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Los Arquetipos Venezolanos

Juan Briceño-Burelli

Confunden con rebuscadas tesis quienes alegan que la tolerancia es caldo de cultivo para las aberraciones humanas. Nada es más falso que esta declaración. Por tolerancia, tales individuos entienden el entreguismo moral. He aquí la confusión.

En el actual contexto político venezolano resulta de inmensa relevancia resaltar la ancha línea que separa la actitud tolerante de la entreguista. Hoy, la oposición venezolana se encuentra claramente fraccionada en base a estas dos distintas corrientes.

Tanto los tolerantes como los entreguistas condenan la intolerancia del régimen y exigen su cese, pero sus estrategias para acabar con la tiranía difieren substancialmente. Por una parte está el arquetipo tolerante, representado por el individuo que rechaza el diálogo con el gobierno como estrategia para forzar una transición política. Por otra parte está el arquetipo entreguista, representado por el individuo que avala dicho diálogo.

Pero qué implica realmente una actitud tolerante? Y una intolerante? En qué se diferencian de la actitud entreguista? Entender la diferencia de estas tres corrientes presentes en el contexto político venezolano representa paso fundamental para crear una estrategia que, moralmente justificada, pueda forzar el cese de la intolerancia, y así forjar las bases de una sociedad libre.

El tolerante

Foto: Referencial

También conocido como el buscador de la verdad. El tolerante es aquel que valora a la razón. Se caracteriza por su humildad, ya que su sed de conocimiento lo hace ver que le falta mucho por entender. La humildad en el tolerante lo concientiza de que solo abriendo las puertas de su mente, puede él permitirle paso a la razón que tanto valora.

Escucha con presunción de buena fé. El tolerante no está a la defensiva; no asume inmediatamente lo peor de lo que el otro le dice. Al contrario, da oportunidad para el amplio desenvolvimiento de la conversación. Si no entiende algo, el tolerante lo pregunta.

A pesar de que está dispuesto a cambiar su opinión en base a la razón, el tolerante también está dispuesto a debatir las diferencias en aras de la razón. Puede identificar tanto a quien busca la verdad, como a quien se cree dueño de la verdad. No se acobarda ante las amenazas irracionales de los intolerantes. El tolerante tiene la valentía y honradez de desobedecer al tirano en defensa de la razón.

El intolerante
También conocido como el dueño de la verdad. El intolerante es aquel que calla a la fuerza a quienes ofenden su ideología. Se caracteriza por su arrogancia, ya que presume con cinismo cómo su ideología ha dado con todas las respuestas. La falta de humildad del intolerante inunde en él actitud rígida que prohíbe paso a la rectificación.

Escucha solo a quienes se atañen a su ideología. El intolerante no acepta razonamientos que cuestionen su raciocinio, ni por más lógicos que sean. Todo lo contrario. Está a la defensiva y asume lo peor de lo que su contraparte argumenta. Por ejemplo, un intolerante de izquierda escucha decir a un civil que “es de derecha”. Sin más que escuchar, el intolerante de izquierda lo tildará de fascista, misógino e imperialista.

Y es que la tolerancia resulta difícil para el guardián de una ideología debido a su fragilidad psíquica. El intolerante crece bajo un manto de sobreprotección, por lo carece de piel gruesa. Todo le pica, todo le huele, todo le afecta. La histeria lo abunda cuando se le cuestiona su ideología por medio de la razón.

Además de su endeble espíritu, el intolerante suele apegarse a una ideología fundamentalmente marxista: analiza al mundo a través del lente víctima-victimario. Curiosamente, suele identificarse como víctima, pues en virtud de su fragilidad psíquica, se siente siempre bajo la opresión de la cultura patriarcal tiránica. El intolerante es el oprimido. Quienes no lo toleran, son sus opresores. Pues el que solo se identifica con un clavo, solo ve a su alrededor martillos.

El entreguista
También conocido como el apaciguador. El entreguista es aquel que sacrifica a la razón para no entrar en conflicto. Se caracteriza por su cobardía, ya que su temor de enfrentar a la irracionalidad del intolerante puede más que su valentía para defender a la razón. La cobardía del entreguista lo induce a pasar por cómplice de las atrocidades más grandes cometidas por el tirano.

El entreguista es el apaciguador que vende su alma al diablo, pues tolera al intolerante. Es débil, y carece de sentido en su vida, ya que es capaz de legitimar a los intolerantes en el nombre de la paz.

Para el entreguista todo vale. Su tolerancia es infinita. Sus principios, escasos. Carece de filosofía, pero con su miedo a ofender y crear conflictos, tiene la perfecta receta para dejar que el intolerante instale su tiranía. Con su nihilismo, tiene la receta perfecta para el caos.

¿Qué hacer?
Cuando justificamos callar a nuestro oponente porque su racionalidad parece ofensiva, destruimos inmediatamente la fibra que da paso a la existencia de una sociedad abierta. Cuando no cuestionamos de manera lógica la ideología del otro, por el simple miedo a ofender su persona, abrimos automáticamente paso a la tiranía.

En esta guía moral fue muy claro el filósofo Austriaco Karl Popper. Popper explicó, por medio de su aclamada “paradoja de la tolerancia”, que el tolerante, en nombre de la libertad propia de sociedades abiertas, está justificado a condenar al intolerante. Para Popper, la tolerancia sin límites supone lógicamente la desaparición de la libertad, la razón y la tolerancia misma. Popper llega a esta conclusión a sabiendas de la histeria característica de los guardianes de la irracionalidad ideológica. El intolerante es capaz de promover la violencia hacia al que con argumentos racionales cuestione su ideología. Mientras más se tolere tal actitud histérica, más intolerancia a la libertad de expresión reinará en el lugar.

Considerando que ambas alas de oposición venezolana desean una sociedad libre, resulta necesario condenar la intolerancia del régimen por medio de la desobediencia y no la sumisión. Abrir un diálogo con los intolerantes en el nombre de la tolerancia resulta contraproducente. Como explicado por Popper, tal acción solo traería más intolerancia en nuestra sociedad. En el nombre de la libertad, la razón y la tolerancia, rechazar el diálogo con el gobierno de Maduro es nuestro deber. Es la tarea a realizar para el nacimiento de una sociedad abierta.

Hoy, cuando nuestra sociedad más carece de entendimiento (por los muchos intolerantes), y de valentía (por los muchos entreguistas), debe el individuo venezolano ejemplificar la majestuosidad de la tolerancia. Sin que por ella se entienda entreguismo, debe el buscador de la verdad enfrentar a quien no argumente con la razón, y tolerar a quien sí lo haga. Solo rindiéndonos ante la incertidumbre que caracteriza la búsqueda de la verdad, podremos llegar a la armonía humana de sociedades civilizadas.

Referencia
Popper Karl, R. (1945). The open society and its enemies. London, Routledge & Sons, 2, 268-352.

[email protected]

@bricenoburelli

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