Nostalgia

Maureen Gubbins Vásquez

Yo amo Chile, es el país que me dió la vida, el país de mis padres y mis abuelos y toda mi familia paterna y materna.

Me trae a mis raíces, a mi primera infancia, las vacaciones en Concón con mi hermano. A la carbonada, el pan con palta, los porotos granados, el pastel de choclo, las inigualables empanadas de pino y a mi hermosa Vińa del Mar.

Aún así, mi nostalgia por Venezuela es infinita. Su clima maravilloso, la alegria de la gente en sus playas, la ropa ligera, el entusiasta “Hola, vale, qué es de tu vida!”; el olor a cachito con un marroncito claro, a las puertas de cualquier panaderia.

La nostalgia de la risa fuerte y los abrazos apretados. Los grupos de amigos. La camaradería de cuarenta años de vivencias entre Caracas y Margarita. De amistades que se convirtieron en familia. Extraño mi casa, mi cama, mi sofá, mi cocina. La vista maravillosa al Avila, al meditar cada mañana.

Echo de menos las caminatas con mi vecina, quien me escribe: “Cuándo regresa veci? La estamos esperando”.

Extraño, extraño, extraño todo y con el frío del invierno, extraño más…

Entonces me enfermo, me deprimo, me parece que los minutos se convierten en horas y las horas en días y en meses eternos que no pasan nunca. Me esfuerzo, estudio, trabajo, conozco gente increíble, compatriotas chilenos realmente abiertos a tenderte una mano. Pero esa nostalgia que se lleva en el corazon, producto de un amor infinito, no se borra, está ahí, arrugándonos el corazón.

Me digo, este año es el año de sembrar y adaptarme, de dejar de querer tanto allá y acostumbrarme más acá.

Se que lo lograré, soy adaptable, pero cómo cuesta olvidar las costumbres, el sabor a lo conocido, dejar tu zona de confort.

Menos mal que hoy en Santiago salió el sol, está noche tenemos un “Darts & Beer” en la oficina y mucha gente linda alrededor.

Mi Chile y mi Venezuela, cómo me hubiera gustado que fueran limítrofes para ir y venir a mi antojo!

@maureengubbins