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Las sanciones y el fin de la mentira oficial

Brian Fincheltub

En los últimos meses se había profundizado en boca de la elite en el poder el discurso según el cual la mayoría de nuestros males, por no decir todos, eran consecuencia directa e inmediata de las llamadas “sanciones” impuestas por los Estados Unidos y la Unión Europea a funcionarios venezolanos. “Tenemos tantos millones bloqueados que no nos permiten comprar alimentos” decía un alto funcionario en rueda de prensa hace unos días. “No es posible comprar medicinas, no porque no hay dinero, sino porque lo tenemos represados por las sanciones” le gritaba un director de un hospital en Caracas a los médicos que protestaban por sus dramáticas condiciones de trabajo. Un guión bien montado que buscaba despojarlos de toda responsabilidad del drama nacional, un guión de sello castrista.

Pero como el padre que mata a su propia criatura, esta línea discursiva sufrió un grave golpe esta semana y esto fue posible gracias a uno de sus autores principales: el régimen cubano. Resulta que en medio de la peor crisis de nuestra historia, donde los niños mueren de hambre, los enfermos de mengua y millones escapan, nos tocó ver y leer con asombro -todavía es posible asombrarse- cómo desde los medios públicos se anunciaba con gran jolgorio y alegría el envío de doce toneladas de ayuda humanitaria a Cuba. Repetimos, 12 se lee doce. Un contingente que incluía comida, medicamentos y demás enseres que cualquier población venezolana sumida en el hambre y la destrucción del socialismo habría recibido con júbilo, como quien ve llegar un salvavidas en medio de un mar de ruina.

Parece ser que esto confirma que los únicos que sancionan al pueblo venezolano son lo que ahora controlan las riendas del Estado. Sanciones que a diferencia de esas que la comunidad internacional impone a personalidades concretas, no discriminan y se aplican a treinta millones de venezolanos por igual. El criterio sin duda es administrar la miseria otorgando premios o castigos a un pueblo domesticado con el hambre.

Si antes el cuento de las sanciones no se sostenía, considerando que nuestra crisis se debe a un modelo que comenzó a hacer aguas muchos años atrás, después de esta semana son pocos los que sigan cayendo en la trampa, al menos que vivir bajo engaño sea una elección personal y no el resultado de una campaña de baja manipulación. Estoy seguro que la mayoría estamos claros quién está contra nosotros y quiénes con la democracia venezolana.

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