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Las cosas claras

Alfredo Maldonado 

Todo el mundo tiene una cara positiva y una negativa, ni una ni otra tienen por qué gustarnos o no, lo que cuenta es que sean reales, y lo reconozcamos. Usted puede percibir, por ejemplo, al Papa Francisco I como comunista y procastrista o al menos propenso, pero la Iglesia venezolana, que lo sigue y lo obedece, no sólo no lo es, sino que ha sido por años una dura opositora al régimen venezolano y una firme guía de la ciudadanía en defensa de la democracia, la libertad y la restauración del país.

Puede que los diálogos suenen a ilusión extranjera y algunos los califiquen como ingenuidades opositoras frente a trampas oficialistas, tiene que haber una posición dispuesta a ver y reconocer lo bueno y a vigilar y rechazar lo malo. La comida alienta y satisface, demasiada comida engorda y mata por infarto, poca o ninguna mata por desnutrición. La electricidad mantiene luz en las noches, pero también puede hacer daño de un corrientazo.

El camino de respaldo y ayuda complaciente y politiquera a los ciudadanos que se siguió durante cuarenta años mucho logró pero también se agotó, como los partidos políticos que lo crearon, desarrollaron y mantuvieron pero nunca supieron renovarse y se desgastaron. El camino que llevamos durante los últimos veinte años floreció rápidamente y con la misma rapidez se desinfló, no tenía sustancia sino apariencia, no tenía conciencia sino ambiciones.

Ya el país no da más porque sus caminos se han venido agotando uno tras otro y sólo tenemos una ruta a seguir. Ir adelante creando un país nuevo sin la cara perjudicial, negativa. La conocemos muy bien, en todos sus aspectos, la que tenemos que analizar y planificar en detalle, para no volver a caer en viejos engaños y errores, es la cara positiva. La buena cara, justamente por buena, es fácil de prever pero compleja de realizar. Es como aquello de que todos los santos son caritativos, pero no todos los caritativos alcanzan la santidad, o como que la Iglesia protege a los pobres pero ni los pobres tienen que ser rezanderos ni los párrocos dirigentes políticos ni la pobreza una resignación.

Muchos ricos lo llegan a ser justamente porque no se resignan a la pobreza, mientras demasiados pobres son bultos resignados y sin más iniciativa que ir donde les digan y extender la mano para que les den.

Jesús dijo que sobre esa piedra que era Pedro edificaría su iglesia, pero no dijo que la Iglesia sería la dueña de Pedro, a ver si nos entendemos. Son dos caras diferentes, dos perspectivas, una de triunfo y la otra de aceptar lo que venga.

Lo claro es que nadie regala –hacer caridad es ayudar, que es diferente- y lo que uno compra con dinero que ha ganado se aprecia más, que no importa si el Papa es comunista o no, lo que cuenta es cómo se comunica uno con Dios, que no por mucho dialogar se entiende la gente, pero conversar cara a cara en un comienzo antes de rompérselas mutuamente, se dialoga con Dios, con delincuentes, con amigos, con socios, con quien usted quiera, lo que cambia es qué tiene para respaldar su parte del diálogo, una estampita de la Virgen de la Concepción o una granada de mano.

El diálogo es el mismo, lo que cambia es el peso de cada dialogante. Y diría uno que cada día que pasa Guaidó tiene más y Maduro y sus cómplices menos, que para unos el camino se alarga y para otros el precipicio se acerca.

Las dos caras de la misma realidad.

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