Los republicanos viven en el pasado
Los republicanos norteamericanos siguen sin comprender que EEUU es un país multicultural. Las recientes declaraciones de Donald Trump contra los migrantes mexicanos evidencia este entumecimiento. Trump, huérfano de ángelito, tiene una compulsión infantil por la notoriedad y esto, en un millonario anciano, es odioso pero irrelevante. Lo preocupante es el silencio del establishment norteamericano. Ni Jeb Bush, con esposa e hijos latinos, ni Marco Rubio, descendiente de cubanos, han dicho “esta boca es mía”. Hilary ha mencionado el hecho, sin mencionar al malhechor.
Si la barrabasada de Trump hubiera sido sobre negros, indios, mujeres o gays, la prensa norteamericana lo hubiera desollado vivo pero he ahí que no ha habido mayor escándalo y es porque los latinos, como minoría, no hacen escándalos. Se insertan en EEUU tratando de pasar desapercibidos y sin una narrativa identitaria heroica o reivindicativa; pero tienen el voto decisorio, al menos en las tres últimas elecciones. ¿Cómo ganar este voto sin defenderlos? Los republicanos, como truco, ponen candidatos latinos pero en realidad siguen viviendo en la ensoñación del suburbio wasp (anglosajón blanco) de posguerra; aunque tengan lucidez en el rol civilizatorio global que debe cumplir la democracia representativa y del liberalismo. En cambio, los demócratas parloteando lo políticamente correcto —lo social, la equidad y la justicia—, consiguen el voto latino; aunque su bobalicona condescendencia con Castro, China e Irán esté desgastando a occidente. Si los republicanos no se abren a la multiculturalidad y sus lenguajes, no ganarán elecciones en el futuro y occidente seguirá debilitándose.