Opinión Internacional

Alegría de tísicos

La inmensa mayoría de los venezolanos probablemente tenga que buscar en un diccionario lo que significa “tísico”, porque hace ya bastantes décadas que la tisis o tuberculosis pulmonar, dejó de ser la enfermedad incurable que lentamente consumía la vitalidad de quien tenía la desgracia de padecerla, y que originó el cruel refrán: “Eso es alegría de tísico”, resumiendo así la tristeza sentida por un observador ante la presencia del alborozo de alguno de los enfermos terminales de esa patología; y queriendo decir: ¿De qué se ríe… si está condenado a morir irremediablemente…?

Sin embargo, no me estoy refiriendo a la patología biológica, sino a la patología política que le está provocando alborozo—desde la reciente elección como presidente de Bolivia de Juan Evo Morales Aima—a los correligionarios de Fidel Castro Ruz, Hugo Rafael Chávez Frías, Luiz Ignacio Lula da Silva, Néstor Carlos Kirchner y Tabaré Ramón Vásquez Rosas—que está también siendo celebrada desde Europa, por los correligionarios de José Luis Rodríguez Zapatero y Jacques René Chirac.

Con altas probabilidades, ya Ricardo Froilán Lagos Escobar tiene tiempo pensando—sin soltar prenda—en la frase que constituye el título de este escrito; ya que, él silenciosamente le ha hecho el fó a los arriba mencionados—dejando de paso; completamente desnudo—a Teodoro Petkoff y a su bodrio (que él llama “libro”) titulado: Dos Izquierdas. Y el fó de Lagos—no tengo razones para pensar diferente—se debe sin ninguna duda al haber palpado personalmente durante un par de décadas la realidad de la economía de libre mercado, que ha colocado a su país a la vanguardia del progreso social de América Latina, y de haber comparado sus resultados con las fantasías marxistas.

¿Cuántos países latinoamericanos han electo a presidentes socialistas?; súmenle a Cuba, y después comparen esa cantidad, con la cantidad de países que conformaban a la megapotencia mundial, también poder nuclear y espacial llamado Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y así podrán comprender porqué llamo al alborzo de los marxistas latinoamericanos actualmente en el poder “alegría de tísicos”.

Estos eran los países socialistas soviéticos; indicando entre paréntesis, sus superficies en kilómetros cuadrados: Rusia (17.075.400), Kazajstán (2.717.300), Ucrania (603.700), Turkmenistán (488.100), Uzbekistán (447.400), Bielorrusia (207.600), Kirgizya (198.500), Tayikistán (143.100), Azerbaiyán (86.600), Georgia (69.700), Lituania (65.200), Letonia (64.500), Estonia (45.100), Moldavia (33.700) y Armenia (29.800).

Y a esos países, súmenle sus satélites socialistas contemporáneos: Afganistán, Alemania Oriental, Argelia, Bosnia Herzegovina, Bulgaria, Camboya, China, Corea del Norte, Croacia, Chipre, Checoslovaquia, Egipto, Eslovenia, Finlandia, Hungría, Laos, Libia, Noruega, Polonia, Rumania, Suecia, Túnez y Yugoslavia.

Y entonces pregúntense: ¿De qué se ríen los socialistas latinoamericanos?, especialmente, porque en vez de hacer como China que echó al cesto de la basura todas las falsedades económicas que inventó el desquiciado e intolerante alemán, llamado Karl Marx, y encauzar a sus países, hacia una economía de libre mercado, como la descubierta—no inventada—por el economista escocés, Adam Smith, están siguiendo los pasos de Lenin y Stalin, que como todos sabemos conducen a la generalización del atraso y la pobreza y finalmente al colapso económico.

Venezuela está sobreviviendo del petróleo NO RENOVABLE, mientras su población crece en un promedio superior al medio millón de habitantes cada año, y que requieren de la creación cada año de esa misma cantidad de empleos; y de suficientes alimentos, viviendas, aulas de clase, camas de hospital, vías y medios de transporte y de comunicación masivos para sólo mantener el estatus socioeconómico actual; que es el de una generalizada pobreza. ¿Quién puede alegrarse ante esta deprimente realidad?

Y uno puede darse perfecta cuenta de que los socialistas venezolanos no están gobernando—es decir, produciendo los empleos, etc., enumerados arriba—porque basta con apagar el televisor para que el gobierno desaparezca. Y algo similar ocurre en los otros países latinoamericanos con presidentes socialistas.

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