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No se puede andar en procesión mientras repican las campanas

Para los católicos, la Semana Santa es sinónimo de reflexión y de meditación para descifrar el significado y las acciones del Hijo de Dios. Amén de que  permite entender y justificar su sacrificio y tomarlo como ejemplo, acerca de cómo Jesuscristo, siendo el Hijo de Dios, decide tomar el lugar de los hombres y recibir el castigo para liberar a la humanidad del pecado.  Jesús, estando crucificado y sufriendo tantas torturas, dolores y horrores, sin embargo,  en sus últimos alientos de vida le pide a su Padre, ante la crueldad del hombre, «PERDÓNALOS, PADRE, QUE NO SABEN LO QUE HACEN».

Para los venezolanos, «perdonar» a los responsables de su situación  es difícil de aceptar, cuando ya, luego de  casi 24 años de grandes sacrificios, el país no se ha podido recuperar de la continua destrucción y miseria.

En esta particular época de Semana Santa, que para algunos significa recogimiento y meditación, y que para otros implica una oportunidad de vacaciones, descanso y disfrute en familia, los días, sin embargo,  aquí han sido momentos de grandes sorpresas, asombro y más desesperanza.

Hace apenas días, en Ciudad Juárez, en México, murieron 40 refugiados Suramericanos, y, de ellos, 14 eran miembros de la triste y lamentable diáspora venezolana. La narración sobre lo sucedido afirma que murieron calcinados, encerrados en un «REFUGIO» tan sólo de nombre, porque se trata de recintos que  no son más que cruentos, inhumanos e infernales corrales de encierro para humanos.  Se trató, en fin, de seres humanos cuyo único pecado fue intentar sobrevivir, mientras se dedicaban a buscar un mejor futuro, otro bienestar y firmes condiciones de progreso, es decir, de aquello que hoy lucen convertidos en la negación de una posibilidad cierta en el país donde nacieron algún día. 

Ese triste y doloroso suceso aconteció sin que, hasta ahora,  las autoridades venezolanas hayan reclamado la realización de  las investigaciones pertinentes al país anfitrión, México. Dicho de otra manera, al  país que se le considera  causante y responsable de la tragedia en referencia, y de no haber asistido a los familiares de las víctimas calcinadas.

Adicionalmente, esta semana, tal cloaca volcánica, en Venezuela  se ha destapado una oleada de acusaciones por supuestos  robos y la apropiación de dinero y patrimonio de la nación, por y entre  caimanes del mismo caño. De hecho, las denuncias involucran a decenas de funcionarios responsables de la conducción de  altos cargos, como medios del régimen, además  de supuestos  cómplices que incluyen a  Ministros, Presidentes de Bancos y/o empresas gubernamentales, además de  Directores y relacionados.

En fin, se trataría de  los mal llamados «ENCHUFADOS» y de otros  que, a la vez que se les identifica con nombres y apellidos, sirven de figura pública para que, penosamente, se  proyecten como  referencia para que se continúen identificando  y destapando a diario  los desempeños referenciales de nuevos delincuentes.

¿Quiénes son?. ¿Cómo arribaron a las posiciones de administración que luego les permitiría desempeñarse en operaciones y manejos turbios, hasta llegar a decisiones en forma continua al hecho de apropiarse de decenas de miles de millones de dólares?.

Desde luego, escuchar  tales acusaciones y apreciar posteriormente a representaciones gubernamentales informando, con descaro, que el Estado venezolano no tiene dinero para aumentar el mísero sueldo mensual de $6, a  millones de militares y empleados públicos, el efecto es duramente grave desde el punto de vista moral. Porque,  además, les exhortan a convertirse en EMPRENDEDORES para lograr  «redondearse» sus ingresos, mientras todo se traduce en la evidencia del hecho común y final, como es es en la proliferación de modestos trabajadores inducidos a convertirse en corruptos o en abusadores de autoridad.

En estos días de meditación, reflexión  acerca del futuro de Venezuela, hay que recordar, según narra la sagrada Biblia, que «Jesús apareció ante una multitud en el templo. Y que, estando inclinado escribiendo en la tierra, le dice a aquellos que insistían en que una mujer que había cometido adulterio, debería ser muerta apedreada». Y JESUS les dijo, «TODO EL QUE ESTE LIBRE DE PECADO, QUE ARROJE LA PRIMERA PIEDRA». Pero  la multitud se retiró sin lanzar nada.

Lo lamentable es que, en Venezuela, aquellos que son  acusados de ladrones, no escuchan la palabra de Jesús o se las ingenian para que se le reste importancia a las acusaciones. Mientras que, por otra parte, los pecadores no sólo han lanzado la primera piedra a los nuevos acusados; es que, además,  aun habiendo lanzado una cantera completa  de piedras y de  peñones, las responsabilidades de los hechos no se han convertido en lo que se necesita, es decir, en que funcionen  como demostración o punto de partida  que evidencien lo que realmente traducen los discursos políticos. Nunca para que se minimicen o se subestimen  los hechos que han convertido al país en un lamentable y cuestionable espectáculo administrativo. 

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