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Mis votos para este 16-S

Mis deseos más sinceros son porque este 16-S se parezca más al 1-S que al 7-S.  Y me explico:

Viajé a Caracas el 31 del mes pasado para estar un día antes del de la toma de esa ciudad convocada por la MUD.  Lo que buscaba era encontrarmenos obstáculos de los que —de seguro y como ya es su costumbre inveterada— iba a poner el régimen para hacerle más dificultoso a grueso de la población el ejercicio de uno de los derechos que le garantiza la Constitución, como es el de manifestar sus opiniones.  Ya sabía que el atravesar el túnel de La Cabrera iba a ser una ordalía porque el ministro del ramo, dos días antes decidió, ¡oh, coincidencia!, asfaltar uno de los dos tubos de dicho túnel.  Farsa burda ya que el pavimento dentro de esos oscuros agujeros es de un concreto de gran resistencia que ha estado recibiendo el peso de toda clase de vehículos, incluyendo gandolas sobrecargadas desde 1953 sin deterioros notorios.  No hay que saber mucho de ingeniería para saber que cubrir con asfalto ese pavimento era una pérdida de dinero y tiempo; que eso no iba a servir sino para cogerse unos reales del erario (una vez más) y para circunvenir a los manifestantes.  Si algo debieran hacer en esos tubos es ponerle buena iluminación; pero si la intención era favorecer a un amigo con maletín y contactos con una asfaltadora, mejor era ponerle un manto de misericordia a la superficie del viaducto vecino al túnel.  El cual fue objeto de una “reparación” que costó un jurgo (como dicen los gochos) de plata, se deterioró en menos de dos años y por lo cual nadie está preso todavía.  En todo caso, quedó clarito que lo que se intentaba era dificultar la ida a Caracas de muchos manifestantes venidos de todo Occidente.  Y más claro nos quedó cuando ya el 3-S se habían llevado del sitio la maquinaria puesta allí para tapar la boca del túnel.  Eso y cuatro “puntos de control” más en el trayecto no fueron óbice y llegamos.

Al día siguiente, el espectáculo fue pasmoso, sublime.  Un inmenso mar de camisas blancas que llenó 18 kilómetros de vías capitalinas.  Una interminable multitud que coreaba consignas, que nunca se desmandó ni dio pie para que los sayones del alto mando militar tuvieran una excusa para soltar sus jaurías de robocops. Que cumplió fielmente (y algunos resignadamente) lo que se le había propuesto: disolverse en orden después de cantar el himno y no más tarde de las dos.  Civismo de alta calidad en acción.

Eso era lo que yo quería ver en mi ciudad el 7-S.  Pero el único que llegó a la manifestación con camisa blanca fui yo…  Lo que había en el lugar de la concentración era un concurso de franelas con los colores de los partidos.  Y cada color, aglomerado cerca del toldo de ese mismo matiz que habían erigido los respectivos partidos y en los cuales estaban puñitos de líderes locales de cada uno de ellos.  Esa actitud sectaria, creo, no sirvió sino para inhibir a mucha gente anti-régimen, pero sin afinidad política definida, que quería manifestarse).  Llegó a tanto la obcecación partidista de estar cerca de sus tiendas y sus dirigentes que, a la hora que estaba previsto cantar el himno, una señora tuvo que exhortar varias veces, por micrófono, a los asistentes para que se acercaran a la barrera que formaban los policías cerca de la sede del CNE regional y así cumplir con el cometido.  Eso no es lo que yo quisiera ver el 16-S.

No me opongo a que los partidos tengan presencia.  Todos estamos claros que ellos son esenciales para el desarrollo de la vida en democracia.  Y, de hecho, una de las cosas que más me alegró en Caracas fue que, aunque todos iban de blanco, muchos llevaban las banderas de sus partidos.  Y que todas las enseñas iban en bosques polícromos; nada de que los anaranjados por un lado, los amarillos por otro y los verdes por otro más.  Todos iban revueltos.  Todos entendían que el adversario era otro, y que el objetivo principal era mostrar la unión nacional contra el estado de cosas actual, con sus muchos ineptos, con sus abundantes latrocinios, con sus magistrados sin credenciales y con sus rectoras que usan franela roja y hacen lo indecible para emascular a la nación.

Debo añadir una queja más: no sé cómo sería en otros estados, pero en Carabobo, quienes fuimos a la manifestación fue porque nos enteramos por TV, Facebook, Tweeter y otros medios de la invitación que hacía Chúo; no porque la MUD regional hubiese movido un dedo para concitar a los opositores a manifestarse.  Ya, alguna vez en el pasado critiqué esa apatía por parte de quienes debieran ser, más bien, los instigadores a la acción; dije que no eran capaces de resolver la enterrada de un perro aunque les dieran el hueco.

Espero que en este 16-S me equivoque doblemente; primero, porque las MUDs regionales sí se mueven enérgica y proactivamente para lograr grandes multitudes en cada capital, y segundo, porque sí, todos, vamos a dar muestras de verdadera unidad…

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