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No hay peor ciego que el que no quiere ver

La política es «la ciencia que trata del gobierno y de la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados.  Y es, asimismo, la actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a las sociedades de los países». 

Sin duda alguna, es una definición que denota una complejidad muy grande al tratar, básicamente, de cómo controlar y organizar algo tan influido por  la convivencia y la conveniencia del género humano. Pero, por sobre tan disímiles subjetividades,  sin embargo, la complejidad del concepto podría resumirse en el accionar bajo parámetros «lógicos y justos,» con la intención de lograr una convivencia armoniosa de la humanidad.

Ante tales diferencias interpretativas, lamentablemente, cuando la referencia se orienta hacia el tratamiento del desenvolvimiento de quien detenta el oficio de la política, se aprecia que este tipo de persona se inicia con el único interés de luchar por los beneficios y justicia social de sus semejantes, comunidad o país. No obstante,  a medida que va adquiriendo autoridad e influencias con su gestión, en esa misma manifestación de convivencia social  va creciendo su ego personal, su poder, de igual manera,  además de sus ambiciones y de sus necesidades de vida y de confort. Igualmente, se autoconvence de que para lograr sus metas y objetivos, tiene que formar equipos que, a su vez, exigen privilegios, favoritismos, posibilidad de ascender y de protección. Hasta que todo se traduce en la conformación de estructuras partidistas  con sus directrices, su organización, esquema directivo y sus respectivas ideologías, que, supuestamente, todas tienen como fundamento y principio primario luchar por el bienestar social común.

Sin embargo, allí no termina todo. Porque el peor de los problemas emerge es cuando esa amalgama de sentimientos, opiniones, intereses, motivaciones  y coincidencias no públicas, se expresa fielmente alrededor de estructuras partidistas en los que sus dirigentes, mucha veces autonombrados y no formados por sus dirigidos  desdibujan su génesis o finalidad, y sus miembros comienzan a anteponer sus intereses personales por sobre los de los intereses sociales o comunitarios, y sus integrantes dejan de ver a la «SOCIEDAD CIVIL» como sus mandante soberanos, creyéndose dueños del país. 

En términos generales, la «Sociedad Civil» es tolerante y pasiva.  Y, en peores circunstancias , inclusive, en respetuosa posición del juicio crítico y comparativo,  ante muchas realidades, el comportamiento obedece a lo que ciertos críticos califican de comportamiento propio de ganado vacuno, al no vacilar en asumir roles propios de que  mientras se mantengan en un potrero con pasto abundante y agua, a lo que hay que prestarle atención  es a su  movimiento y comportamiento. En vista de se está en presencia de realidades que inciden e influyen en el desenvolvimiento del rebaño, que pasa a ser pasivo cuando tiene pasto, en tanto que cuando el hambre y la sed se hacen presentes y el potrero se aprecia del otro lado de la cerca, la convicción que alimenta y estimula es otra. En principio, pasa a ser verde, la abundancia es de pasto  y de agua  abundante. Pero cuando  la verdad es otra, el rebaño rompe cercas, ataca y destruye. Lo que equivale a una motorización irracional de una explosión social. 

Ahora bien, en Venezuela ese potrero verde es lo que aprecia el ciudadano en un país lleno de riquezas malversadas, robadas y saqueadas.  Igualmente, ve que  un pequeño grupo de ciudadanos, estimulados por actos de complicidad alrededor del beneficio, disfrutan de esas riquezas en forma grosera. Es decir, en las condiciones que pasan a ser razones con base en las cuales  se terminan de convencer que los partidos políticos del país, durante  21 años no han logrado restablecer ni orden ni derechos constitucionales. ¿ Consecuencia: han perdido la confianza y la credibilidad en el régimen, en los partidos políticos y en sus dirigentes. 

Esto ha motivado a que la sociedad civil, que en un 90% de su conformación no está de acuerdo con el régimen actual, ha comenzado a organizarse para asumir funciones directamente. Ya realizó una consulta nacional, a la cual acudieron siete millones de  venezolanos sin recursos ni facilidades, y sí con muchos problemas y amenazas. Fue una participación ante la que  respondieron afirmativamente, pidiendo: cese a la usurpación, elecciones libres y transparentes, además de supervisadas,  y ayuda internacional para la recuperación del país.  

Ante el momento histórico en el que se encuentra el país, dada la actual situación de desconfianza y credibilidad hacia los partidos y sus dirigentes, sin duda alguna, se hace necesario que los PARTIDOS POLÍTICOS, parte innegable de lo sociedad civil, se incorporen a ésta. Pero que lo hagan como integrantes de un equipo nacional, representando a la ciudadanía en general,  con miras a desarrollar una lucha restauradora que permita nuevas caras de todo el país. De igual manera, que lo haga con experiencias y conocimientos, y que, de luego, asuman la tarea de reconstruir institucional y económicamente  al país, apoyados en un gobierno de transición. 

Cubierta esa fase, y sólo con ella superada debidamente, entonces,   luego se podría ir a unas elecciones libres, regidas por un Consejo Nacional Electoral, imparcial y supervisado internacionalmente. Y en el que los partidos Políticos, ya recuperados, reconstituidos y distinguidos por su única función de trabajar en beneficio de la sociedad civil, concurran con sus respectivos candidatos a un proceso electoral con sus programas y propuestas electorales para que los ganadores asuman la conducción del país.

De lo que se trata es de llegar a un desenvolvimiento eleccionario y una realidad política, ante los que el Soberano es el mandante y único dueño del país; también que  la Sociedad Civil Organizada es la única que puede lograr la unión ciudadana en torno a su LIBERTAD. 

Definitivamente, los partidos políticos, como parte integrante que son de esa Sociedad Civil, deben integrarse en la lucha común por la recuperación de la Patria. Y deben hacerlo permitiendo recuperar su credibilidad y oportunidad futura de conducir los destinos del país.

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