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No a la guerra

El régimen madurista le ha declarado la guerra al país. El discurso de violencia y odio que dirigía a sus organizaciones políticas adversas, a países extranjeros que supuestamente buscaban derrocarlo y detener su “revolución” y a todos aquellos que tenían la ocurrencia de cuestionar sus desastrosas y dañinas iniciativas como las OLPs y los CLAPs, ha acabado por desbordarse y se ha convertido en cruentas acciones bélicas de muerte y exterminio contra todos los venezolanos.

Esta realidad tiene su expresión más dolorosa en la escalada de violencia represiva que se ha venido sucediendo contra las manifestaciones pacíficas de esta última semana. Tan sólo en Caracas, tres jóvenes fueron atropellados con unas tanquetas de la GN y el menor Armando Cañizales fue asesinado por el impacto de una rolinera en el cuello. Son varios los testimonios de cómo los efectivos de la Guardia Nacional amenazaban de muerte y tortura a los manifestantes.

Ya es evidente que las acciones de los cuerpos de seguridad no son de contención o prevención sino de ataque. En las protestas sucedidas el miércoles 3 de mayo, se emplearon tácticas  que impedían el retiro de los manifestantes, cuando se presentaron situaciones en las que se bombardeó por ambos extremos la marcha en una clara acción de emboscada. Ya no se está impidiendo el paso a puntos de la ciudad, -de por si una clara violación de derechos constitucionales-; se está atacando a las personas antes de que las marchas se inicien, emboscando y agrediendo, buscando generar la mayor cantidad de heridos. Los insultos y amenazas que profieren los represores responden a un entrenamiento de deshumanización y criminalización del “enemigo”,  característico del condicionamiento de soldados en el frente de guerra.

El régimen madurista está llevando a cabo un ataque armado contra la población civil, utilizando incluso grupos paramilitares ilegales, los llamados colectivos. El mismo miércoles 3, en sucesos ocurridos en la Urbina, algunos de estos grupos entraron a residencias y cometieron actos vandálicos con el acompañamiento de efectivos de la GN. En estos hechos se sucedieron actos de violencia en los que también fueron heridos tanto militares, como incluso un agente de la policía de Sucre.

La escalada de violencia en un país como el nuestro, con ya altos índices en materia de criminalidad y homicidios, con un alto número de armamento ilegal en las calles y con instituciones del Estado desprestigiadas y secuestradas por el régimen, solo puede conducir a situaciones de anarquía y conflictividad que tendrán un alto costo en vidas en la población.  De manera irresponsable y criminal, para mantenerse en el poder, el régimen ha propiciado un enfrentamiento entre fuerzas armadas, militares y paramilitares, contra  la sociedad civil venezolana.

Hay que hacer un llamado constante y sostenido a los integrantes del aparato militar y policial venezolano, para que tomen conciencia del crimen que están cometiendo contra quienes podrían ser sus hermanos y padres. Es primordial que reconozcan que sus actos están abriendo la puerta no sólo a la instauración de un Estado Totalitario, sino de un país en guerra, empantanado en una conflictividad y muerte abrumadora que puede prolongarse por años. Si no se detiene esta locura que Nicolás Maduro y los suyos han desatado, las consecuencias para nuestro futuro serán nefastas.

Los venezolanos tenemos ahora el enorme y dificilísimo reto de mantenernos en la calle buscando nuevas formas de protesta, evitando que esta degenere en violencia, frente a una fuerza militar y policial armada. También, el de apoyar voces de descontento y disidencia como las emitidas por la Fiscal General de la República o incluso figuras públicas como Gustavo Dudamel, que puedan propiciar la toma de conciencia en quienes hacen vida dentro del régimen, y que contribuyan a impedir la consolidación de la dictadura.

El régimen madurista ha declarado la guerra a los venezolanos. Debemos denunciar este hecho criminal al mundo y hacer todo lo posible para detenerlo.

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