No hay que demonizar la negociación
La negociación es el método por excelencia para resolver conflictos y si esta, por las razones que fueren, no logra los objetivos que las partes o una de ellas considere que no se han alcanzado, no necesariamente ello tiene que conducir a la guerra para solucionar el impasse.
Nadie puede negar que la situación por la que actualmente está atravesando nuestro país es insostenible en el tiempo. Se han hecho en el curso de los últimos 4 años numerosos intentos para dar al traste con la prevaleciente y dañina circunstancia que nos envuelve, como en una densa niebla que no nos permite avizorar un futuro promisor.
Eso no puede significar que lo único que nos queda como mecanismo para solucionar el conflicto es el recurso de la guerra y, en particular, la que supuestamente encabezarían otras naciones con base en la necesidad de resolver la crisis humanitaria.
No dudamos que la presión internacional sobre el régimen existe y que en vez de disminuir se acrecienta, pero esta se orienta más hacia una nueva forma de organización política que actuaría como mecanismo de apremio, no solo hacia el Gobierno sino también con todos los factores fundamentales del país, para convencerlos de que hay una sola hoja de ruta que permite la recuperación de Venezuela y que ésta debe estar ceñida por la constitución vigente.
La Constitución de 1999 fue elaborada por la mayoría chavista de aquella época, pero hoy garantiza, si se aplicara, no solo los derechos humanos de todos, sino la institucionalidad requerida para ejercer una buena gobernanza y, podemos decir sin incurrir en exageraciones, que hoy tanto chavistas, del género que sea, como opositores de diverso cuño, pueden convivir y aceptar que se se cumpla, no solo en la letra, sino en el espíritu lo dispuesto en esa Carta Magna.
El camino a seguir para ir resolviendo la mayor parte de nuestros problemas está en lograr que se acaten todas las disposiciones que han sido pisoteadas, y que se apliquen todas las disposiciones en ella contenida que restablezcan la plena vigencia de un auténtico sistema de gobierno democrático.
