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Muerte de un dictador: Secretismo o institucionalización de la mentira

Desde hace siglos atrás los gobiernos dominados bajo las dictaduras ocultan y  envuelven todo en un manto siniestro  de misterio,  que da pie a toda suerte de conjeturas y especulaciones. El secretismo que practican las autocracias está cargado de cierto sadismo.

Y me refiero a la desaparición o muerte de algunos de los líderes de estas naciones controladas por un régimen dictatorial.

Esta perversa práctica se viene ejecutando desde hace  mucho tiempo atrás, podemos recordar el fallecimiento del general Francisco Franco en España por el año 1975, siendo este el último dictador de la Europa Occidental 1939-1975.

Francisco Franco, quien murió en España ocultando su muerte por varios días, por temer a que se soltara una revuelta en ese país, al  que gobernó con puño de hierro, por varias décadas. La fecha en la que se declaro el fallecimiento fue el 20 de noviembre de 1975.

En la Europa Central nos encontramos con uno de los más sanguinarios líderes que han existido en el mundo y no es otro que Adolf Hitler, su muerte forma parte de ese magma cultural sobre el que se han escrito ríos de tinta y acaparado miles de centimetraje. A las 15:30 horas del 30 de abril de 1945, los rusos cercaban Berlín. El Führer como era conocido Hitler  y su mujer, recluidos en un búnker, supieron de inmediato que todo se acababa, que había llegado su hora. Él, se suicidó de un disparo y ella tomó cianuro. Sus cuerpos fueron quemados y los restos que no fueron incinerados se enterraron en la superficie. Nueve días más tarde, una unidad especial soviética encontró los restos, que fueron llevados aun cuartel en Magdeburgo. En 1970, fueron exhumados y destruidos.

Acá en América

En América podemos contar primero al Gral. Porfirio Díaz, quien murió en el exilio en la ciudad de París luego de permanecer en la presidencia de México por 31 años , y sus restos jamás fue devuelto, por cuestiones políticas, a la tierra que lo vio nacer.

Sobre otros dictadores que gobernaron  en América, no sabemos cuál fue el fin de Marcos Pérez Giménez  en Venezuela, Rojas Pinillas en Colombia, Stroesnner en Paraguay, aunque sí el triste fin de Anastasio Somoza, quien fue arteramente asesinado en Argentina.

Aquí en Venezuela otro ejemplo del perverso juego de la manipulación y la  mentira lo fue  la muerte de Hugo  Chávez, en  ese entonces el Capitán venezolano Leamsy Salazar, quien desertó a los Estados Unidos, confirmó que el Presidente Hugo Chávez murió en Cuba, a las 4 de la madrugada, el 28 de diciembre del 2012, de un paro respiratorio.

Ocurrido el fallecimiento del presidente Chávez se  inicia así todo el teatro de los gobiernos de la Habana y Caracas donde afirmaban  que Chávez seguía vivo, eso  fue mentira, incluido el fraude de varias fotos donde presentaban al difunto, el 15 de febrero de 2013, «leyendo» el Grama, junto a sus dos hijas.

Hugo Chávez, según confirmó su guardaespaldas, murió en Cuba, aferrado al convencimiento dado por los miembros del gobierno de La Habana, encabezados por Fidel Castro  que con el tratamiento que estaba recibiendo, más la creencia de la aplicación de algunos cultos y actos mágicos en los que él creía, se recuperaría totalmente del cáncer que lo estaba consumiendo.

Hugo Chávez murió semanas antes del anuncio oficial que pronunciaría el gobierno de Venezuela, el 05 de marzo del 2013, fue tal el cinismo del actual presidente del país Nicolás Maduro quien fungía para ese entonces de vicepresidente cuando se dirigió al país visiblemente afectado  en cadena de radio y televisión y dijo lo siguiente;  «A las 16.25 hora local, de hoy 5 de marzo, ha fallecido el comandante presidente Hugo Chávez Frías».
De esta manera queda así al descubierto, el macabro engaño de dos gobiernos, que no se sentían preparados para dar la noticia a los venezolanos, porque temían perder el poder en las elecciones que le seguirían.

Ni hablar  de  la cantidad de veces que se había  anunciado el deceso de Fidel Castro quien luego de un tiempo y para desmentirlo reaparecía  sonriente aunque cada vez más desvencijado. Sin duda era el mismo Castro quien ponía  a correr esos rumores para burlarse de quienes todos los días, desde hace 55 años, le desean la muerte.

Hoy en el mundo  vivimos los mismos momentos de incertidumbre en medio de una pandemia que esta matando a miles de personas como lo es el mortal Convid-19.

Cadenas internacionales informan que el sanguinario dictador de Corea del Norte Kim Jong Un, ha desaparecido de la escena pública. Las especulaciones sobre su ausencia van desde el golpe de estado hasta la enfermedad por su sobrepeso. Puede que nos haga una broma parecida a las de su par cubano y lo veamos reaparecer, desde su obesidad alimentada con vinos y quesos franceses, burlándose de las especulaciones sobre su ausencia.

La supuesta muerte de Kim Jong Un  presidente de Corea del Norte, está en boca de todos los historiadores y algunos han animado a comparar los rumores con los del fallecimiento de su padre y antecesor, Kim Jong-il, quien tras su partida causó gran revuelo en todos los medios informativos del mundo.

En las democracias más consolidadas, especialmente las anglosajonas, los funcionarios públicos cuentan o dicen hasta lo que parecería superfluo en cualquier otra latitud: deslices amorosos, la extirpación de un tumor, alguna adicción aunque ya haya sido controlada o el hurto de un lápiz cuando estudiaban en la escuela primaria.

Pero cuando hablamos de secretismo, falta de transparencia o institucionalización de la mentira, el primer lugar debería otorgarse al gobierno de Venezuela. Gobierno que  no actúa como una dictadura al estilo estaliniano o norcoreano porque necesita simular que es democrático, por consiguiente tiene el deber de informar al colectivo. El problema está en lo que informa y cómo lo hace.

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