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Las sanciones canadienses

Las sanciones impuestas contra cuarenta funcionarios chavistoides por el gobierno canadiense, han lógicamente provocado la consabida alharaca del régimen.

Lo primero que hay que decir es que las medidas han tocado el bolsillo, punto absolutamente sensible de la pandilla gobernante. En efecto, las medidas canadiense son de carácter crematístico, congelan activos y prohíben actividades económicas con los  cuarenta que figuran en la lista o con sus testaferros, lo que no deja de traer al espíritu, hasta por el número, el  ciérrate sésamo de uno de los famosos  cuentos de las Mil y Una Noches.

La prohibición incluye transacciones, prestación de servicios financieros o disposición de mercancías, pero también se establecen excepciones, entre otras,  el pago de pensiones, los recursos para el funcionamiento de misiones diplomáticas y los fondos para que las personas de la lista las cuestionen legalmente.

Así pues, las sanciones no son al país sino  a las personas de la lista; sin embargo, no deja de ser curioso constatar que el pronunciamiento de la Casa Amarillista para rechazarlas, mencione su carácter económico solo una  vez, de manera tangencial,  para enfatizar una supuesta  maniobra política.

Cualquiera pudiera pensar que un Comunicado Oficial de la Cancillería para responder a sanciones personales, pretende utilizar precisamente elementos políticos para encubrir actos de corrupción de chavistoide, que no pueden explicar sus activos millonarios en divisas.

Es vergonzoso observar como  en  el Comunicado se alega que las sanciones vulneran el principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados y socavan la paz y la estabilidad social debida a la Constituyente. Estas falacias son particularmente ominosas, cuando es público y notorio que los chavistoides inclinan la cerviz ante sus tutores cubanos, le entregan a jirones la soberanía del país y quieren imponer, contra viento y marea, una asamblea de gente de su  propio  partido, para saltarse a la torera la surgida del voto de los venezolanos.

Siempre hubiese sido preferible rebatir las sanciones  con  la transparencia patrimonial que las hiciese rodar por tierra frente al mundo entero, pero ¿Cómo justificar origen y monto de tanta riqueza mal habida?

En tales circunstancias no es sorpresivo que recurran al papel de inocentes víctimas, que se escuden en lo político y esgriman posiciones principistas; pero parecen olvidar que para dar credibilidad a su alegato, es necesario tener ética, factor indispensable para sustentar  principios, sin la cual quedan reducidos a simples referencias esporádicas y vacías, para utilizar cuando así lo aconsejen  las circunstancias.

La comunidad internacional  es consciente que los chavistoides ya no reflejan el sentir del  pueblo venezolano y mucho menos su idiosincrasia. Nunca les hubiera causado tanto escozor una eventual sanción moral del Vaticano,  pues al respecto son más refractarios que a las  luces, a pesar de ser hoy más necesario que nunca, practicar el pensamiento de nuestro Libertador, expresado  en Angostura hace casi dos siglos.

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