Opinión Internacional

A esos países amigos de la OEA

Para entender el sentir de los que hoy protestan yo quisiera dirigirme a los delegados de los organismos internacionales, especialmente de la OEA, y decirles: vengan y salgan a las calles venezolanas y recorran los supermercados, visiten las cárceles, salgan a caminar de noche sin escoltas, intenten hacer el mercado de la semana como lo harían en sus países, den una vuelta por Agropatria, Lácteos Los Andes, o cualquier otra de las empresas expropiadas. Pregunten a la gente en la calle qué es un pran, o porqué tienen un número escrito en el brazo en la cola para comprar leche. Háganlo, y fórmense su propio criterio de la situación de primera mano, sin tomar por cierto todo lo que dice la prensa, o Maduro, o Machado.

Sé que no lo harán pues ustedes probablemente sean estadistas, gente educada, culta e importante en sus países que no arriesgaría su vida en las calles venezolanas. Así que déjenme ilustrar con tres ejemplos lo que la gente en la calle tiene en su mente.

1) Excluyendo a Venezuela, la suma de la inflación del 2013 de toda Sudamérica es de alrededor de 62%. Mientras solo la de Venezuela fue de 56%, con el índice de escasez general subiendo de 20% a 28% en un año. Y en vez de trabajar en producir, se nos quiere racionar la comida.

2) En 2013 hubo en Venezuela, según cifras del gobierno, 39 muertes violentas por cada mil habitantes (79 según el OVV), mientras en Colombia hubo 31, en México 27, en Panamá 16 y en Ecuador 11. Entiendan entonces, que a la gente en la calle ya le da lo mismo un balazo de un funcionario del Sebin, si de cualquier forma es probable que lo reciban en un semáforo, o comprando comida, o entrando en su casa.

3) La estafa al Estado hecha a través de Cadivi supera los 20 mil millones dólares. Eso que equivale a las reservas internacionales de toda Centroamérica. ¿Y saben ustedes quién está siendo juzgado por esa estafa? Nadie. Sin embargo, solo tomó una semana para inhabilitar, enjuiciar y condenar a un alcalde opositor. ¿Entiende la indignación que da escuchar al gobierno hablar de paz?

Me falta espacio para dibujar el panorama en su totalidad, pero estoy seguro de que entienden el punto de porqué esa parte inconforme del pueblo está protestando en la calle. Y sí, no es todo el país, es verdad ¿Protesta el 50%, el 60% o el 70%? No lo sé. Pero con que sea uno solo ya tiene derecho a ser escuchado ¿no lo creen? Bien, ahora multipliquen eso por millones, porque millones somos.

Pero para este gobierno el clamor de la protesta es intolerable. Al parecer no tenemos derecho a ser escuchados si exigimos soluciones. Así que por respuesta hemos obtenido de parte del gobierno una actitud déspota y sorda, y una sistemática descalificación y represión. No sé en sus países, pero en Venezuela cuando se está inconforme y las quejas fundamentadas no son escuchadas la opción no es callar, es gritar. Entonces la escalada de violencia, lamentablemente, ha ido en ascenso.

Ahora bien, la violencia enmascarada en capuchas y aquella vestida con uniformes es la más evidente, no por eso es la peor. La violencia que se ejerce con corbata es, por mucho, la más destructiva. Una vocera nuestra quiso elevar la voz más allá de nuestras fronteras y, una vez más, materializar el deseo de ser escuchados, y ustedes en la OEA le cerraron la puerta. Nadie esperaba que ustedes resolvieran los problemas de Venezuela, solo queríamos que escucharan nuestro testimonio, nuestra lucha, nuestro anhelo, y ni siquiera allí, en la OEA, lo permitieron ¿No es eso violencia? ¿Están trabajando en función de la paz o están contribuyendo a la escalada de asesinatos y represión? Una bala mata a una persona; un conglomerado de gobiernos cómplices puede destruir naciones enteras.

Ustedes tienen una responsabilidad muy bella. Ustedes representan ese ideal del pensamiento que le ha costado a la humanidad siglos de evolución cívica y moral para lograr el dominio sobre su naturaleza bárbara. Ustedes ejercen el poder en el campo santo de la diplomacia para evitar guerras a través del diálogo. Pero con la mano en el corazón quiero que se pregunten si con su proceder han honrado ustedes esa responsabilidad o si, más bien, están ahogando vuestra dignidad en petróleo. Los ojos del mundo están puestos en Venezuela, así que es la oportunidad de demostrar que la diplomacia es la alternativa correcta ante la violencia. Si se pierde la fe en el diálogo que representan, o peor aún, si ustedes mismos no creen en él, entonces estaría el mundo al borde de un abismo. Piénsenlo.

 

 

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