Opinión Internacional

Brasil ahora es “chinadependiente”

Desde abril que China es el principal socio comercial de Brasil. Con una balanza comercial de u$S 3.200 millones, el gigante asiático desplazó del primer lugar a EE.UU. (con u$s 2.800 millones), durante 80 años el favorito para los brasileños.

El agravamiento de la crisis económica global durante el primer cuatrimestre de este año trajo una merma en la demanda de productos brasileños por parte de Europa y EE.UU., pero a la vez un incremento en las compras desde China. Así, en los primeros cuatro meses de 2009, las exportaciones brasileñas a China crecieron un 66,7% comparadas con igual período de 2008, y de ellas, el 77% correspondió a commodities, especialmente mineral de hierro y soja y sus derivados. Mirado desde la otra cara de la moneda, las colocaciones comerciales brasileñas representaron apenas el 1,4% de las compras chinas en el mundo. Y de lo exportado por China a Brasil durante el primer cuatrimestre, casi todo -el 97,7%- fueron productos industrializados.

La relación comercial con China, calificada por el canciller Celso Amorim como «la más importante del eje Sur-Sur», comenzó a reforzarse en mayo de 2004, cuando el presidente Lula viajó a Pekín con una comitiva de 400 empresarios. En ese momento, Brasil era el socio comercial más importante para China en América Latina. A su vez, Pekín era el cuarto socio mundial para Brasilia. Aquella gira de 2004, sin embargo, no terminó en meros «cuentos chinos»: Petrobras inauguró su primera sucursal pekinesa y se multiplicó de manera exponencial el comercio bilateral (el de 2008, de u$s 36.000 millones, fue 12 veces mayor que el de 2002 y cuadruplicó al de 2006). También, claro, hubo algunas pruebas de amor en el camino, como que Brasilia le otorgase a China el status de «economía de mercado».

China, por su parte, también supo devolverle favores a Brasil. La crisis mundial le brindó en bandeja una oportunidad de oro (negro): asociarse con Petrobras a través de la ayuda financiera. En particular, para hacer frente a la exploración de los promisorios -y costosos- yacimientos del pre-sal en la cuenca offshore de Santos. En ese sentido estuvo el acuerdo firmado a fines de febrero entre el vicepresidente chino Xi Jinping y el gobierno de Lula, por el que el Banco de Desarrollo de China (CDB por sus siglas en inglés) otorgó un crédito de u$s 10.000 millones para exploración. A cambio, Petrobrás se comprometió, una vez comenzada la explotación de los yacimientos pre-sal, entregarles a la estatal PetroChina y a Sinopec, entre 100.000 y 160.000 barriles diarios a precio de mercado.

Pero la sociedad comercial entre los gigantes sudamericano y asiático promete reforzarse en la visita que Lula y un centenar de empresarios realizarán a China entre el 18 y el 20 de este mes. En Brasilia y en San Pablo apuestan a que la comitiva brasileña volverá con varios paquetes bajo el brazo. Entre ellos, la colocación de aviones de Embraer en la compañía de aviación estatal china, el desembarco de una filial del banco CDB en San Pablo, además de la apertura del mercado para carne de pollo y cerdo brasileños. Pero, por sobre todo, las fichas están puestas en un acuerdo que firmarían Petrobras y la china Sinopec junto con el CDB para la explotación conjunta del pre-sal de Santos. Una muestra más de la disputa de China con EE.UU. por los intereses hidrocarburíferos en Sudamérica: hace pocos días, el Eximbank (banco para comercio exterior de los EE.UU.) dio a Petrobras una línea de financiamiento por u$s 2.000 millones. Habrá que ver cuánto quieren aportar, desde su lado, los chinos, ahora los primeros socios de Brasil.

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