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México: Crecimiento y pobreza amenazan estabilidad macroeconómica

En el mes de diciembre el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto llegará a la mitad de su sexenio. Hoy no podemos omitir recordar que en junio de 2013 el presidente y el Dr. Luis Videgaray Caso, Secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP), en una gira por Europa no dejaron de hablar de una economía que iba viento en popa gracias a las reformas aprobadas, ignorando el entorno internacional adverso al que se enfrentaban las economías emergentes como la mexicana y la realidad nacional, envuelta en la lucha contra el crimen organizado, la inseguridad y la corrupción.

En este espacio citamos al Dr. Videgaray, quien entonces señalara que para combatir la pobreza, que en 2012 superaba los 53.3 millones de mexicanos, se requerían tasas de crecimiento superiores al 5%, las que se obtendrían con la puesta en práctica de las reformas y la atracción de millones de dólares en inversiones al sector energético.

No obstante, explicamos que en los “Criterios Generales de Política Económica 2014” se proponían tasas de crecimiento de 3.5% para 2013; 3.9% en 2014; 3.8% para 2015; 3.7% en 2016 (ahora, absurdamente, la propuesta es de entre 3.3 y 4.3%); 3.6% en 2017 y 3.5% en 2018 y 2019. Luego, la realidad mostró que sólo se podría crecer en 1.39% en 2013 y en sólo 2.14% en 2014, muy por debajo de las expectativas del gobierno y de las tasas superiores al 5% prometidas durante la campaña presidencial.

En ese mismo año, a mediados de mayo, haciendo frente a sus críticos, el presidente afirmaba que las “cifras dan cuenta de que la economía nacional va por buen camino, y esto es justamente lo que queremos para todos los sectores productivos de nuestro país”, afirmaba el mandatario al citar datos sobre el desempeño del sector industrial y la creación de empleos en el sector privado, que en ese entonces no superaban los 16.5 millones de personas.

Recientemente, al concluir el primer semestre de 2015, los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y de la Presidencia de la República, indicaban que la población actual era de 121 millones 5 mil 815 habitantes y que de ella, 60.1% constituían la Población Económicamente Activa (PEA), la cual había superado las 52 millones 7 mil 842 personas, al pasar a 72 millones 724 mil 495. Por lo que con una tasa de desempleo del 4.4% en el mes de junio pasado, había 3 millones 199 mil 878 hombres y mujeres sin empleo, envidia de griegos, españoles y alemanes.

Lo más grave no es sí esa tasa de desempleo representa en realidad el total de la población desempleada, pues se trata de una encuesta que no recoge la situación en que se encuentran millones de mexicanos en realidad, sino que la tasa de informalidad laboral había llegado en junio a 58.1% de la PEA, por lo que al menos 42 millones 252 mil 931 mexicanos sobreviven de la economía informal.

Un simple ejercicio nos muestra que si sumamos los desempleados con los que trabajan en la economía subterránea, al concluir el primer semestre de 2015 había en México 45 millones 452 mil 809 personas fuera del mercado laboral formal, ya sea totalmente desempleados o realizando trabajos informales para sobrevivir o delinquiendo, mientras que sólo 27 millones 271 mil 686 personas trabajaban en la economía formal.

De este es el tamaño de la economía mexicana y del peligro que se cierne sobre su estabilidad macroeconómica, cuya creación de 78 mil 435 empleos formales en junio pasado, 81% más que en 2014, dados a conocer por el presidente como un gran logro, son insuficientes para atender la demanda de empleo de millones de mexicanos, en una economía que sólo ha crecido en lo que va del sexenio en 1.85%, en promedio.

De aquí que los datos publicados el 23 de julio pasado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), sobre la medición de la pobreza en 2014, no han hecho otra cosa que constatar los resultados de la política económica emprendida durante los dos primeros años del gobierno actual, a favor de la apertura total de la economía, de las empresas y de los bancos, pero no de los ciudadanos, útiles en épocas de elecciones o para aplaudir los discursos sobre un México que sólo existe en Wall Street.

No olvidemos que en 2011, el tema de la pobreza fue uno de los primeros que enarboló el entonces presidente del PRI, Humberto Moreira, contra las políticas seguidas por el gobierno del PAN de Felipe Calderón, cuando asumió la conducción de su partido. Además, que el presidente Enrique Peña Nieto, durante su campaña, prometió erradicar la pobreza frente a los Tarahumaras en abril de 2012; precisamente, cuando en la población de los Rarámuris se producía un genocidio por hambre.

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No obstante, los Rarámuris sólo fueron la punta del iceberg. Cuando en 2013 se anunciaron las cifras de pobreza y se dijo que en 2012 el número de pobres había llegado a 53.3 millones de personas, equivalente a más del 46% de la población existente en ese año, como se puede ver el la gráfica, muchos pensamos que esa cifra se reduciría en el sexenio; sin embrago, los datos recientes sobre la pobreza del CONEVAL, muestran que lejos de reducirse la pobreza está aumentando, al pasar a 55.3 millones de personas en 2014.

La gráfica arriba muestra la evolución del crecimiento y la pobreza durante los años de liberalismo en México. Hasta hoy, las tasas de crecimiento superiores al 5% sólo han sido parte de la retórica del discurso del gobierno, cuyas reformas económicas carecen de instrumentos para poder alcanzarlas, otras que no sean la apertura total de la economía al mercado con la liberalización del sector petrolero, donde la demanda interna y la inversión en infraestructura constituyan el verdadero motor del crecimiento y desarrollo del país. Mientras que la lucha contra la pobreza, se ha convertido en un instrumento de clientelismo electoral y parálisis de la producción.

Un elemento adicional sobre la retórica de las reformas, lo muestran los resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) 2014, los cuales indican que los ingresos se han reducido en 3.4%, como consecuencia de la contracción de un mercado laboral, incapaz de absorber a los millones de jóvenes del “Boom poblacional”; haciendo del “mercado negro” del trabajo y el crimen organizado las únicas fuente de sobrevivencia para los más de 45 millones de hombres y mujeres excluidos del país.

El INEGI ha proyectado que en este año la población joven, de 16 a 29 años, llegará a su tope máximo de 29.5 millones y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ha señalado que al menos uno de cada tres desempleados están sin trabajo desde hace 12 meses en México, lo cual afecta a más de 15 millones de personas, representando un incremento del 77.2% respecto a 2007. Entre estas cifras, millones de jóvenes excluidos del desarrollo del país, arrojados al pandillerismo, la drogadicción, el robo y el crimen organizado, sin alternativas para trabajar y estudiar, engrosando las filas de los más de 55.3 millones de pobres, los cuales se convierten en una bomba de tiempo que amenaza la estabilidad macroeconómica y social que defiende la clase política del país.

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