A dos años de lo que no fue un titular

Un 8 de marzo, hace dos años, el servicio secreto ruso FSB, localizó el refugio en donde se escondía el líder separatista chechenio Aslan Masjadov, y lo asesinó. La noticia trascendió en la prensa rusa como una “prueba del éxito de Putin en su lucha contra el terrorismo”, mientras que en el resto del mundo, no pasó de ser más que un pie de página – en el mejor de los casos – de diarios y noticiarios.

Luego del 11-S, el gobierno de Moscú logró, hábilmente, relacionar a Masjadov con el terrorismo islamista cuando en realidad fue perseguido por tratarse del líder de la resistencia de una provincia secesionista soviética de mayoría musulmana que había humillado al ejército ruso. En 1999 Putin decidió que el acuerdo de autonomía para Chechenia, firmado en 1996 por su antecesor Boris Yeltsin, no le servía a sus intereses “patrióticos” y políticos, y, reanudó la guerra dejando un saldo de unas 300 mil víctimas civiles de una población de menos de 1 millón de personas.

Masjadov, que había ganado la presidencia de Chechenia con más del 60% de los votos en unas elecciones supervisadas por la Comunidad Europea, fue transformado – por decreto de Putin – de la noche a la mañana en un “terrorista” vinculado a grupos fundamentalistas como los que perpetraron la masacre del colegio de Beslán. El ex presidente chechenio nunca apoyó el terrorismo y promovía el regreso a la mesa de negociación con Moscú.

Al criminalizar Masjadov y luego, celebrar su asesinato, Rusia colaboró a que buena parte de la insurgencia chechenia se radicalizara y hoy sostenga alianzas con Al Qaeda y otras organizaciones terroristas islamistas.

Hace dos años, en una victoria pírrica que puso fin a la vida del único interlocutor legitimo y moderado de los chechenios, Putin sepultó cualquier posibilidad cercana a una resolución pacífica del conflicto, perpetuando una guerra en el cual, más del 10% de los habitantes de esa provincia, han sido masacrados.