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Los Premios Nobel 2018 inciden en lo cotidiano

Gioconda San-Blas

En agosto de 2015, el expresidente Jimmy Carter anunció estar sufriendo cáncer de piel con metástasis en hígado y cerebro, que hacía prever un fin inminente. Hoy a sus 94 años sigue vivo gracias a un tratamiento inmunoterapéutico  con los llamados “inhibidores de punto de control”, diseñados a partir de investigaciones básicas hechas, entre otros, por James Allison y Tasuku Honjo, ganadores del premio Nobel en Medicina o Fisiología 2018. Para comprender lo logrado, imaginemos el cuerpo humano como un campo de batalla con dos contendores: el maligno (células cancerosas) y el benigno (células del sistema inmune). Una de las armas del maligno es frenar a las células benignas con unas proteínas (puntos de control) que enmascaran a la célula cancerosa y apagan el sistema inmune. Generar inhibidores de esos frenos o puntos de control para que las células buenas sigan actuando contra las malignas ha sido el trabajo de Allison y Honjo que hoy se concede.

Desde que se inauguraron los premios Nobel en 1901 solo dos mujeres, Marie Curie (1903) y Maria Goeppert-Mayer (1963) lo habían ganado en Física. Este año se suma Donna Strickland, quien comparte la mitad del galardón con Gérard Mourou por el desarrollo de un método para generar pulsos ópticos ultra cortos y de alta intensidad y con Arthur Ashkin, quien se lleva la otra mitad por las pinzas ópticas y sus aplicaciones a sistemas biológicos. Ambos desarrollos han revolucionado la física de los láseres, derivando en muchas aplicaciones industriales y médicas. Con las pinzas ópticas, Ashkin pudo capturar virus y bacterias vivas sin dañarlas, lo que ha conducido a estudios biológicos relacionados con mecanismos de infección microbiana o conservación de alimentos, entre muchos. Mientras tanto, las técnicas de Strickland y Mourou han servido para el desarrollo de láseres de alta intensidad usados a diario, por ejemplo, en cirugías correctoras de miopía.

También la edición 2018 del premio Nobel en Química se vio favorecido este año con el reconocimiento a una mujer: Frances Arnold, ingeniero químico, se lleva la mitad del premio y comparte el honor con los bioquímicos Gregory Winter y George Smith. Además, como viene sucediendo desde hace varios años, el premio en Química ha sido otorgado a investigadores que también incursionan en la biología, disipando fronteras disciplinarias. Ella diseñó un método para inducir mutaciones en enzimas bacterianas en una suerte de evolución dirigida, que ha conducido a la manufactura de fármacos y combustibles más amigables con el ambiente. Por su parte, Smith fue pionero en un método llamado “despliegue de fagos” que luego fue aplicado por Winter en el desarrollo de anticuerpos a ser usados en terapias contra artritis reumatoide, psoriasis o ciertos tipos de cáncer.

Nadia Murad es la tercera mujer que surge en la cosecha Nobel de 2018. Ella y el ginecólogo Denis Mukwege, ambos ganadores del premio Sajarov del Parlamento Europeo, se hicieron acreedores al premio Nobel de la Paz por sus denodados esfuerzos para acabar con la violencia sexual como arma de guerra. Nadia, una joven iraquí de religión yazidí, fue reducida a la condición de esclava sexual junto con muchas otras jóvenes de la región, cuando en 2014 los yihadistas tomaron el pueblo, mataron a los hombres y a las mujeres mayores y se llevaron a las jóvenes. Logró escapar y desde entonces se ha convertido en embajadora de buena voluntad de la ONU para la dignidad de supervivientes de trata de personas. Por su parte, la labor por más de 20 años del doctor Mukwege en el Hospital Panzi, en la ciudad congolesa de Bukavu, ha sido dedicada en mayor parte a reparar los daños físicos atroces causados a mujeres por grupos armados que aterrorizan a la población desde hace décadas. No deja de ser irónico que el presidente Kabila haya felicitado al Dr. Mukwege por el galardón cuando en su anuncio oficial, la Fundación Nobel explícitamente ha criticado al gobierno congolés por no hacer nada para detener la violencia sexual contra las mujeres como estrategia y arma de guerra. Es que los gobiernos despóticos, allá y aquí, creen que la impunidad los arropa. Pero no es así, no en el mundo moderno donde siempre habrá una cámara cerca para registrar los delitos del poder.

De nuevo, la Academia Sueca ha desestimado los increíbles logros de la revolución del siglo XXI en materia económica (destruir la economía venezolana y su moneda no es poca cosa) y ha otorgado el premio de Economía 2018 a William D. Nordhaus y Paul M. Romer por sus trabajos integradores de la economía con otras disciplinas del quehacer humano. En su modelo, Nordhaus integra cambio climático con crecimiento económico, sumando teoría y datos empíricos tomados de la física, la química y la economía, tales como aumento de la población, concentración de dióxido de carbono, temperatura global, políticas públicas de impuesto al carbón, con miras a cuantificar el costo social de los gases de invernadero. Romer, por su parte, determina que el crecimiento económico está relacionado con la investigación científico-tecnológica, la innovación y el conocimiento, demostrando que las fuerzas económicas facilitan el cambio tecnológico y gobiernan la disposición de las empresas para producir nuevas ideas, por lo que Romer recomienda incentivar con subsidios la investigación y el desarrollo.

Que este año no haya habido premio Nobel en Literatura tiene que ver con episodios macabros de abusos sexuales y escándalos financieros en miembros del comité, que provocaron su suspensión temporal. Una lástima, porque aquí teníamos un estupendo candidato a ganarlo en la categoría de novela ficción, una cuyo resumen fue leído hace poco por el sedicente presidente en la asamblea de las Naciones Unidas.

TUITEANDO

Terminando este texto nos llega la noticia del “suicidio” del concejal Fernando Albán (PJ) en el Sebin, donde permanecía secuestrado por el régimen. ¿Hasta cuándo tanta violencia, tanta mentira, tanto crimen?

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