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Las tentaciones del diablo

Carlos Canache  Mata

El viernes de la semana pasada, en la ceremonia de ascenso de 2.000 oficiales, el Ministro de Defensa, general Vladimir Padrino López, hizo la exhortación de que “no nos dejemos quebrantar por las tentaciones del diablo que siempre andan por allí tratando de socavar la integridad moral”, ya que, según afirmó, el diablo está “tocando a las puerta de los oficiales para quebrar su lealtad al presidente Nicolás Maduro”. Posiblemente el ministro, antes de pronunciar sus palabras, había buscado una inspiración bíblica leyendo al evangelista San Lucas cuando relata que Jesús, durante los cuarenta días que estuvo en el desierto, fue tentado por el diablo a probar que era el Hijo de Dios, pidiéndole que convirtiera en pan una piedra y ofreciéndole todos los reinos de la tierra si se postraba ante él, y luego, habiéndoselo llevado a la parte alta del Templo de Jerusalén lo incita a precipitarse hacia abajo  porque los ángeles de Dios,  para proteger al Hijo,  “en las manos te tomarán”. Jesús rechazó las tentaciones del Diablo y así probó su divinidad.

El ministro Padrino no le pidió milagros a los oficiales, sino que los advirtió  de que “en estos momentos de dificultades y de grandes complejidades, las tentaciones están allí, a la esquina” para ver “quién dobla las rodillas”. Sin duda alguna, las “dificultades” mencionadas por el general se referían al colapso de la economía nacional con sus cinco años de recesión, una hiperinflación galopante a una tasa que el FMI estima en 2.500.000% para este año y que se potenciará con las nuevas medidas anunciadas la semana pasada, una moneda que se devalúa a diario, un salario con su poder adquisiitivo pulverizado, una escasez de alimentos y medicinas que se traduce en lamentables y evitables resultados letales, un déficit fiscal importante (18% o más del PIB) que se financia monetariamente con emisión de dinero sin respaldo por el BCV, el número de hogares pobres por insuficiencia de ingresos que subió de 87 a 94% entre  la Encovi 2017 y la Encovi 2018, un control cambiario y de precios que desde el año 2003 asfixia a la econmía venezolana, el distanciamiento cada vez mayor entre la tasa Dicom y el dólar paralelo que luce imparable, el hambre rondando a lo largo y ancho del territorio nacional, una diáspora que desangra al país, una deuda externa que nos lleva a defaults selectivos, y nuestra principal industria, PDVSA, produciendo, según la OPEP, 1,1  millones de barriles diarios de petróleo en el mes de octubre (antes del inicio de la hecatombe chavista, producíamos 3 millones 500.000 barriles diarios).

Este patético y apurado resumen de la realidad  nacional, al que se suma la crisis política con la abolición de la democracia y del Estado de Derecho, es lo que hace temer al ministro Padrino López que las tentaciones del diablo están a la vuelta de la esquina, sin tener seguridad de cómo actuarán los que son tentados. Las piedras no se convertirán en panes, ni habrá salvavidas para las caídas desde lo alto. La dictadura pareciera complacerse en reincidir en sus políticas fracasadas al no dar señales de rectificación. El diablo anda suelto, los detentadores del poder se asustan, y  Venezuela decidirá qué hacer.

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