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Los cómplices

Brian Fincheltub

Cualquier evaluación del chavismo y las razones que han conducido a su perpetuidad en el poder pasa por reconocer, es cierto, sus “talentos” para hacerse con el control de todo una nación y destruir sus instituciones sin ningún tipo escrúpulo, pero también pasa por una balance crítico de lo que se ha hecho o se ha dejado de hacer, con intención o no, desde todos los sectores del país para impedirlo.

Si mucha gente dudó en su momento de la posibilidad de reproducción del escenario cubano en Venezuela, no fue porque no consideraran al chavismo capaz de avanzar, sino porque había una confianza, yo diría extrema, en lo que se denominaba como la “fibra democrática” del pueblo venezolano, que incluía gente de a pie, pero también a la clase política, a los medios de comunicación, al sector militar, a los empresarios, a los sindicatos. Muchos decían que con tamaña reserva democrática era prácticamente imposible que el castrismo izara bandera en suelo nacional. Nadie puede negar que bastante se ha resistido, quizás  donde se erró fue al momento de calcular si nuestras reservas morales estaban lo suficientemente preparadas para hacer frente a tanta putrefacción, corruptela y degradación moral y ética que ha invadido como plaga cada rincón de Venezuela.

No me asombra que al momento de repartir culpas haya quienes señalen directamente  hacía la clase política, que sin duda ha cometido errores, lo que me asombra es que tengamos ese sentido crítico de ver más allá de nuevas narices, que no seamos capaces de mirar a nuestro alrededor, de evaluar nuestras propias acciones y preguntarnos si nuestros propios actos han contribuido también a perpetuar este desastre. Hablo específicamente de quiénes son supremamente críticos con los políticos, pero tienen como mejores amigos a connotados corruptos que contribuyeron a  desangrar el país con sus chanchullos y trampas y que ahora viven regados por el mundo, Miami y Madrid sus ciudades preferidas. Camuflados entre la socialité, con estilos de vida que jamás pensaron alcanzar y protegidos por círculos de complicidad de quienes se dicen acérrimos opositores.

Para salir de esta crisis tenemos que avanzar primero hacia una reconstrucción moral. La responsabilidad de quienes dirigen la dictadura no es menor porque reconozcamos que ellos no participaron solos en la destrucción del país, pero la seguridad que tendremos quienes creemos que una Venezuela es posible, será mayor en la medida que hayamos identificado no solo a los culpables directos, sino también a sus cómplices que hoy intentan pasar por desapercibidos, pero la gente sabe quiénes son.

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