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Los chinos de Ziong

El ambiente en el galpón huele a encierro, a sudor y a precarias condiciones de higiene. La penumbra se aposenta por doquier. Se puede percibir una decoración pletórica de dragones y otros guilindachos típicos del milenario reino del medio.

Los orientales celebran una mesa redonda. Todos andan encholados y fuman como chimeneas unos cigarrillos olorosos a sobaco, pero eso a ellos no los perturba. Están acostumbrados a esos hedores.

A continuación, transcribimos la conversa, traducida del chino cantarín con las limitaciones de rigor. Lleva la voz cantante el amarillo Ríchar, el jefe de la mafia local china en la ciudad de V. Utilizamos los nombres cristianos, usualmente anglosajones, que ellos adoptan en sus tratos con los nativos de estas tierras.

“¿Cuántas gandolas desembarcalon hoy?”, pregunta Ríchar.

“Quince”, responde el chino Williams, restregándose los gavilanes de los pies. “Full de azúcar, ace, mantequilla, mazeite, jabón azul, saldinas.Y todo pala nosotros, nadie más puede vendel esta melcancía”.

“¿A cómo cerró el dólar?”, continúa Ríchar.

“Treinta y pico”, informa el chino Yony, un retaco amarillo y jipato.

“Okey, auméntenle a todo un quince por ciento. Tláiganme los bolívales”,

El chino Harvey arrima varias bolsas negras de basura llenas hasta los tequeteques con billetes devaluados de la república bolivariana.

“Embárquenlos en esa van amalilla. El comandante D. los está espelando pala llevarlos al Banco Central y cambiarlos por los euros que mandalon Erdogan y Putin y así manipulal el melcado palalelo y bajal el plecio del dólar”. Ríchar enciende otro cigarrillo chino oloroso a sobaco.

“Es tlemendo negocio ese del olo, las piedlas pleciosas y el coltán que lleva el jerarca chavista T. a Turquía. ¿Por qué no nos enchufamos en eso también?”, pregunta el chino Charly.

“Ahí no nos metemos hasta que lo oldene nuestlo presidente Yi Yin Ping (mucho cuidado con llamarlo Winipú). Él maneja eso en combinación con Putin y con Madulo. Y a callar. Ustedes saben que por andar con la lengua suelta nos mandan a coltal el pescuezo desde China. Hay que obedecel lo que mandan nuestlos jefes y punto”, conmina Ríchar.

“Ya no sé qué hacel con mis empleados venezolanos”, comenta Píter, un chinito con ojos de ratón taimado.

“El venezolano es flojo y atenido. Debe sel porque tienen sangle de neglo y de indio junto con la sangle española que tampoco es muy buena”, sentencia Ríchar, mientras engulle un platillo rebosante con carne de perro, que aun cuando saben que es muy mal visto en la patria venezolana, ellos siguen comiéndola de acuerdo a sus ancestrales y repugnantes costumbres.

“Sí, los venezolanos son una raza infeliol. Flojos, igualados y lo que les gusta es bebel agualdiente, bailal leguetón y pleñal neglas. Son unos campeones pala no hacel nada”, apunta Mike, un chino con la boca torcida como una culebra.

“Es verdad, pelo con tres migajas se contentan porque son unos lambucios. Además, nuestros negocios aquí marchan viento en popa. Tenemos el monopolio de la comida y hacemos lo que nos da la gana”, clarifica Ríchar.

 “Lo único malo es que los jefes chavistas y los enchufaos nos cobran un ojo de la cala por estos negocios”, se queja Freddy, un chino que a pesar de que sus ojos son rasgados, los tiene saltones como una iguana recién parida.

“Son nuestlos socios por órdenes de Yi Yin Ping, y el mercado aguanta todo. Tenemos billete y ahora más que nunca porque no les estamos pagando alquiler a los dueños venezolanos por sus locales. Y tampoco pagamos impuestos porque les damos su matlaca a los del Seniat y a los de las alcaldías. Estamos plotegidos por el comandante D.”, riposta Ríchar.

“Y por Madulo”, agrega Charly.

“No te olvides de Laúl Castlo”, les recuerda Mike.

“¡Nos cogimos a Venezuela, y sin dispalal un tilo!”, afirma Freddy.

“En fin, que nos tlaigan más agualdiente chino, polque el lon y la caña clala de aquí son una polquelía, como todo lo venezolano. Vamos a celeblal comiendo calne de guau guau polque nos estamos llenando de dólales y los venezolanos ya se lesignalon que esto no se va a acabal nunca, Madulo así lo galantiza”, finiquita Ríchar, el jefe de la cosa nostra china en la ciudad de V.

En las afueras del galpón atiborrado de comida acaparada, una doñita venezolana se desmayaba y convulsionaba del hambre. Tenía varios días sin comer.

Pero los chinos del chavismo, los rusos de Putin, los jerarcas y los enchufaos están gordos y cachetones.

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