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Los hijos de la revolución

Brian Fincheltub

“Me prohíbo a mí mismo, Hugo Chávez se prohíbe a sí mismo que haya niños de la calle en Venezuela, me lo prohíbo, no puede haber niños de la calle en Venezuela”, decía el expresidente fallecido, el 6 de diciembre de 1998 desde El Ateneo de Caracas, tras ganar la presidencia de la república. Pero no se detuvo allí, también dijo que se cambiaría el nombre si no cumplía su promesa. Hoy, veinte años después de aquel discurso, los resultados están a la vista de todos los venezolanos y los llamados “hijos de la revolución” recorren con pies descalzos las calles de Caracas y las principales ciudades del país.

Es cierto que no se elige donde nacer, mucho menos se elige hacerlo en una nación secuestrada por una mafia que te ha robado el futuro incluso antes de venir al mundo. Estos chamos que sobreviven en las calles no pasan, la mayoría, de los quince años. Nacieron y crecieron en un sistema que les ofreció bienestar, oportunidades e inclusión y que lo único que les ha dejado es miseria, hambre y abandono. Ellos son el “legado” más visible de lo que significa el socialismo. Sus vidas estarán condenadas para siempre por un error que no fue el suyo, por una elección en la que ellos nada tuvieron que ver y su condena también es la nuestra como sociedad.

Para este régimen lo humano no importa, lo importante es conservar el poder. Imaginen cómo son las cosas y sin que la comparación sea odiosa, en países llamados capitalistas usted busca y no se ve un solo perro abandonado, lógico que mucho menos usted verá un niño en la calle. Aquí los perros, los niños y los millones de venezolanos que resisten en Venezuela tienen el mismo trato o maltrato. Duele ver cómo estamos perdiendo una oportunidad de oro que nos costará muy cara en los próximos años, nos costará más criminalidad, más muertes y sobre todo la profundización del círculo de exclusión que los socialistas prometieron acabar y terminaron potenciando.

Tener como hogar la oscuridad y el peligro las calles de la capital “socialista”, te obliga a adoptar técnicas de supervivencia que todos conocemos. Aunque quisiéramos que la realidad fuese otra, la verdad es que allí se gestan las próximas bandas criminales del país. Al tiempo que en las escuelas de Latinoamérica se forman a los próximos científicos, premios Nobel, inventores, aquí los “hijos de revolución” aprenderán quizás a robar antes que leer.

Mientras otros niños en navidad esperan su regalo, ellos en manadas aguardan frente a algún restaurante por las sobras de la basura, no sin antes enfrentarse con quienes también tienen hambre y no están dispuestos a compartirlas. La dictadura ha cometido muchos crímenes, pero este sin duda es uno de los más graves. Sus consecuencias las viviremos durante mucho tiempo, quizás para ayudarnos a recordar y de la peor manera, la tragedia que significó para Venezuela el chavismo y el socialismo.

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