Opinión Internacional

Bush viaja a China

(%=Image(2932128,»L»)%)Washington (AIPE)- En su visita a China, el presidente Bush confrontará el reto de lograr un acuerdo positivo y provechoso con China. El presidente norteamericano se refiere a las relaciones con China como “buenas”, pero “complejas”. Ultimamente ha predominado la complejidad. Pero eso no es nada nuevo. Dejar que el Congreso maneje esas relaciones sólo añade incertidumbre y complejidad.

EEUU debe comprometerse a mantener una abierta relación con China y China debe cumplir con un desarrollo pacífico. Poco se lograría tratando siempre a China como una amenaza, en base a sus supuestas intenciones.

Washington parece adelantar en la dirección correcta. En su importante discurso del 21 de septiembre, el subsecretario de Estado Robert B. Zoellick evitó la confrontación y más bien hizo un llamado a que la República Popular China “se convierta en un participante interesado y responsable del sistema internacional”.

Es un grave error utilizar la excusa de seguridad nacional para negarle a China el derecho a comprar recursos naturales en el mercado abierto, cuando no existe un riesgo real como en el caso del intento de compra de la Unocal de California por parte de la empresa petrolera china CNOCC, transacción que fue descarrilada por el Congreso. Beijing considera tal comportamiento como un nuevo intento de EEUU en ampliar su poderío a costas del desarrollo chino, lo cual fomenta sentimientos antiamericanos.

La avidez de China con respecto al petróleo y al gas natural ha incrementado tanto la demanda como los precios y esa tendencia continuará. Oportunamente, tanto la producción como el consumo responderán a los precios más altos, a medida que los productores consiguen nuevos suministros y los consumidores ahorran energía y utilizan fuentes alternas más baratas. Si el Congreso de EEUU interfiere en el mercado, sufrirá la producción futura y le será más difícil a las petroleras norteamericanas operar en países extranjeros.

En lugar de centrar la política exterior en hipotéticas intenciones, sería preferible basarse en lo que está sucediendo y en el cumplimento de las promesas que haga China. Y como bien lo ha expresado Kevin Hassett, director de estudios económicos del American Enterprise Institute, “cualquier daño económico que le hagamos a China con algún impedimento será tan dañino a nuestros propios ciudadanos como a los chinos”.

Concentrarnos en nuestros principios de libre mercado, en lugar de sacrificarlos poco a poco para favorecer a grupos de interés, es la mejor defensa de la libertad, paz y prosperidad. EEUU y China son importadores de petróleo y ambos dependen bastante de Arabia Saudita, donde no hay democracia ni se respetan los derechos humanos. China no es una nación bajo planificación central como lo fue la Unión Soviética y lo sigue siendo Corea del Norte. Es una de las economías más liberadas del mundo en desarrollo.

El intercambio comercial no evita los conflictos, pero sí los hace menos probables. Un ejemplo de ello es el creciente intercambio comercial de China con Taiwán. Con inmensas inversiones en China, los políticos y empresarios de Taiwán tienen un gran incentivo para cooperar en lugar de tener enfrentamientos. En China sucede lo mismo porque un conflicto con Taiwán acarrearía grandes pérdidas económicas.

Tiene mucho mérito la utilización del término “desarrollo pacífico”, por parte del presidente chino Hu, para describir el surgimiento de su país y la estrategia hacia EEUU y demás países. China tiene muchas menos probabilidades de causar problemas si se concentra en la creación de riqueza y en la reducción de la pobreza, en lugar de tratar de dominar al mundo, que sí fue la meta de la Unión Soviética.

Luego de 25 años de reformas y liberalización económica, los chinos son mucho más prósperos de lo que lo fueron bajo Mao. Sería trágico que su avance fuese frenado por roces y trabas interpuestos por EEUU, lo cual significa que las decisiones comerciales deben ser regidas por el mercado y no por la política.

Como lo demostró el caso Unocal, la hostilidad hacia China por parte de EEUU puede terminar mal. Si las relaciones van a mejorar, hay que descartar la mentalidad mercantilista. Lo que China necesita es menos gobierno y más mercados. Negarle el acceso a nuestro mercado mientras exigimos que nos abran el suyo es una hipocresía que sólo beneficia a nuestros enemigos.

Como bien lo expresó Alan Greenspan al Comité Financiero del Senado en junio: “En las próximas décadas nos interesa tanto a nosotros como a la economía mundial que China continúe avanzando hacia una economía más basada en el mercado, más productiva y dinámica, donde la iniciativa individual en lugar del gobierno sea la fuerza fundamental tras la actividad económica”.

(*): Vicepresidente académico de Cato Institute.

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