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Maduro y su séquito juegan con la salud de los venezolanos

Por Manuel Avendaño
@ManuelAvendano

La crisis humanitaria en Venezuela no es cuento, ni exageración. Desde el año 2014 en el país escasea el 85% de los medicamentos esenciales, todo ello por culpa de la corrupción, la mala administración, las expropiaciones y las ocupaciones de las empresas y laboratorios que producían y comercializaban en nuestro país.

Esta situación ha provocado un impacto en la vida de los venezolanos, en muchos casos de forma irreversible, especialmente en los niños y jóvenes que han visto mermadas sus capacidades para estudiar y trabajar, lo que traerá consecuencias en el futuro cercano.

El mundo entero ha presenciado atónito como en nuestro país, quien en otrora fue un modelo de gestión sanitaria, han aumentado vertiginosamente las cifras epidemiológicas, la reaparición de enfermedades años atrás erradicadas y las muertes por desnutrición.

Cuando se escucha o lee las opiniones de los especialistas, uno no puede sentir otra cosa que no sea vergüenza y rabia. Un claro ejemplo de esto es lo expuesto por el Dr. José Felix Oletta, Ex ministro de sanidad, quien reveló que la malaria, enfermedad erradicada en 1961, se encuentra en su pico más alto en toda Latinoamérica con un registro de 900 mil casos, lo que representa un incremento del 205% con respecto a toda la región.

Pero no solo hablamos de esta patología, debemos sumar al sufrimiento, al ruleteo de hospitales, a la condena a muerte por la falta de medicamentos de alto costo o al genocidio silencioso, los casos de los pacientes renales, los cero positivo, los que padecen esclerosis múltiple, hepatitis, endometriosis y hemofilia, entre muchos otros.

En las calles de nuestro país y en los pasillos de los hospitales y hasta de las clínicas, hay un claror unitario: la apertura de un canal humanitario que permita la entrada al país de medicamentos que sirvan en un principio para paliar la crisis, para salvar cientos de vidas y para garantizar el futuro de decenas de niños.

Ahora bien, para que en Venezuela se acepte la apertura de un canal humanitario deben existir dos condiciones: la voluntad de los países, organismos e instituciones que deseen otorgar la asistencia, y la disposición del régimen a aceptarla. Hasta ahora, ha quedado absolutamente claro, que la segunda de las condiciones es inexistente, puesto que Maduro se ha negado, en repetidas ocasiones, a aceptarla con el falaz argumento de una supuesta intervención armada extranjera. Recordemos el incidente con Caritas hace un año aproximadamente.

Los especialistas afirman, que en caso de que se abra el canal humanitario, en menos de dos semanas estaría abastecido el mercado con los principales productos alimenticios y los medicamentos. La buena noticia es que contamos con la voluntad de ayuda.

Desde que hubo cambio de gobierno en Brasil a mediados de 2016, hemos estado presentes en reuniones donde se habló de la ayuda humanitaria por medio de corredores fronterizos garantizando insumos, infraestructura y traslado. Colombia, país que está sufriendo las consecuencias de una migración venezolana desesperada, también ha ofrecido su ayuda y desmintió a Maduro por el supuesto bloqueo de medicamentos en la frontera.

Ante tanto sufrimiento, ante tanto dolor, ante tanta muerte, ante tanta necesidad, la propuesta de abrir un canal humanitario no debería ni siquiera ser tratado en el diálogo que se realizará en Santo Domingo, puesto que debería ser indiscutible que el régimen acepte dicha medida humanitaria y con ella, no se sigan poniendo en riesgo la vida de millones de venezolanos.

A mi juicio, el régimen no utiliza esta carta para negociar sino para chantajear y poner una barrera más, para cumplir lo que está establecido en la Constitución vigente de Venezuela. Maduro y su séquito prefieren seguir jugando con la vida de los venezolanos a cambio de mantenerse en el poder. Sobre sus hombros ya recaen millones de muertes, la justicia llegará.

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