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Maduro en China…otra vez

“Ay que fastidio”… pensará y hasta dirá el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, cada vez que le confirman que el señor Maduro quiere visitarlo por enésima ocasión. “Y no tendrá otra cosa que hacer que estarse viniendo para Beijing”… pensará y hasta dirá Xi Jinping, con cara no sólo de aburrido por otro viaje de Maduro, sino también con talante de cierta molestia, porque el motivo de la larga travesía siempre es el mismo: pedir cacao, como se dice en venezolano, o pedir más dólares como se dice en mandarín.

Le comentará Xi Jinping a sus más cercanos, que mientras Maduro tiene a Venezuela como una chancleta, y nadie le presta ni un céntimo, “nosotros tenemos que seguirle dando dinero, para que aquello no se acabe de hundir”. Uno imagina que en sus comentarios agregará que “vamos a ver hasta cuándo sigue esta situación, sobre todo porque los dólares que le prestamos se desaparecen en las tinieblas de la corrupción”. Sí, el comentario suena un poco formal, pero no olvidemos la milenaria influencia de Confucio.

Los chinos son, en general, gente seria. Estos: los post-maoístas, pero así mismo los maoístas, los nacionalistas de Taiwán, los de las numerosas dinastías imperiales, todos en todos los tiempos. Más allá de las ideologías, están acostumbrados a que la palabra tiene valor, y si bien sus modos políticos o diplomáticos son, muchas veces, difíciles de entender de buenas a primeras, para la mente occidental; se espera que esos modos sean propios de personas que se consideran a sí mismas el corazón de la civilización humana.

Por eso, tanto los embajadores chinos ante la hegemonía (con el predecesor y con el sucesor), así como también los demás funcionarios directamente encargados de las relaciones con la hegemonía bolivarista, deben haber chorreado y chorrear la gota gorda para tratar de explicarse y de explicar a los superiores, el porqué del caos, de la crasa y supina incapacidad y de la delirante depredación que caracteriza a estos mandoneros. Es probable que  ni los representantes del gobierno chino sepan, a ciencia cierta, qué pasó con los tan publicitados “Fondos Chinos”. Se quedaron sin fondos, alcanzarán a asegurar a sus jefes en Beijing, para pasmo de todos los responsables de la materia, por parte de China.

Tan es así, que buena parte de las obras que supuestamente serían financiadas con los Fondos Chinos, o no arrancaron, o si arrancaron quedaron paralizadas, por falta de fondos… En realidad, recursos no faltaron, pero el destino que se les dio fue uno muy distinto al originalmente pactado. Por eso a Xi Jinping no le debe hacer ninguna gracia el volverse a encontrar con el señor Maduro, escuchar las mismas excusas y, en especial, escuchar las mismas peticiones de “prestamos” por más y más millardos de dólares.

“No es lo tanto sino lo seguido”, pensará y hasta dirá Xi Jinping. Para la superpotencia económica que es China, el caso perdido de la hegemonía roja no tiene una importancia cuantitativa de especial estimación, pero sí una consideración cualitativa de apreciable peso: la improvisación, la corruptela, el falseamiento, la incuria, la radical carencia de aptitud de los jerarcas de la hegemonía que impera en Venezuela, en el cumplimiento de los acuerdos establecidos. Quizá la única razón por la cual Xi Jinping se sobrepone al fastidio y recibe, una y otra vez, al señor Maduro, se llama la Faja Petrolífera del Orinoco. Eso no es cualquier cosa, y cuando Maduro sea parte de la mala o la peor historia, la Faja estará allí y los chinos querrán aprovecharla o, más precisamente, seguirla aprovechando. O eso pensará y dirá el camarada Xi Jinping.

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