El EditorialOpinión

¿Llegó la hora de un nuevo grupo de Contadora?

En la década de los ’80, Centroamérica estaba desgarrada por luchas intestinas que reflejaban, a nivel local, el enrarecido clima de la Guerra Fría. Nicaragua, El Salvador, Guatemala y en cierta medida Honduras, eran escenarios sangrientos de guerra, en los que unos enarbolaban las banderas de una izquierda procastrista y otros la de la libertad proamericana.
Ante esas circunstancias que amenazaban con propagarse a otras regiones del continente americano, algunos recordaban las palabras del Che Guevara con las que auguraba crear dos, tres… muchos Vietnam.
El gobierno de México, en ese entonces presidido por Miguel de la Madrid, invitó a Colombia, Panamá y Venezuela a constituir un grupo para tratar de resolver la crisis centroamericana y lograr la paz en la región. Esa iniciativa se concretó el 7 de enero de 1983 en la isla de Contadora, Panamá y allí surgió el llamado Grupo de Panamá, que fue un factor esencial en la articulación de un proceso de paz y de reconciliación, que puso fin a los conflictos bélicos con el Acuerdo de Paz de Esquipulas.
Hoy pareciera que, ante la falta de acuerdos o de soluciones definitorias a la crisis humanitaria, política, económica y social por la que está atravesando Venezuela, algunos países estarían contemplando la posibilidad de articular mecanismos políticos para convencer, o incluso imponer fórmulas, con miras a solucionar la crisis venezolana.
Evidentemente, eso aún no se ha materializado, pero iniciativas abundan como las que llevan a cabo, subrepticiamente, el actual gobierno español, el lenguaje adoptado en el último encuentro del Consejo de Europa, la declaración del Grupo de Lima rechazando la intervención armada o la reciente visita al país del presidente de la comisión de relaciones exteriores del Senado de EEUU.
Si bien no son, aparentemente o sustancialmente, acciones combinadas, si muestran una preocupación por encontrar mecanismos para destrabar la preocupante situación en Venezuela que cada día empeora y que pone en riesgo la seguridad regional.
La principal dificultad hoy para encontrar una solución adecuada y definitiva a la crisis de nuestro país es la profunda división existente entre, no solo los integrantes de la oposición sino también, la tal vez menos visible pero igual de real, división del régimen.
Sea cual fuere el camino definitivo para solucionar la catástrofe actual que nos hunde cada día más, tenemos que pensar todos, con optimismo, que a pesar de las aparentemente infranqueables dificultades, la historia nos señala que siempre hay una luz al final del túnel y que, como en el mito de la caverna, está en nosotros creer en ella y buscarla.
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