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Natalicio de Adriani y su legado

El 14 de junio se cumplieron 123 años del natalicio del economista Alberto Rómulo Adriani Mazzei (1898-1936). El hijo de los inmigrantes italianos de la isla de Elba, Giuseppe y María Caterina, establecidos en Zea, estado Mérida, fue un niño precoz cuya inteligencia fue detectada por su maestro de primaria, don Román Duque, y de secundaria, don Tulio Febres-Cordero. Realizó estudios de Derecho en Caracas entre 1917 y 1921; pero, nombrado cónsul en Ginebra, se inscribió en la universidad epónima y culminó allí la carrera de economía (Rojas, Armando, La huella de Alberto Adriani, Fundación Alberto Adriani, Caracas, 1994).

Adriani formó parte de la Delegación de Venezuela ante la naciente Sociedad de las Naciones en la ciudad suiza y en Londres, al lado de Caracciolo Parra Pérez y Santiago Key Ayala. En esta última escribió el breve ensayo: Los Estados Unidos de Europa (1925), donde prefiguró la creación de la Comunidad Económica Europea, actual Unión Europea. Su antiguo jefe en el Ministerio de Relaciones Exteriores, de quien fue su asistente, el excanciller Esteban Gil Borges, subsecretario de la Unión Panamericana en Washington para 1926, le nombró jefe de la oficina de agricultura de la predecesora de la Organización de Estados Americanos (Grisanti, Luis Xavier, Alberto Adriani (1898-1936), Biblioteca Biográfica Venezolana, No. 64; director: Simón Alberto Consalvi, El Nacional y Bancaribe, Caracas, 2007).

El joven Adriani regresó a su natal Zea luego del Crack de la Bolsa de Nueva York, en octubre de 1929, el cual desató la Gran Depresión de los años 30. Mientras acompañaba a su padre en las labores de agricultor del café y de ganadero, comenzó a analizar y escribir artículos y ensayos breves que son hoy clásicos de la literatura económica de Venezuela. Tres de ellos, La valorización del café y nuestra economía nacional, La crisis, el cambio y nosotros (1931) y El dilema de nuestra moneda y la situación económica venezolana (1934), confirman su condición de visionario y agudo analista económico (Adriani, Alberto, Labor venezolanista, introducción: Arturo Uslar Pietri, Academia Nacional de Ciencias Económicas, sexta edición, Caracas, 1989).

Como el otro gran economista inglés, John Meynard Keynes, a los 33 años Adriani predijo que la apreciación continua del Bolívar (o el abaratamiento del dólar americano), causada por el súbito ingreso derivado de la exportación de petróleo, ocasionaría una contracción de las actividades de bienes transables (agricultura, cría y la incipiente industria) y una bonanza de las actividades de bienes no transables, como las mercancías y servicios importados, el gasto público, los inmuebles y la especulación financiera; todo lo cual perjudicaría la producción nacional, desestimularía las exportaciones y haría que la economía dependiera fundamentalmente de la renta petrolera, impidiendo el crecimiento y el desarrollo diversificado de la economía nacional.

Adriani advertía que el anclaje del Bolívar (o la negativa a devaluarlo) respecto de divisas fuertes como el dólar estadounidense o la libra esterlina, apreciaba (encarecía) la moneda nacional, provocando una elevada demanda de bienes y servicios importados en detrimento de la producción venezolana. Todo ello agravado por las devaluaciones competitivas que realizaban los países exportadores y competidores del nuestro en los principales rubros agropecuarios (café y cacao, principalmente), para no perder mercados en medio del colapso de los precios de las materias primas (que cayeron entre 40% y hasta 80%) durante la Gran Depresión.

Por las razones expuestas, el economista merideño recomendó entonces, entre otras medidas de política económica, fiscal y monetaria, devaluar oportuna y adecuadamente el signo monetario nacional. Inclusive, alcanzó anticipar que, aún después de la recuperación de los precios y de la economía mundial, la agricultura y la cría y la incipiente industria manufacturera se quedarían rezagadas o se contraerían irremediablemente si no se corregía la sobrevaluación cambiaria.  

Casi 50 años más tarde, la revista The Economist denominaría este fenómeno, detectado por Adriani, como la Enfermedad Holandesa, la cual ha padecido Venezuela desde entonces. Ella pudo mitigarse desde la transición democrática iniciada por el presidente Eleazar López Contreras, a partir del histórico Programa de Febrero (corredactado por quien sería su ministro de Agricultura y de Hacienda hasta el 10 de agosto de 1936, cuando, repentinamente, falleciera a los 38 años).

La muerte no le permitió al esclarecido estadista venezolano dirigir la creación de una de sus propuestas más acariciadas, el Banco Central de Venezuela, el cual sería fundado por el presidente López y su director de gabinete en el Ministerio de Hacienda, el Dr. Manuel R. Egaña, más tarde ministro de Fomento (Grisanti, Luis Xavier, Adriani, Egaña y Uslar Pietri: un modelo de desarrollo para Venezuela, conferencia en la Fundación Casa Arturo Uslar Pietri, Caracas, 11 de mayo de 2013).   

Las políticas de industrialización y de sustitución de importaciones, junto con una sana administración macroeconómica del país durante varias décadas, pudieron haber amortiguado en alguna medida el efecto negativo de la Enfermedad Holandesa sobre las actividades de bienes transables en Venezuela; pero la predicción sustentada en sólidos análisis del Hijo Ilustre de Zea se materializaría de manera intensa y con graves consecuencias, después de las bonanzas petroleras de los años 70 y los años 2003-2014; siendo ésta una de las causas de la prolongada contracción económica del país (2014-2021), acicateada por la dañina mentalidad rentística de la sociedad venezolana.  

@lxgrisanti

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