Opinión Internacional

Apertura cubana y cerradura venezolana

A primera vista, la tendencia hacia la descompresión económico-social del régimen cubano y la orientación colectivista del régimen venezolano, podrían ser identificadas como contrapuestas, y en cierta forma lo son en cuanto al curso específico de las políticas en marcha. Pero lo son menos si se aprecia el contexto general de ambos sistemas, y el objetivo final de consolidar un modelo estatal de hegemonía política con determinados y tutelados espacios para la «autonomía» de algunos sectores no-oficiales. Cuba está comenzando a transitar la ruta entre un comunismo ortodoxo-sovietizante y un esquema con ciertos elementos característicos del modelo chino o vietnamita. En el dominio totalitario va de más a menos, y no tanto por razones ideológicas sino por el afán de continuismo de la dinastía Castro Ruz, en un escenario post-Fidel. Supone bien Raúl Castro que la transición debe comenzar antes de que la figura intimidante de su hermano ya no esté para contener los ímpetus de cambio. Se ha propuesto ser una especie de Deng Xiaoping pero en vida del Mao antillano. Venezuela, al revés de Cuba, está siendo empujada hacia el despotismo socialista o neo-comunista, pero desde una larga trayectoria de gobernabilidad democrática en el siglo XX. En materia de dominación hegemónica va de menos a más, y no sólo en el departamento de los controles políticos sino también en el de los económicos y socio-culturales. Y además, existe una bisagra o relación sinérgica entre la neo-dictadura venezolano y la orto-dictadura cubana: ésta se co-financia con aquélla, y al mismo tiempo La Habana le provee personal e instrumental a Caracas para el redoblamiento del poder bolivarista. Los puntos de partida son, por tanto, completamente distintos, como también hay diferencias sustanciales en las estrategias aplicadas para proceder con los «cambios» respectivos. En Cuba, del hermetismo monopólico se va hacia la conformación de franjas socio-económicas de relativa desregulación, pero en Venezuela se ha ido de un sistema básicamente abierto –en el marco del petro-Estado tradicional, a otro de hiper-intervención y creciente estatización. Ahora bien, el puerto de llegada de los correspondientes desplazamientos tiene mucho más semejanzas que diferencias. Un Estado férreamente sometido al comando de la «revolución», una economía centralizada pero con gavetas particulares para el intercambio privado, y un conjunto social con determinadas esferas de actividad propia, siempre y cuando éstas no supongan un riesgo cierto para el mantenimiento de la hegemonía. La apertura cubana y la cerradura venezolana, por tanto, tienen un imbricado denominador común a pesar de la diversidad de origen. Otra cosa, desde luego, es que Fidel, Chávez y Raúl alcancen esa misma plataforma para la perpetuación «revolucionaria». 

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