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México, de los sueños de sus ciudadanos a la realidad

José Luis Ortiz Santillán

Después de la revolución de 1910 y su desenlace final con la constituyente de 1917, la llegada del presidente Lázaro Cárdenas al gobierno y la alternancia en el poder del año 2000, la mayoría de los ciudadanos no habían tenido tantas expectativas como ahora, en el inicio de un nuevo gobierno en el país.

La frustración de la mayoría de los ciudadanos que acudieron a festejar la alternancia del poder en el monumento al ángel de la independencia en el años 2000, cuando el presidente Vicente Fox ganó las elecciones, resumió la trasformación de su alegría en enojo; al constatar que se había cambiado de partido en el poder (del PRI al PAN) pero no de la forma de gobernar, y lo que fue aún peor, que los mismos funcionarios de gobiernos anteriores continuaban en ejercicio, con las mismas prácticas y vicios, incluso en mejores posiciones.

En el año 2000, el miedo a que se derrumbara el gobierno y se detuviera el trabajo en la administración pública, condujo al presidente Vicente Fox a no mover absolutamente a nadie en las instituciones del gobierno federal, incluso los miembros del PAN, que aspiraban a ser nombrados delegados, mostraron su decepción al ver que sus rivales del PRI eran ratificados en los puestos en los Estados.

Con lo cual, el cambio que se esperaba no llegó; sólo en el lenguaje usado por el presidente Fox, que más que popular se convirtió en vulgar y avergonzó a más de un mexicano cuando se presentó en los foros internacionales, como el de la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, en Argentina, en noviembre de 2005, cuando le dijo al presidente de Bolivia, Evo Morales, que se comiera su gas y le recordó sus origenes étnicos, luego de intentar convencer a los presidente de Brasil y Argentina de apoyar la propuesta de los Estados Unidos, de crear el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

A partir de mañana los mexicanos deberán recuperar el optimismo perdido. Las promesas de campaña del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, inician su cuenta regresiva en el tiempo para materializarse en los próximos seis años, para darle la razón a los millones de mexicanos que, con su voto, lo llevaron al poder y esperan hacer historia con él, viendo la transformación de México, luego de años de sólo ser administrado.

Nada será fácil para quien será el presidente de México a partir de mañana 1 de diciembre. Las intrigas, los golpes bajos y las campañas de miedo, seguirán siendo los recursos de la oposición, la cual aprovechará los errores para desacreditar su gobierno frente a los ciudadanos; más que estar bajo la mira de los ciudadanos que lo eligieron, el presidente de México estará bajo es escrutinio de la oposición, bajo el escrupuloso análisis de lo que diga, de lo que haga o deje de hacer él y su gabinete.

Pero también, a partir de mañana, deberá cambiar la forma de dirigir al Estado mexicano y de hacer política exterior; deberá devolverse la dignidad, el respeto y el prestigio a los mexicanos. Aunque seguramente veremos el rechazo y las manifestaciones contra la presencia de los presidentes de Venezuela y de Brasil, en los dos extremos, la política exterior mexicana, manchada por aquella orden de “Comes y te vas…” del presidente Fox al presidente de Cuba de entonces, Fidel Castro, en la Cumbre Sobre Desarrollo y Pobreza en Monterrey de la ONU en 2002, volverá a basarse en los principios del respecto a la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en los asuntos internos de los países.

Muchos analistas se preguntan qué pasará con México en materia de política exterior. En realidad, no hay que ser un experto en asuntos internacionales para saber que la política exterior mexicana deberá recuperar su prestigio en el mundo y América Latina. Particularmente, el nuevo gobierno deberá recuperar el prestigio y protagonismo como líder regional, después de casi un cuarto de Siglo de sólo ver hacia el Norte, de donde únicamente ha tenido como recompensa el desprecio hacia los mexicanos y las autoridades que representan al Estado.

No olvidemos que se le ha calificado de Estado Fallido, tampoco que el presidente Trump le canceló al presidente Enrique Peña Nieto una visita de Estado y lo insultó, al menos en un cumbre frente a los periodistas; tampoco olvidemos que los mexicanos han sido calificados de ladrones, de asesinos y traficantes de drogas, a los empresarios de robar sus empleos y sacar provecho unilateral del Tratado de Libre comercio de América del Norte (TLCAN), entre tantas otras cosas.

A partir de mañana, el gobierno de México deberá dejar de ver al Norte y comenzar a hacerlo hacia el Sur. El olvidar las raíces latinoamericanas y no buscar en América Latina su fortaleza, México se ha presentado con debilidad en el mundo, ha perdido la interlocución y la autoridad.

Hoy, la crisis de los migrantes centroamericanos, los cuales constituyen la expresión de hondos problemas estructurales en las economías de América Latina y sus democracias endebles, le dan al nuevo gobierno de México la oportunidad de trabajar con sus homólogos, para encontrar salidas a la crisis y conversar de igual a igual con los Estados Unidos.

A partir de mañana, deberá pensarse en una macroeconomía para impulsar el crecimiento y el desarrollo, en una macroeconomía social, más que los equilibrios macroeconómicos de las cifras, de las estadísticas que pueden atraer inversionistas, pero que no reflejan la realidad de un país donde millones de hombres y mujeres se han empobrecido, no disponen de trabajo y carecen de los bienes básicos, frente a un gobierno que, hasta hoy, no los ha escuchado ni les ha dado voz.

Este será pues el momento, en que los ciudadanos recuperen su voz perdida en el ejercicio del gobierno, del cual han sido excluidos y cuestionada su madurez, su capacidad, para participar en los asuntos de Estado, otros que no sean acudir a votar por sus representantes que, hasta ahora, les han dado la espalda después de obtener sus votos. En definitiva, será la historia quien juzgará la actuación del nuevo presidente y sus promesas, más que la crítica de sus oponentes y el castigo de los electores en las próximas elecciones; hará historia para recordarlo o para desecharlo en el olvido.

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