Opinión Internacional

A propósito de Auschwitz

La conmemoración de los 60 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz fue precedida de una importante ola mediática, en buena parte concertada entre los formadores de opinión e impulsada por diversas organizaciones judías. Es interesante observar cómo quienes tienen acceso a los medios de manera directa o indirecta pueden impulsar y obtener fuerte presencia mediática de un determinado tema, con una dirección definida, con propósitos concretos. Tal cúmulo de información sin duda llega a las comunidades y personas marcando y fijando ideas, sentimientos y enfoques, además de los temas mismos. Eso queda allí en el presente extendido, disponible para los siguientes contactos con el tema. Además, quienes escriben pasan a ser los referentes sobre el tema. Estos elementos se relacionan dinámicamente y se retroalimentan. Es un fenómeno típico de nuestra época comunicada y globalizada, y es interesante observar su comportamiento. Darse cuenta del inmenso poder de los medios de comunicación es entender de inmediato la altísima responsabilidad que tienen respecto a las comunidades, hoy enlazadas en red. Es también entender la importancia que le asignan a los medios de comunicación los dictadores de hecho o en vías de serlo, y su incesante lucha por dominarlos, controlarlos, direccionarlos, o suprimirlos.

Otro tema que se considera de interés es la maldad humana, la cual ha demostrado ser ilimitada. Cómo apenas hacen falta algunas pocas condiciones para que retroceda la civilidad y el autocontrol, dando paso a la crueldad, insensibilidad, odio, y demás pasiones bajas y destructivas. De ahí que sea tan fácil para cualquiera que observe con algo de atención, ver la enorme importancia que tienen las religiones en cuanto promotoras de creencias enaltecedoras del hombre y controladoras de la irracionalidad y violencia humana. Igualmente fácil es ver la necesidad vital de que las sociedades cuenten con instituciones fuertes e independientes, que detenten sólo una parte del poder público y que tengan contrapeso en los demás poderes e instituciones, así como también que existan mecanismos no violentos de resolución de conflictos y de promoción de legítimos intereses grupales, incluso de las minorías. De eso se trata, justamente, la democracia.

Llama también la atención cómo las sociedades son víctimas de sí mismas cuando son tomadas por fuerzas y grupos que propician cambios violentos que se traducen en sufrimiento de los débiles de siempre o de las nuevas víctimas atropelladas por los cambios virulentos que se imponen. Muchos advierten día a día el deterioro de las instituciones y de los liderazgos, muchos advierten la degradación de los valores tradicionales que le dan identidad a la comunidad, muchos intentan crear conciencia en los demás o actuar sobre la realidad material y política de su tiempo, tratando de detener la caída. Pero en muchas, demasiadas oportunidades históricas los pueblos han sido incapaces de detener el desplome de sus mundos. En general los pueblos se recuperan después, pero luego de largos o intensos períodos de gran sufrimiento, injusticia, horrores, pérdidas, etc.

La recordación de la experiencia tiene efectos en la forma de pensar y actuar de personas y comunidades. En este sentido la memoria personal y la colectiva requieren ser preservadas y ejercitadas. El olvido es en parte el camino natural de las experiencias humanas, ya que nuevas vivencias, expectativas, marcos de referencia van llenando los espacios mentales personales y colectivos, desplazando los contenidos previos. La mente humana va integrando los hechos en los tres tiempos, pero esa experiencia tiene lugar en el presente. Mantener viva la memoria es tener conciencia, y darse cuenta es una inmejorable base para ejercer la libertad.

La experiencia, en tanto vivencia pasada que se evoca en el presente, sirve como base, como sustrato, como ambiente de información disponible para relacionar datos de cualquiera de los tiempos de la conciencia. Opera como un detector, como un reconocedor de situaciones. La experiencia permite desestimar lo particular o casuístico y retener lo central, lo aplicable en nuevos espacios, escenarios y tiempos.

Respecto a los indescriptibles e incomprensibles horrores de la Segunda Guerra Mundial en general y de los campos de exterminio en particular, la difusión y la enseñanza sistemática de lo sucedido es tarea digna y humana.

Centrar la atención en el dolor y el sufrimiento tiene limitaciones porque las historias personales y familiares de las víctimas se completan en sí mismas, y el estupor e incredulidad del observador quedan congelados en su conciencia. Estudiar y comprender las condiciones que hicieron posible tales atrocidades hace que el hombre tenga conciencia de su infinita maldad e inhumanidad, y pone en la mente personal y colectiva los «marcadores», los indicadores de las reapariciones de tales elementos, direcciones y procesos que tienden a repetir las condiciones en que el mal se desencadena.

Desde el punto de vista del aprendizaje, la intensidad es un mecanismo de fijación de la memoria, así como lo son también la repetición y la asociación e integración con contextos de referencia.

Los aprendizajes derivados del dolor pueden ser muy profundos y elevadores, pero en muchos casos cristalizan fobias, angustias, temores, ideas irracionales, odios, resentimientos, autocompasión irreductible, etc. De modo que por sí solo, el sufrimiento no necesariamente genera derivaciones útiles, convenientes, o positivas.

En materia de asimilación y aprovechamiento de la experiencia, no sólo se aprende por el dolor. También y mejor, mucho mejor, se aprende por aciertos, por resultados positivos, por premios, por ambientes y experiencias gratificantes y estimulantes.

El filósofo español Manuel Reyes Mate, que ha dedicado muchos años al estudio exhaustivo de la historia y el significado de Auschwitz, vino a Caracas invitado por la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela con motivo de los actos programados para la conmemoración de aquel 27 de enero de 1945 cuando dicho campo de concentración y exterminio fue liberado por las tropas soviéticas que avanzaban hacia el Oeste. El Profesor Reyes Mate dictó varias charlas y conferencias, concedió entrevistas y publicó un escrito en la prensa. A su vez, fue el orador único del acto central de la conmemoración.

Las consideraciones expuestas por el Profesor Reyes Mate tienen un carácter moral muy grave y trascendente, y pueden ser resumidas en tres ideas que él define como las centrales : (…) «En primer lugar, el centro de gravedad de la memoria es y será la proclamación de la vigencia de la injusticia pasada». (…) «Esta se traduce políticamente, en segundo lugar, en conciencia de que nuestro bienestar relativo está construido sobre cadáveres y escombros, es decir, sobre esas injusticias pasadas cuya vigencia ahora proclamamos». (…) «Finalmente, sería absurdo tras lo dicho que hiciéramos hoy política con la misma lógica del pasado que la memoria denuncia».

El primer concepto deviene del hecho que la maquinaria de muerte que operó en los campos de exterminio tenía un componente particularmente perverso : El olvido intencional de las atrocidades, las víctimas y los victimarios. Para ello se diseñó el mecanismo que no dejara huellas, para que las víctimas fueran olvidadas física y hermenéuticamente. El olvido de la humanidad sería un acto de injusticia con las víctimas, por lo que la memoria equivale a justicia.

La segunda idea aplica al campo de la política y supone que la acción debe estar basada y orientada como reivindicación de la justicia por medio del recuerdo y la conciencia de lo que hay debajo y antes de la sociedad actual, que no es sino la injusticia perpetrada en los actos de terror y en el olvido planificado.

Por último, la tercera aseveración se refiere a que el progreso debe orientarse hacia el hombre y no construirse sobre el dolor y sufrimiento de los débiles de ayer y hoy.

En las palabras que pronunciara ante el público congregado en el acto solemne referido, el Profesor Reyes Mate concluyó con el concepto de que el sufrimiento de las víctimas de Auschwitz debe ser recordado, y que la memoria activa de ello constituye la reparación de la injusticia del olvido. Y que tal presencia del dolor y sufrimiento en la conciencia del hombre moderno es y debe ser el centro de la ética, la moral y la acción política.

Para quien esto escribe, el sufrimiento no es ni debe ser el centro ni la base de la conciencia, ni de la ética, ni de la acción política. El recuerdo del dolor experimentado por otros en el pasado es un acto necesario para el hombre de hoy. Pero se considera de mayor valor e impacto duradero a la promoción, enseñanza y búsqueda de ambientes ricos en experiencias positivas y motivadoras.

Con todo respeto a la erudición y dedicación del filósofo Reyes Mate, y con toda consideración a los puntos de vista de aquellos que comparten la visión del filósofo.

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