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¡Nada es lo que parece ser!

Antonio José Monagas

Las realidades confunden no sólo cuando se observan desde perspectivas atestadas por emociones de coyuntura. También, porque lucen asfixiantes según el brillo del sol o la sombra que imprime la luna en una noche de cielo radiante. Pero tanto como confunden las realidades cada vez que sorprenden la subjetividad de quien la vive con el sosiego que permite un momento de placidez, igualmente puede vivirla quien en medio de su locura es capaz de otearlas desde el nivel de intensidad que su delirio le permita.

De manera que en medio de lo que las realidades puedan marcar o dejar ver en la vida de cada quien, asimismo pueden alterar la visión del mundo imprimiéndole la fuerza idónea para modificar la línea de tierra que se posa ante cada quien. Por consiguiente, las realidades no son tan exactas como parecen ser. Igualmente, sucede en todo lo que existe más allá de lo que la percepción alcanza a describir.

En política, ocurre el mismo problema toda vez que las situaciones tienden a configurar lo que las pasiones políticas o ideológicas determinan en la subconsciencia de todo ser humano embutido en las construcciones, objeciones y argumentaciones que dictamina cada enfoque político.

Así puede referirse, el caso Venezuela. Por tanto, es propio que se susciten paradojas o conjeturas que hagan pensar, suponer o imaginar si, en efecto, se dan realidades tal como se exponen en consideraciones teoréticas de la importancia de la Constitución de la República. Por ejemplo: ¿que si Venezuela es en esencia un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia? ¿Qué si el Estado venezolano actúa en función de la defensa del desarrollo de la persona y del respeto a su dignidad? O que si ¿la República de Venezuela es un Estado federal descentralizado que se rige por principios tan fundamentales como la solidaridad, la libertad, la preeminencia de los derechos humanos, la democracia, la moralidad, la responsabilidad, la alternancia, y el pluralismo político?

Pudieran algunos estimar que sí. Desde luego, sería el caso si acaso la mente se encuentra jugando con atisbos ideológicos que ofusquen la mirada. Aunque contrariamente a ello, las realidades cuentan verdades diferentes. Verdades que despotrican de lo que cualquiera pudiera ilusamente pensar, hasta el hecho de admitir que sí son las cosas tal cual son consideradas. Esto así, bajo el enfoque político que el apasionamiento político le induzca complacidamente.

Sin embargo, aunque resultan engañosas, las realidades pueden pautar condiciones capaces de configurar lo que en efecto sucede. O incluso, que puede llegar a ser. Aunque no siempre acontece así. Particularmente cuando un problema ostenta apariencias que no terminan de evidenciar lo que en verdad se tiene o existe. Sobre todo, en política donde las realidades buscan ser disfrazadas. O cuando en su esencia, pintan condiciones o actitudes contrarias.

Así se tiene un adagio que reza que “no todo lo que brilla es oro”. Las apariencias son engañosas. De modo que si poco puede parecer lo que las realidades dejan ver o que en verdad son, pues igualmente cabe reconocer y aceptar que poco o ¡nada es lo que parece ser!

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