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Octavo collage sobre Rómulo Betancourt

Durante la clandestinidad política vivida entre 1937 y 1939, Rómulo Betancourt, además de dirigir, como se explicitó en el Séptimo Collage, la organización del Partido Democrático Nacional (PDN, tuvo otras dos importantes tareas: escribir un artículo diario en el periódico “Ahora”, que aparecía sin firma en la sección de Economía y Finanzas, y su concertación o relación con la minoría opositora en el Congreso Nacional en cuanto a la labor legislativa.

En lo que respecta a sus publicaciones en “Ahora”, fueron 678 artículos (el primero apareció el 9 de marzo de 1937, y el útimo el 19 de octubre de 1939), cuya recopilación completa fue hecha en 1992 en una obra de tres voluminosos tomos (con el título de “La Segunda Independencia de Venezuela”) por la Fundación que lleva su nombre.  En la presentación de esta obra, Luis José Oropeza escribe que “no hay tema ni inquietud de aquellos días que no tenga en la tinta caliente de su pluma, una idea que lo escrute, que lo indague apasionadamente, que lo revise con ánimo incisivo de incansable explorador de los acontecimientos sociales”; en una nota preliminar, Aníbal Romero dice que “la abundancia de temas que toca el autor, su ánimo polémico, sus fervorosas convicciones, su compromiso venezolanista, y su pasión de político y hombre de acción, se combinan en un testimonio excepcional de un tiempo y de un personaje decisivos para la modernización del país”; y Arturo Sosa Abascal, hace un estudio de más de 300 páginas  de esos artículos, en los que se enfatizan “los aspectos económicos del análisis sobre Venezuela, pero están también presentes los aspectos políticos y sociales, que dibujan una compleja visión del país”. Y en su libro “El Programa Nacionalista, izquierda y modernización, 1937-1939”, publicado en 1994, página 20, Sosa Abascal dice: “El eje unificador de la columna ‘Economía y Finanzas’ es el análisis de la situación venezolana y el planteamiento de proposiciones programáticas, desde la perspectiva de la ‘izquierda democrática nacionalista’ para su transformación”.

Del conjunto de esos artículos (donde se analiza la realidad venezolana de la época desde sus dimensiones política, económica y social) que Rómulo Betancourt publicó en el diario “Ahora”, comentaré en este Collage el problema del petróleo.

Un importante artículo de Betancourt, bajo la denominación de “La Industria Petrolera de Venezuela  Analizada desde Estados Unidos”, de fecha 16-17.2.39 (Tomo III, páginas 76-80), tiene datos y consideraciones de relevante significación. Allí Betancourt glosa una monografía económica suscrita por el señor John M. Leddy, un funcionario adscrito a dependencias del gobierno estadounidense,  reproducida en la “Revista de Fomento”, una revista oficial de Venezuela, lo que “da a sus conclusiones particular fuerza”. La primera constatación interesante que se hace en la citada monografía es que en Venezuel había una inversión total de capital extranjero en la industria petrolera  por un monto de 360 millones de dólares y que  de esta cifra correspondía a inversiones de Estados Unidos alrededor de 240 millones, lo que le aseguraba a nuestro país ocupar el tercer puesto de la producción petrolera mundial. La segunda constatación importante es que las compañías explotadoras  preferían exportar el petróleo en estado crudo a las islas de Curazao y Aruba, donde tenían instalaciones con una capacidad conjunta de refinación de 450.000 barriles de crudo por día, en tanto que de los 500.000 barriles diarios de petróleo que entonces extraían del subsuelo nacional apenas unos 10.000 barriles diarios se refinaban dentro de nuestro territorio. La tercera constatación que vale la pena destacar es que  México, Argentina, Uruguay  y Brasil participaban exitosamente en procesos de refinación petrolera para abastecer el mercado interno, lo que condujo a Betancourt  a ratificar en el artículo mencionado, su exigencia, hecha anteriormente muchas  veces, de que “el Estado venezolano debe abordar, directamente, el control de la industria de refinación en el país, estableciendo sus propias plantas y regulando severamente las actividades de las refinerías particulares que considere conveniente permitir”. La cuarta constatación que hace el señor Leddy es que entre el 80 y 90% del valor total de las exportaciones venezolanas correspondía al petróleo, industria controlada por empresas estadounidenses, británicas y holandesas. Esa realidad, conduce a Betancourt a la siguiente reflexión: “De modo tal que de la industria petrolera –la misma que reporta un ingreso bruto de más de 800 millones de bolívares anuales a las compañías imperialistas que la explotan-  apenas si se  benefician, en forma escuálida, el fisco (con alrededor de 80 millones anuales de bolívares) y el sector minoritario de obreros y empleados venezolanos de esas compañías (con alrededor de 40 millones anuales de bolívares). El resto de las ganancias siempre en ascenso no retorna a Venezuela, para fecundizar a su anemiada economía”. Por último, en su documentado artículo, Betancourt reafirma que “la tiranía prorrateó a piltrafas nuestro subsuelo entre cuatro grandes trust internacionales: la Royal Dutch Shell Company, la Standard Oil Company de New Jersey, la Gulf Oil Corporation de Pennsilvania y la British Controlled Oilfields, Ltd”.

Rómulo Betancourt enfatiza que el petróleo nacional  es “una riqueza en manos extranjeras de la que participa Venezuela sólo con los impuestos superficiales y de exploración”. Por eso, aboga por la modificación del sistema impositivo en el que privan los impuestos indirectos y por el establecimiento de la imposición directa a las empresas  extranjeras, que pasaría a ser la principal fuente de recursos para el Estado, puesto que son irrebatiblemente conocidas las grandes ganancias de las compañías petroleras que operan en Venezuela. Habría así más recursos para mejorar la situación social de la mayoría de los venezolanos y para la transformación y diversificación económica.  Aunque en un artículo del 18 de abril de 1938  elogia el decreto firmado por el presidente Lázaro Cárdenas el mes anterior que nacionaliza la industria petrolera de México porque “abre el ciclo de realizaciones en esta otra cruzada emprendida por América” y “se orienta a reconquistar las llaves de comando de nuestra economía, para ganarle a las grandes potencias colonizadoras del siglo XX, la segunda independencia de América”, aunque elogia ese decreto, digo, Betancourt sostiene  que en las condiciones de Venezuela no estaba planteada la nacionalización de la industria petrolera sino “venezolanizar el petróleo”, es decir, “incorporarlo al patrimonio de la República”. El razonamiento que hace es éste: “La fórmula mexicana de nacionalización no puede pantearse actualmente en Venezuela. Ni los más intransigentes nacionalistas consideran viable, ni oportuno en estos momentos, un decreto de nacionalización de la industria petrolera en nuestro país. Los objetivos concretos a que apuntan las fuerzas sociales interesadas en rescatar el petróleo para Venezuela son, en este momento histórico, los siguientes: aumento real de los ingresos fiscales y de las ventajas materiales que derivan el fisco y el trabajador nativo de la industria del aceite mineral; y comienzo de la explotación venezolana de la industria, en línea paralela con la realizada por el capital extranjero y utilizando exclusivamente capital nacional del Estado y de particulares”.

En cuanto a la concertación o relación de Rómulo Betancourt, desde la clandestinidad, con la minoría parlamentaria en el Congreso Nacional, a los fines de la labor legislativa, dice Alfredo Tarre  Murzi (Sanín, “López Contreras, de la tiranía a la libertad”, página  272) lo siguiente: “…la oposición al gobierno se concentró en el movimiento  clandestino a través del Partido Democrático Nacional (PDN) que dirigía Rómulo Betancourt desde su concha. Aumentaba el prestigio y la leyenda de Betancourt como gran dirigente de realizaciones  insospechadas, que desafiaba el gobierno y a la policía del gobernador  Mibelli. Pero Betancourt no solamente significaba entonces la mística de la acción revolucionaria, sino la orientación ideológica desde las páginas del diario ‘Ahora’, donde escribía la columna sobre economía y finanzas. Esa tribuna inspiraba a la minoría de parlamentarios de la oposición y era una cátedra para los nuevos líderes y  los estudiantes de izquierda”. En carta de fecha 23 de marzo de 1937 dirigida a Rómulo Gallegos, que era diputado por el Distrito Federal al Congreso Nacional, Betancourt le sugería que “en materia política consideramos que una cuestión candente, e inaplazable en cuanto a su planteamiento, será la del decreto de expulsión”  y exigirle al gobierno “la exhibición de las famosas ‘pruebas’ de la actividad comunista desplegada en Venezuela por los 47”. No cabe duda que la minoría democrática oposicionista, especialmente pedenista, representaba un frente de oposición legal al régimen desde el Congreso Nacional y otros cuerpos legislativos, y propiciaba debates políticos que no se permitían en la calle, presentaba proyectos de leyes y asumía posiciones favorables a una mayor apertura democrática, independientemente  de que  Betancourt fuera o no el “coordinador” de la actividad parlamentaria de esa minoría.

Continuaremos con las actividades de Rómulo Betancourt en la clandestinidad política 1937-1939.

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