 370 diputados. Reunida la Constituyente el 18 de enero de 1918, fueron derrotadas las propuestas de los bolcheviques de refrendar todos los decretos revolucionarios y reconocer la primacía de los soviets sobre la propia Constituyente. Al día siguiente, 19 de enero, cuando los diputados volvían a la reanudación de la sesión parlamentaria, encontraron que el edificio de la Asamblea (Palacio Tauride) estaba rodeado militarmente y se les impedía el acceso. Ese mismo día, 19 de enero de 1918, la Asamblea Constituyente quedó disuelta por decreto, y Lenin dijo, contrariando lo que se había expresado en las elecciones, “ahora vamos a hacer la voluntad del pueblo que es: todo el poder para los soviets”. Las bayonetas en esa oportunidad sirvieron para respaldar el cierre de una Asamblea Constituyente que era adversa al régimen.

En Venezuela, una dictadura que no tiene ni de lejos la prosapia histórica de la dictadura bolchevique, se ha instalado una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) para aplastar una Asamblea Nacional que el pueblo había elegido con el voto arrollador del 6 de diciembre de 2015. La ANC, engendro convocado con violación de disposiciones de la Constitución y elegido con votos fantasmas denunciados por la propia empresa (Smartmatic) que daba soporte tecnológico al CNE, usurpa la sanción de leyes y la aprobación de contratos de interés público, atribuciones que solo corresponden a la Asamblea Nacional. Por si fuera poco, también ha tenido la insolencia de exigir que gobernadores electos se juramenten ante su espuria autoridad, lo que ha concitado el repudio de los que somos la mayoría de los venezolanos. En este caso, las bayonetas no cierran, sino que apoyan, para que siga abierta, una Asamblea Constituyente fraudulenta bajo el paraguas de otra dictadura.

En Rusia, la fuerza cerró una Constituyente, en Venezuela sostiene a otra para que siga abierta. Como diría Talleyrand o Napoleón, no se sabe, las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas.

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