Opinión Internacional

Afganistán: ¿comodín petrolero de Washington?

Economía global retrógrada: malas noticias para el petróleo…

(%=Image(4531659,»R»)%)Los temores de una expansión de la guerra en Asia Central y el involucramiento de otros gobiernos, grupos extremistas o pueblos musulmanes en el conflicto -por solidaridad islámica- hizo que los precios del petróleo se “disparan” en días anteriores –hasta US$ 4 por barril. No obstante, esta alza tuvo, como ya ha ocurrido tradicionalmente desde 1973, una base fundamentalmente especulativa. Seguramente, unos altos precios del petróleo contribuirán a una agudización de la inconsistencia y la debilidad económica mundial, la cual se ha mantenido de manera sostenida durante el último año.

En la actual coyuntura no resulta conveniente que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), insista en recortar nuevamente su producción. En últimas declaraciones la OPEP ha manifestado la posibilidad de reducir la producción en unos 500 mil barriles diarios para contribuir con el apuntalamiento de los precios del crudo. No obstante, la Organización todavía no tiene una postura sólida y algunos socios han expresado ideas contradictorias acerca de los recortes de producción. Los precios, los cuales venían experimentando un descenso sustancial en los últimos dos meses –de hasta US$ 5-, se vieron mayormente afectados por la presión negativa que en términos psicológicos –lo cual se ha traducido en el plano material-, tuvieron los atentados terroristas del 11 de septiembre contra objetivos en las ciudades estadounidenses de Nueva York y Washington.

El estancamiento, y la ya segura recesión de la economía estadounidense para el último trimestre del año, ha mantenido su influencia negativa sobre las economías de Asia Pacífico, Japón y Europa; tal como ha venido sucediendo durante el último año; sólo que esta vez de manera más aguda.

En tal sentido, la OPEP podría considerar el escenario de sobrevivir para los próximos meses con unos precios más bajos del petróleo, incluso por debajo de la conocida “Banda de Precios” -22-28 dólares por barril para contribuir con la recuperación de la economía global –precios unos US$ 4-5 por debajo. Altos precios para la energía, no contribuirían con la dinamización de la economía mundial. Al menos desde el plano de lo implícito, el mayor socio de la Organización, Arabia Saudí, no ha hecho el menor pronunciamiento acerca de una necesidad de defender precios iguales o superiores a los US$ 25. Resulta motivo de atención la actitud del gobierno de Riyad, el cual hasta hace poco era de los primeros promotores en sostener precios altos, pese a la debilidad de la economía estadounidense y mundial.

Cifras disponibles indicaron que por primera vez en unos 20 años ocurrió una ‘recesión global’ en el 2° trimestre con un descenso de 0,3 % en el producto mundial bruto, luego de un crecimiento de apenas 1,4 % en el 1er trimestre. Los observadores más optimistas habían pronosticado un crecimiento económico anual quizás de un 2 % para este año, comparado con 4,8 % en el año 2000, pero algunas publicaciones especializadas (“The Economist”, 31/8/01), sugirieron que la situación podía aún empeorar en Estados Unidos: El aumento en el número de desempleados afectaría los gastos del consumidor que habían mantenido la economía a flote durante el 2° trimestre.

No obstante, en el último trimestre del año y durante el primero del año 2002, podría experimentarse una recuperación, aunque modesta, de los precios internacionales del petróleo. La llegada del invierno conllevará a un incremento del consumo y a una caída de los inventarios, los cales deberán comenzar su recuperación a principios del año 2002. En apariencia –a partir de unos primeros indicadores- pareciera que será la estación invernal algo intensa este año. En EE.UU., por ejemplo, el invierno 2000-2001 fue 16% más frío que el período 1999-2000, y 3% más frío de lo normal (API, jun. 2001). El curso del invierno y la intensidad del mismo, podrían contribuir a una recuperación de la demanda, aunque en términos coyunturales, pese al sostenimiento de la inconsistencia económica tanto en los EE.UU. como en el resto de las economías más importantes del mundo.

No obstante, algunos analistas piensan que los acontecimientos del 11 de septiembre incidirán negativa y agudamente en los pronósticos sobre el crecimiento de la demanda, incluso con un invierno intenso en el hemisferio norte. En lo que va de año la Agencia Internacional de Energía (AIE), ha reconsiderado hacia la baja en 7 oportunidades sus estimaciones acerca del incremento de la demanda para el año 2001. Incluso antes de que ni remotamente se pensara en la posibilidad de los sucesos en los EE.UU., ya la AIE había vaticinado un crecimiento del consumo en apenas 500.000 barriles diarios.

En aquel entonces se pensaba que eran pronósticos demasiado pesimistas y que tales escenarios se materializarían solamente en el marco de unas economías estadounidense, asiática y global en recesión. Ese momento parece haber llegado. Antes de los atentados terroristas en contra de Nueva York y Washington se hablaba de una desaceleración o ralentización aguda de la economía estadounidense y de sus consecuencias sobre otros países dependientes en mayor medida de exportaciones hacia los EE.UU., pero las perspectivas de recuperación para el tercer trimestre del año 2001 y primero del año 2002 estaba también en el “abanico” de posibilidades. En la actualidad, pareciera que los pronósticos de la AIE –los cuales de ninguna manera estaban considerando ataques terroristas a EE.UU.-, pudieran cumplirse.

Aún así, una producción OPEP de 26,4 millones de barriles diarios durante el 4° trimestre podría ocasionar una baja de 36 millones de barriles diarios en los almacenamientos globales, o de unos 16 millones de barriles en aquellos de la industria en los países del OCDE. Los días de consumo anticipado continuarían en 54 para comienzos del año próximo (API, oct 2001).

En la coyuntura actual, los precios del crudo podrían mantenerse estables, por debajo del nivel aspirado por la OPEP hasta antes del 11 de septiembre –US$ 25- si la Organización acepta la necesidad de no presionar con nuevos recortes el ascenso del precio. Asimismo, la Organización podría contribuir a la estabilidad del precio, sin necesidad de nuevos recortes, cumpliendo disciplinadamente las cuotas de producción que entraron en vigencia a partir del 1ro de septiembre del año en curso. El “excedente” producido por encima del límite acordado para los 10 miembros (de 24,2 millones) en julio y agosto habría sido de 484 y 719 mil barriles respectivamente –un volumen significativo (Arabia Saudita e Irán habrían contribuido con unos 400 mil barriles a la sobre-producción de agosto). Así, la mayoría de los observadores han estimado que el “nuevo techo” de 23,2 millones fijado a partir del 1° de septiembre, como se señaló, podría ser superado en unos 500 mil barriles diarios.

Asimismo, la OPEP deberá hacer un seguimiento estricto a la producción de Irak, la cual ha oscilado de manera dramática en los últimos 4 meses. Los cambios bruscos de producción de Irak, ha sido uno de los factores que más ha incidido en las consideraciones del resto de los 10 socios de la OPEP para adelantar los recortes de producción durante el año 2001. Las disputas con el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han ocasionado violentas fluctuaciones en las exportaciones de Irak, desde 240 mil barriles diarios en julio –pasando por 1,4 millones en julio- hasta 2,2 millones en agosto. El Consejo de Seguridad, finalmente decidió una extensión del programa “Petróleo por Alimentos” a partir del 4 de julio pasado, el cual se prolongará hasta el 30 de noviembre próximo.

Cabe recordar que en junio el gobierno de Bagdad decidió suspender sus exportaciones por los desencuentros con la ONU. En aquella ocasión las consecuencias psicológicas de la decisión iraquí fueron conjuradas por la disposición del resto de los socios del la OPEP –especialmente Arabia Saudita-, de aumentar inmediatamente la producción si la ausencia de Irak causaba escasez. De cualquier modo en el ámbito físico del mercado, la ausencia de Irak no sería absoluta. Bagdad señaló que continuaría cumpliendo con los contratos contraídos antes del 5 de junio y, adicionalmente, tendría que continuar honrando lo compromisos “fijos” que posee con países como Jordania o Siria, los cuales están por el orden de los 400.000 barriles diarios.

El debilitamiento de los precios del crudo durante los últimos 3 meses, podría tener un efecto negativo importante en los proyectos de inversión en exploración y explotación de las corporaciones petroleras privadas y compañías estatales. El balance del año 2001 y las expectativas a corto plazo sobre este particular, seguramente serán objeto de influencia negativa, incluso si los precios del crudo repuntan coyunturalmente por los motivos antes señalados. Tanto la evolución de la oferta OPEP como la No OPEP, arrojará un saldo final poco alentador. El aumento de la producción No OPEP podría estar por el orden de los 500 mil barriles diarios.

Los bajos precios del crudo, podrían tener efectos negativos sobre los precios de gas natural, especialmente el metano, y sobre los proyectos de desarrollo de proyectos de exploración, explotación e infraestructura de transporte.

Bush y sus “fantasmas” domésticos

(%=Image(5417569,»R»)%)La respuesta militar de los EE.UU. en contra del régimen Talibán de Afganistán, pareciera obedecer, en parte, más a la necesidad del Presidente George W. Bush de salvaguardar su futuro político que al trazado de una política exterior consistente, sólida para los próximos años, tanto con relación al rol de los EE.UU. en el sistema global, como con respecto a su papel en el conflicto árabe-israelí. Satisfacer los compromisos domésticos del gobierno pareciera haber sido la primera consideración de Bush. La actitud del gobierno estadounidense pareciera querer corresponder al sentimiento revanchista de buena parte de la sociedad de ese país. Da la impresión de que Bush intenta con la acción militar en Afganistán, no solamente responder a Los ataques del 11 de septiembre en el plano de las relaciones globales, sino también el plano doméstico. Sobre él todavía pesa la sombra de la inconsistencia e ilegitimidad de su elección. Al parecer esta crisis le ha abierto la puerta para intentar atenuar su oscuro pasado electoral reivindicando el “orgullo” estadounidense a costa de un enemigo tan difuso como escurridizo.

La actual coyuntura bélica ha dejado de lado, y fuera del foco de la atención de la sociedad estadounidense y de la del mundo, las ya numerosas contradicciones, tanto en el plano doméstico como internacional, que causó Bush en sus primeros meses de gobierno. La negativa de Bush a suscribir el Protocolo de Kioto (1997), su insistencia al establecimiento del escudo antimisiles, en detrimento del tratado ABM (1972) firmado con la ex Unión Soviética para la contención de la carrera de las armas redestrucción masiva fueron de los temas que el plano internacional se cuestionó la postura del gobierno estadounidense. A esto debe sumársele el desprendimiento y el desinterés que la actual administración republicana ha mostrado con relación a la resolución del conflicto árabe-israelí. La falta de presión política por parte de Washington sobre Israel por la consecución de la paz con los palestinos y la ausencia de cuestionamientos a los excesos de Tel-Aviv en cuanto sus respuestas militares a la agresión palestina ha dejado mucho que desear y han contribuido a la exacerbación de ánimos en sectores árabes y musulmanes.

No podría decirse que los ataques terroristas a Washington y Nueva York fueron propiciados por la actitud del gobierno de Bush con relación al conflicto palestino-israelí, pero tampoco debería descartarse la idea de una condición catalizadora por parte de la misma. En su defecto, la postura del gobierno estadounidense en los últimos meses en lo que a la disputa entre judíos y palestinos se refiere, pudo haber contribuido a consolidar el sentimiento anti estadounidense de los terroristas y reafirmar ese compromiso las tareas que adelantaban y la causa a la cual decidieron adherirse.

En el ámbito doméstico, Bush, antes de la crisis propiciada por los ataques terroristas, también enfrentaba importantes cuestionamientos acerca de su voluntad de intensificar las actividades exploratorias y de explotación petrolera en el Refugio de Vida Salvaje en Alaska, en el marco de plan de reestructuración de la política energética de Washington. El Plan Energético, como se le conoce al voluminoso documento, ya recibió, en la totalidad de su contenido, la aprobación de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense y espera por la aceptación de la Cámara del senado. La presente crisis internacional, podría retrasar estas deliberaciones por varios meses. El Plan Energético propone un conjunto de alternativas y cursos de acción político-técnicos para reducir la dependencia energética, especialmente petrolera, de los EE.UU. del abastecimiento externo.

Lo cierto es que una vez que haya pasado lo “grueso” de la coyuntura actual, seguramente el asunto de Alaska saldrá nuevamente a la luz y, finalmente, materializarse la agudización de acciones petroleras en la ecológicamente sensible zona de Alaska, podría Bush tener que correr con un importante costo político, el cual podría ser de peso en sus aspiraciones de reelección.

Al oscuro pasado electoral podría sumarse, como elementos en contra de Bush a la hora de su intento de reelección, los cuestionamientos sobre la explotación petrolera en Alaska y, si por casualidad, Bush no logra la recuperación convincente de la economía de los EE.UU. en los próximos 3 años, lo tendríamos en frente de un futuro escenario electoral bastante adverso para él. A esto podrían sumarse errores en el manejo de la política exterior, especialmente en el conflicto palestino-israelí. Bush ha hecho importantes esfuerzos en los últimos meses para que la situación económica de los EE.UU. no alcance un estado recesivo, el cual se ha vislumbrado cada vez como más cercano. No obstante, de no lograr este gobierno republicano recuperar la economía del país, cualquier crédito político o militar ante el electorado podría verse empañado sustancialmente por la incapacidad en la conducción de la economía. Algo similar a lo que le ocurrió a su padre y lo cual conllevó a la pérdida de la reelección ante Bill Clinton.

Por otro lado, la crisis actual pareciera haber abierto la posibilidad de que Bush, atendiendo a las expectativas de parte de la sociedad estadounidense, intente ganar legitimidad sobre su estadía en la Presidencia. La ausencia de respuesta militar por parte del gobierno actual estadounidense, posiblemente le habría acarreado un costo político importante a Bush con importantes repercusiones electorales. No obstante, cabe destacar que aun cuando parte de la sociedad estadounidense podría haber estado exigiendo la identificación de culpables y clamando retaliaciones militares, también están esperando que estas se adelanten siempre sin la pérdida de vidas humanas. La importante cantidad de muertos que arrojó en su oportunidad la guerra de Vietnam y el impacto psicológico que causó en la sociedad estadounidense la televisación de la misma, generó importantes traumas que todavía hoy día tienen vigencia. Un efecto similar en la psiquis colectiva del pueblo estadounidense tuvo la acción militar en Somalia durante el gobierno de Clinton. Es por ello que desde entonces las distintas administraciones que han tenido que afrontar acciones bélicas en el extranjero, tienen especial cuidado de maximizar los esfuerzos por preservar la vida de los soldados estadounidenses.

Podría decirse, que los esfuerzos de Washington por el desarrollo de la tecnología militar para el desarrollo de acciones bélicas a distancia después de 1975, no solamente responde a nuevos enfoques de cómo hacer la guerra desde el punto de vista técnico, sino también desde la perspectiva socio-política –bajo los condicionamientos del ámbito doméstico.

Afganistán: ¿comodín petrolero de Washington?

(%=Image(9799466,»L»)%)En lo que al ámbito global corresponde, –y desde el punto d vista político-, la respuesta bélica de los EE.UU. luce más como una caricatura, que como un ejercicio formal de política exterior seriamente planificada a la luz de los abruptos cambios de sistema global, el cual se transforma paulatinamente en una maraña de relaciones complejas que dificultan cada vez más las aspiraciones hegemónicas de Washington. El gobierno estadounidense ha movilizado una maquinaria bélica a un costo de cientos de millones de dólares para atacar a un país rural armado de manera rudimentaria.

El mundo de valores culturales universales –estadounidenses-, de hegemonía político-militar de Washington y de multipolaridad económica con preeminencia estadounidense vaticinado por Francis Fucuyama, a principios de la década de los noventa, pareciera estar muy lejos de materializarse. Por el contrario, en la actualidad el mudo es un manojo de tensiones, de pueblos que “tiran de la cuerda” tratando de establecer y consolidar su discrecionalidad sobre un determinado pedazo de terreno. Asimismo, pugnan por reivindicar aquellos valores culturales y ontológicos que fueron durante siglos reprimidos por el colonialismo, el imperialismo y la tan cacareada Guerra Fría.

En la actualidad, la creciente diversificación de los actores globales, ha convertido la guerra entre estados en una de las versiones del enfrentamiento bélico. Los intereses de grupos o individualidades pueden perfectamente trascender, a través de distintos medios, las fronteras del espacio donde hacen vida física trasladando sus ideas o acciones a cualquier lugar del planeta. En la actualidad, aun cuando todavía resulta una tesis, se ha puesto de manifiesto la necesidad de revisar nuevamente los postulados de Samuel Huntington y su choque de civilizaciones.

Por otro lado, pese a que el derecho internacional público aun continúa montado sobre las bases de las relaciones entre estados, la realidad desborda el marco jurídico y los intereses de cada actor, dependiendo de su influencia en el sistema global, genera entornos “jurídicos” a la medida de sus necesidades.

Otra de las características del sistema global actual es la maleabilidad de los organismos internacionales –aún cuando siempre lo han sido, resulta más descarado hoy día. Decir que han estado ausentes de la coyuntura actual pareciera no corresponderse con la realidad. Por el contrario, organismos como la OTAN, la ONU, han servido, con sus posturas de apoyo bajo la presión estadounidense, para legitimar las acciones de Washington en contra de Afganistán. Ciertamente, el rol de estos cuerpos colegiados no ha sido el que se esperaba. Los EE.UU. no ha canalizado políticamente sus ataques a través de los organismos multilaterales de rigor, especialmente el Consejo de Seguridad de la ONU como lo hizo durante la coyuntura de 1991 en contra de Irak. Claro está que en aquella ocasión el ataque no fue perpetrado directamente en contra de los EE.UU., sino de sus intereses en el Medio Oriente.

Lo cierto es que aun cuando los EE.UU., como cualquier otro país, tiene derecho a la retaliación expresa ante ataques externos las formas políticas, para el mantenimiento del equilibrio internacional, indican que habría sido conveniente la consulta por parte de Washington con relación a sus ataques sobre Afganistán.

Desde el punto de vista político –bajo la premisa de la necesidad de un orden global más equitativo- las acciones de Washington parecieran no estar en el camino más conveniente, incluso para los EE.UU. mismos. No obstante, la coyuntura que abrió los ataques terroristas del 11 de septiembre han dado la excusa perfecta para que Washington busque generar nuevos mecanismos de consolidación para garantizar sus intereses energéticos en la Región del Medio Oriente y la región de Asia Central.

El “entendimiento” al cual ha llegado Washington con Turkmenistán, país ribereño del Mar Caspio; y con Pakistán abre la posibilidad de que importantes tuberías (oleoductos) desemboquen en la ruta marítima océano Mar Arabigo-Oceáno Indico-Oceáno Atlántico sin necesidad de cruzar Irán y, por supuesto Rusia. Cabe recordar que desde hace casi 10 años, después de la desarticulación de la ex Unión soviética, los EE.UU. ha intentado participar en la explotación petrolera en el Mar Caspio, como en efecto lo está haciendo, pero se ha negado a que los nuevos oleoductos atraviesen Rusia o Irán. Al parecer, últimamente Washington parecía haberse resignado a tal idea. De hecho en el Plan Energético que elaboraron un conjunto de expertos para el Presidente Bush en julio del presente año, recomendaban que Washington, para garantizarse suministros desde el Mar Caspio, debía flexibilizar y armonizar relaciones con Teherán y Moscú. Eso permitiría, según el informe, que los EE.UU. diversificaran sus fuentes de suministro y redujeran su dependencia petrolera del Medio Oriente o de Venezuela.

Captados los gobiernos de Afganistán y de Turkmenistán a la “causa” estadounidense, resulta necesario transformar la estructura política de Afganistán cambiando al Talibán, grupo de acérrimos anti estadounidenses, por un régimen afecto a Washington como pudiera ser uno de coalición entre la llamada Alianza del Norte y el ex rey Afgano. Un gobierno en Kabul, afecto a los EE.UU. facilitaría el tendido del oleoducto desde el Mar Caspio excluyendo a Moscú y Teherán.

De cualquier manera, los recursos energéticos importantes en la zona o se hayan restringidos a las riberas del Caspio. Turkmenistán alberga en el desierto de Karatum, la tercera reserva de gas más importante del mundo –aproximadamente 3 billones de metros cúbicos. Adicionalmente, este país posee 6 millardos de barriles en reservas de petróleo. Otros campos de gas y petróleo en los países adyacentes al Caspio –Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán-, aumentan las potenciales reservas de la región e incrementan el atractivo económico de la zona. Asimismo, dan un mayor valor geopolítico y geoestratégico con relación a la región del Golfo Arabe-Pérsico.

Aun cuando todavía no existe una cifra exacta acerca del volumen de reservas petroleras del Mar Caspio, se estima que la región, según datos optimistas, alberga al menos 200 mil millardos de barriles de crudo, los cuales podrían coadyuvar a parte del abastecimiento energético de Europa, China, Asia Pacífico y EE.UU. en los próximos 20 años.

En el Mar Caspio, sobre el cual todavía pesa una importante controversia entre sus países ribereños por el asunto del estatus jurídico de esa importantísima masa de agua, se pronostica un aumento de unos 500 mil barriles diarios en el año 2010, en comparación con los producidos el año 2000 –en el campo de Tengiz en Kasakstán. Tomando en cuenta el reciente descubrimiento de Kashangán, este país podría estar produciendo hasta 2 millones de barriles diarios en el año 2010, comparado con los 700 mil del año pasado. Las reservas probadas de Kashangán, han sido estimadas ahora en 10 mil millones de barriles. Por otra parte, se estima que Rusia, la potencia regional, posee reservas en la región por el orden de los 12 mil millones de barriles, mientras que Irán, país que juega al contrapeso por un lado y a la cooperación con Moscú, por otro, posee unos 5 millardos de barriles.

¿Se prolonga la era de hegemonía global estadounidense?

(%=Image(8619672,»R»)%)Uno de los debates que se adelantan en la actualidad es acerca de las implicaciones que los ataques terroristas en contra de los EE.UU. tendrán con relación a la hegemonía político-militar de Washington a nivel global.

En principio, habría que decir que difícilmente los estadounidense podrán volver a sentirse invulnerables en el futuro. En segundo término, la evolución del sistema global, como se señaló, pareciera estar “distribuyendo” progresivamente las capacidades entre actores tradicionales, como los estados nacionales, y los que han surgido a propósito, en parte, de la nueva dinámica comunicacional y massmediatica global.

Paulatinamente, el fortalecimiento, pos distintas vías, de actores contrapuestos o resistentes a la política exterior estadounidense les dificultará cada vez más a éstos la imposición unilateral de los puntos de vista de Washington en los asuntos globales.

Por otra parte, aun cuando en la actual coyuntura diversos actores han manifestado su solidaridad con los EE.UU. en la lucha antiterrorista, la agenda global sigue contemplando una serie de problemas en los cuales la posición estadounidense no ha sido compatible con la de otros actores como la Unión Europea, China o Rusia. La resistencia que éstos venían haciendo al unilateralismo estadounidense en los últimos años recobrará vigor una vez que el “grueso” de esta crisis con Afganistán pase. Para ese momento el asunto del protocolo de Kioto y el recalentamiento global, el escudo antimisiles o el apoyo irrestricto de los EE.UU. a Israel volverán a ser foco de discordia. Quizá entonces no haya tanta “solidaridad” hacia Washington.

Con relación a la relación de los EE.UU. y el mundo musulmán, cabe destacar que a la fecha Washington ha contado en sus distintos momentos con el apoyo de gobiernos no de los pueblos, los cuales en buena medida se encuentra alejados de las posturas de sus élites políticas. En tal sentido, la exacerbación de ánimos en estas sociedades podría ser del todo inconveniente tanto para sus dirigentes políticos, como por ejemplo las petromonarquías del Golfo Arabe-Pérsico, como para los EE.UU. mismos.

En definitiva, la hegemonía global estadounidense pudiera comenzar a resquebrajarse paulatinamente en los próximos años, más todavía cuando pese a su poderío militar ya nadie, seguramente, le tendrá el mismo “respeto” que existía antes del 11 de septiembre.

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