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Nobel de la paz a India y Pakistán

Se supo que no había favoritos entre los 278 candidatos de la lista. Tantos como nunca. Sin embargo, se especulaba y hasta se apostaba por algunos nombres. Los mejores ubicados eran: el Papa Francisco, el controversial empleado del servicio secreto estadounidense Edward Snowden y la alumna adolescente paquistaní Malala Yousafzai. Se mencionaba también al defensor de derechos humanos ruso-blanco Ales Bialiazki y al médico Denis Mukwege, que atendía a las víctimas de violaciones en la República Democrática del Congo. Pero también al diario ruso de oposición Nowaja Gaseta.

Otros pensaron, que el premio no se otorgaría este año, como ya había sucedido 19 veces antes. Las numerosas guerras que tienen en suspenso al mundo: los combates en Ucrania y las tensiones con Rusia, el conflicto en Gaza, el resurgimiento de las pugnas militares en Libia, la guerra en Siria y la avanzada de la milicia terrorista Estado Islámico que precipita a todo el Medio Oriente en inquietud y alarma, parecían indicarlo. ¿A quién querrían honrar los miembros del Comité del Nobel en Oslo por sus esfuerzos por la paz mundial, ante esa terrible realidad?

A pesar de ello, el Comité dio una señal alentadora en este año de guerras. El galardón concedido a la escolar de 17 años Malala Yousafzai, una musulmana, es una negación a cualquier desviación religiosa radical. Y que el premio sea compartido con un hindú, Kailash Satyarthi (60), envía un claro mensaje de potencial conciliación a las dos naciones vecinas, hostiles, enemistadas y, lo más angustiante, potencias nucleares.

Según el Comité, ambos recibieron el premio „por su lucha contra la opresión de los niños y los jóvenes y por el derecho de todos los niños a la educación.“ (http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/peace/laureates/2014/press.html)

Con ello, el Comité dio muestras de sensibilidad política mundial. Razones suficientes, pero no únicas, para ser optimistas. 

Malala Yousafzai

Recibió el premio debido a su lucha por el derecho de los niños, particularmente de las niñas, a tener educación, contra miembros del Talibán, que casi la asesinan hace dos años en su ruta hacia la escuela, disparándole en la cara. En sus memorias I am Malala, escritas conjuntamente con la reportera británica Christina Lamb, narra cómo fueron emboscadas ella y sus dos compañeras por miembros del Talibán. Pero sobrevivió y está usando su voz a conciencia. Esa historia tiene una fuerza inusitada, no por ser la historia de la tragedia de unas niñas, sino por la fe que contiene.

Antes había denunciado, en varios bloggs para la BBC, el comportamiento de las milicias islámicas que habían tomado el control del distrito donde vivía. Ello le valió ganar la ojeriza del Talibán y su deseo de venganza, pero también el Premio de la Paz paquistaní. Y en 2013 el premio Saccarow.

“Mientras los muchachos y los hombres podían ir y venir libremente por el pueblo, mi madre y yo no podíamos salir sin la compañía de parientes varones, ¡así fuera un niño de cinco años! Esa era (es) la tradición.” “Y decidí tempranamente no ser así.”

Es una hija en una nación en la cual las hijas solo generan conmiseración, en lugar de ser motivo de celebración. Pero tuvo un padre que se sentía orgulloso de haberla traído al mundo y que creía en su derecho a la educación. “Malala será libre como un ave”, dijo él, según escribe la hija (http://link.email.washingtonpost.com/r/2GZNC0/4C5JV1/EY0U7Z/ZB27BXG/XHP57H/50/h).

Le rescataron la vida para que siguiera trabajando por su ideal. Eso la obliga.

También se hizo ganadora del Premio de Derechos Humanos de la Unión Europea.

Malala vive en Gran Bretaña, quiere dedicarse a la política y regresar a su país, a pesar de las amenazas de muerte recibidas de los bárbaros religiosos. Sin importarle el atentado, Yousafzai continúa trabando, con la ayuda de su padre, por el derecho a la educación, para lo cual ideó su propia fundación, la Fundación Malala para la Educación, la que, según manifiesta ella misma, colecta donaciones, mundialmente, para proyectos educativos innovativos.

Su modelo es Benazir Bhutto, la asesinada Primera Ministra de Pakistán, en 2007. Los jóvenes necesitan íconos y la resuelta joven del distrito Swat se ha transformado en un ícono para la juventud, que ya no se quiere dejar oprimir más.

Aun cuando esos deseos y actitudes encuadran en cualquier época y nación, son particularmente adecuados en la actualidad, en la cual terroristas radicales conducen una guerra ideológica contra quienes piensan diferentemente. Además, con su desbordada brutalidad desacreditan al Islam como religión monoteista.

Siendo la ganadora más joven del Nobel de la Paz en la historia del premio se puede pensar, que 17 años son pocos para ese honor y que faltarían aun muchos logros concretos para justificarlo. Pero optimistamente considerado, debe ser visto como una acertada inversión para el futuro.

Y como tal, es obvio que se espera mucho de Malala. Su trabajo (¿o su misión?) apenas comienza. Deberá instruirse mucho. Hay mucho que hacer en países como China, Arabia Saudí, Nigeria, Afganistán. Y el suyo propio. En Pakistán y Afganistán el Talibán les quiere quitar a las jóvenes y adultas el derecho a la educación, para lo cual también destruyen sus escuelas. ¿Será, acaso, su gran enemigo?

No podemos dejar de recordar las fechorías de los guerreros islamistas de Boko Haram en Nigeria. También ellos matan y raptan a niñas, solo porque ellas quieren ir a la escuela.

Pocos días después del rapto de las niñas, Yousafzai ya se había incorporado a la campaña para pedir su devolución y llamado la atención en muchas naciones por el destino de las mismas.

Lo mismo practican los guerreros del IS en su autodeclarado Califato en Siria e Irak. La lucha de Malala es actual, peligrosa e inmensa.

Kailash Satyarthi

Graduado en ingeniería eléctrica y postgrado en ingeniería de alto voltaje, luego docente en la universidad de Bophal, trabajo al cual renunció en 1980 por lo que sería su pasión por los niños abusados.

Tiene detrás de sí un extenso trabajo contra la esclavitud de niños en Surasia. En 1980 fue electo Secretario General del Frente para la Liberación del Trabajo de Servidumbre y se propuso, desde entonces, trabajar por la eliminación de la desigualdad social y la esclavitud, especialmente de los niños. En 1989 fue cofundador de la Alianza Sudasiática contra la Esclavitud de los Niños (SACCS) y desde 1992 su presidente.

La coalición agrupa a alrededor de 470 organizaciones en India, Pakistán, Bangladesh, Nepal, Bhutan y Sri Lanka. Participó en la introducción del sello de control Rugmark para identificar, monitorear y certificar voluntariamente a los productos, particularmente alfombras y afines, procedentes de empresas sin niños trabajadores. Con su participación fue posible construir dos centros de rehabilitación para niños ex-esclavos, uno en Delhi y otro en Jaipur.

Entretanto, ha podido abrir 18 centros de educación en varios estados de la India.

Satyarthi se decidió por una tarea que le ocuparía toda su vida: dar una niñez a los niños. Con su organización ha rescatado a miles de niños sumidos en la esclavitud y en la servidumbre, debido a deudas contraídas por ellos o sus padres. Según el censo oficial, en India existen 12,6 millones de niños que sobreviven recolectando basura, partiendo piedras, vendiendo frutas en quioscos de mercados, trabajando con escasa comida en fábricas de explosivos o de cualquier tipo de artesanía o, simplemente, sirviendo té. Muchas veces ha sido brutalmente golpeado debido a su trabajo.

En 1998 organizó la Marcha Mundial contra el Trabajo Infantil, que se desplazó por 80.000 kilómetros a través de los cinco continentes y concluyó en Ginebra, donde Satyarthi tomó la palabra en la 86 Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo, en junio de ese año. Por el trabajo y activismo de Satyarthi, la Organización adoptó la Convención No. 182 sobre las peores formas del trabajo infantil, que son actualmente las principales directrices para los gobiernos del mundo.

Satyarthi está convencido de que, en su país, el trabajo infantil hace crecer la pobreza y conduce al desempleo y al analfabetismo. Por lo tanto, está convencido y promueve el lema Educación para Todos. Nada de esto está alejado de las necesidades de muchas otras naciones en la misma materia. Vive en Nueva Delhi con su esposa y dos hijos, pero también ayuda a una serie de niños a quienes él y su organización han liberado de condiciones laborales semejantes a la esclavitud.

Participa actualmente en la agenda de desarrollo de la ONU para después de 2015, conocida como Objetivos de Desarrollo del Milenio, en los tópicos sobre trabajo y esclavitud infantiles.

Se ha hecho acreedor a más de una decena de premios internacionales. Aparentemente, ninguno de su país.

Reflexión final

Contra todo pronóstico, el Comité del Nobel para la Paz ha realizado una tarea diferente en 2014: galardonó a otros que luchan, a riesgo de sus vidas, por la paz y el desarrollo en sentido más amplio, por la noble causa de los niños explotados y sin educación.

Tal como las tres luchadoras por los derechos de las mujeres galardonadas en 2011 también con el Nobel de la Paz, dos de Liberia y una de Yemen. Una de las liberianas es actualmente la Presidenta de la pequeña nación de África Occidental, acosada y casi arruinada por la epidemia de Ébola.

Qué mejor y más estimulante es la distinción para una joven heroína paquistaní y su compañero de equipo indio.

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