Opinión Internacional

Bolivia, el eslabón más débil

En un artículo publicado hace un par de meses (07-10-06) en Internet, Heinz Dieterich anunció un golpe de estado contra Evo Morales para el pasado 11 de octubre. El golpe no ocurrió, pero el Presidente Chávez acaba de insistir en que la asonada está en marcha, impulsada por “la oligarquía latinoamericana arrodillada al imperialismo norteamericano”, advirtiendo que “Venezuela no se va a quedar de brazos cruzados ante la agresión”.

Semanas atrás, el Embajador de Venezuela en La Paz había expresado que “si por alguna razón estuviera amenazada la hermosa revolución boliviana y nos solicitaran nuestra sangre y nuestras vidas, aquí estaremos”.

No se trata de simple “retórica”, como gusta calificar el Departamento de Estado cada pronunciamiento de Chávez. El 26 de mayo de 2006 los Presidentes de Venezuela y Bolivia firmaron un acuerdo para construir bases militares en distintos puntos de la frontera boliviana, provocando la inmediata reacción de Perú, Chile, Paraguay, Argentina y Brasil. Mientras la oposición política boliviana se oponía al convenio, el Ministro de Defensa de Bolivia, Walker San Miguel, aclaraba que el acuerdo tenía fines pacíficos.

San Miguel finalizó pactando con sus vecinos la construcción de “módulos mixtos fronterizos”, ofreciéndole a Perú y Paraguay compartir los puestos y discutiendo acuerdos militares con Chile y Argentina.

En realidad, el alerta de Dieterich tenía una base firme: el ex jefe del Ejército boliviano, el General (Re) Marcelo Antezama, había lanzado una proclama golpista señalando que las FAN bolivianas estaban molestas porque “de un poder neoliberal estamos pasando a un poder netamente socialista, el eje Cuba-Venezuela”. El militar dejó en el aire una amenaza: “Si los políticos no cumplen, van a actuar las Fuerzas Armadas”.

Morales tiene otros problemas. Debe redefinir la relación de Bolivia con Brasil, molesto por el cambio en las reglas de juego de la explotación y suministro del gas boliviano a ese país y negociar con Chile la salida al Pacífico bajo la premisa “gas por mar”. Pero, sobre todo, enfrenta una fuerte oposición que reúne a las provincias de la llamada “media luna de Oriente” (Beni, Santa Cruz, Pando y Tarija), donde se concentran los yacimientos de hidrocarburos y las riquezas agroganaderas, con los partidos de oposición, la Central Obrera Boliviana, los comités cívicos, los sindicatos mineros y los terratenientes. La oposición impulsa un paro general y una huelga de hambre “para redefinir las reglas del juego político”. Esa “redefinición” daría al traste con la intención de Morales de incorporar a Bolivia al proceso revolucionario indígena-bolivariano.

Chávez tiene razones de sobra para estar preocupado por el destino del gobierno de Evo Morales.

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