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Magnicidio + Maduro

Hace todo un despliegue de fuerzas mediáticas. Usa a todo su aparato institucional, comunicacional y hasta a los personajes del gobierno para denunciar, así a voz en cuello, que quieren matarlo, que su vida corre peligro en manos de la oposición, esa que es apátrida, escuálida, chimba, ridícula, sifrina y cualquier otro calificativo que se le ocurra esa mañana, tarde o noche para designar a la oposición.

Lo que quiere el pueblo es que haya vida en Venezuela. Que a los presos –mejor dicho detenidos políticos– se les administre justicia con certeza de que esa justicia sea verdaderamente ciega. Que en las calles la gente pueda circular y no estar pendiente de que la puedan matar. Que en los supermercados haya leche y no se tenga que sortear media ciudad para conseguir leche en polvo por cucharadas, sí por cucharadas, para dar de beber a los niños el preciado producto lácteo.

Inventar un magnicidio es la estrategia perfecta para darle golpes a la mesa y tumbar el tablero del juego para que no se hable de diálogo entre oposición y gobierno, para que UNASUR y el Nuncio Apostólico no se reúnan a ver cómo se puede hacer con la situación gravísima de indefensión que se vive en ese país.

Nicolás Maduro se busca excusas, siembra vientos a cada rato –“así, así, así es que se gobierna” – al mejor estilo del populismo que va traspasando fronteras, manejando a la masa para que le sigan queriendo. – ¡Por favor! ¡Que no nos maten a nuestro presidente! Es lo que quiere oír Maduro desde al Balcón del Pueblo, así como hacía Hugo Rafael Chávez. Una siembra de pueblo a su vera, con velas y todo, en una nocturna vigilia, rezando por una larga vida del régimen… al mejor estilo de Corin Tellado.

¡Por favor! ¡Ocúpese! Ocúpese de lo que se tiene que ocupar. De ordenar a su poder judicial, sí su poder, que se haga la justicia que se pide desde todos los espacios nacionales e internacionales. Ocúpese de que su ministerio del poder popular para la alimentación distribuya alimentos adecuadamente e investigue esas ventas de leche por cucharadas. ¡Mayor indignidad y pobreza de espíritu no puede haber!

Ocúpese de producir, de poner en marcha a todo ese aparato industrial que han expropiado a todos estos años y que está como le gusta al chavismo: arruinado. Ocúpese de hacer lo que los votos de los venezolanos le mandan: gobernar para todos.

Cuando lo haga, si le quedan fuerzas para pensar en otras cosas, revise a las escuelas, a los hospitales, a la policía, a la Fuerza Armada. Cuando lo haya hecho, paséese por las necesidades de la gente, la humilde. Pregúnteles cuántos hijos y familiares han perdido a manos del hampa común. Revise con calma lo que come la gente. Con lo que se viste. Con lo que sueña. Luego, si le queda tiempo, vuelva a empezar con su agenda de trabajo y, una vez que todo quede satisfecho, verá que no se le ocurre más nunca pensar en que lo quieren matar.

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