Opinión Internacional

Cancilleres y cancilleres

Para quienes trajinamos el área de las relaciones internacionales la designación de un Ministro de Relaciones Exteriores siempre es motivo de interés y análisis. Esta vez se agrega el estupor tal como ha quedado reflejado en acertadas declaraciones del Presidente del Colegio de Internacionalistas, Lic. Juan Francisco Contreras («El Universal» 11-8-06).

            Luego de varias décadas de observación, algunas veces participación y siempre evaluación, he llegado a la conclusión de que para ser un buen Canciller no es necesario ser diplomático de profesión aun cuando tal experiencia es una credencial nada desdeñable. Tal vez sea por esa razón que apenas dos de los titulares del MRE (German Nava Carrillo y Roy Chaderton) hayan sido profesionales de carrera.

            Por el contrario, algunos de los más relevantes Cancilleres que han jefaturado la Casa Amarilla fueron personas que provenían de mundos ajenos a la diplomacia. Arístides Calvani era profesor de Derecho del Trabajo, Simón Alberto Consalvi proviene del mundo de las letras y de la política; Isidro Morales Paul provenía de la academia; Marcos Falcon Briceño, Ignacio Iribarren Borges y otros eran personas de la confianza del Presidente que los designó sin ser especialistas en la materia internacional cuando fueron llamados a servir. Todos ellos tuvieron una cosa en común: fueron hombres capaces de participar en un ámbito de convivencia.

            Convivencia no significa, en modo alguno, someterse a los dictados de nadie ni subordinar nuestra política exterior sino que consiste en entender que para adelantar la política propia –a nivel internacional- es preciso hacerlo no a través de la retórica ni el discurso de barricada sino con la búsqueda genuina del consenso que –entre otras cosas- incluye el conocimiento y acatamiento de las reglas de protocolo profesional y social.

            Ninguno de estos atributos parecen ser los que componen la personalidad del nuevo Canciller Nicolás Maduro ni mucho menos los que fueron tenidos en cuenta por el Jefe del Estado para su designación. El presidente Chávez hizo uso de una atribución constitucional que corresponde al cargo pero al hacerlo no parece haberlo hecho con vista al interés del Estado como un todo y no de una parcialidad o proyecto político que –en la materia internacional- no arropa al colectivo venezolano en forma consensuada. Cabe recordar, aunque mas no sea como referencia, el principio del artículo 152 de la Constitución vigente que dice «Las relaciones internacionales de la República responden a los fines del Estado en función del ejercicio de la soberanía y de los intereses del pueblo…..»

            El escaso curriculum en educación formal que exhibe el flamante Canciller no significa en modo alguno que no pudiera ser poseedor de los atributos necesarios para el cargo aun cuando pueda existir la presunción de que una profesión universitaria, completada con un postgrado en alguna universidad de prestigio mundial pueden ayudar a proveer al candidato una visión mas universal y plural. El Presidente Lula da Silva es muestra palpable de que lo formal no es indispensable siendo que  proviene de la dirigencia sindical pero al mismo tiempo exhibe la sobriedad y prudencia que lo han convertido en un verdadero estadista que ha consolidado un liderazgo interno e internacional basado en el respeto y la transacción.

            La designación del Sr. Maduro, a mi juicio, es un acto arbitrario del Jefe del Estado quien creyéndose en el cenit de su gloria e influencia ha querido demostrar «urbi et orbi» que él es capaz de pegar una bofetada al «establishment» sin que ello resulte en consecuencia alguna. Craso error!

            No nos imaginamos al Sr. Maduro trocando  sus insultos, retórica de barricada, franela roja (aunque se vé que no le desagradan los fluxes de alto precio), por el ritual de una negociación  diplomática con sus pares. Menos aún vemos al Canciller que hace apenas una semana acaba de prohijar una resolución parlamentaria alineada con el terrorismo internacional, ocupando –si llega- un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU para discutir como conseguir la paz en el Medio Oriente sin que ello tenga que pasar por la destrucción del Estado de Israel.

            En todo caso, aun cuando pudiera ocurrir  en Maduro el milagro de la metamorfosis desde el guapetón de barrio que es hasta el consumado negociador internacional, se pregunta uno como irá a hacer para concretar el manejo  técnico diario  de la desbocada agenda de política exterior fijada por su jefe sin contar con un cuerpo profesional en su Ministerio que garantice tal apoyo.

            Me pregunto yo como se dará forma y seguimiento al millar de convenios suscritos en nombre de la República sin agenda alguna  cuando para ello existen muy pocos diplomáticos profesionales y muchos «espontáneos» cuya principal credencial es su lealtad (verdadera o fingida) con un proyecto político y no con una visión de Estado.

            Los días, semanas y meses que vendrán serán el termómetro mas confiable para evaluar la gestión del nuevo Canciller. No apuesto por su fracaso pero temo que pronto quedará en evidencia el error cometido con su designación. Cuando ello ocurra seguramente el señor saldrá rumbo a una de las embajadas mas apetecidas de la República Bolivariana como ha sido antes y lo sigue siendo ahora.

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