Opinión Internacional

Carlos mon amour

Hoy los terroristas son personajes excesivamente mediatizados, para desgracia de alguno de estos profesionales cuya época gloriosa transcurrió más sobre el mito del personaje escurridizo e invisible que la de los agentes kamikazes y el video en horario estelar. Entre los afligidos está Carlos Ilich Ramírez, sin embargo su desdicha no es la misma de un Noriega, de un Milosevic, ni la del difunto Timothy McVeigh; el Chacal dispone de un agente-viajante que en sus ratos libres funge de presidente de Venezuela y es así como el presidente subordinado ideológico, en medio de una improductiva gira europea, se alojó 3 noches en el oligárquico Hotel Crillon de París.

El gobernante logró pasar desapercibido, ni la televisión, ni la prensa escrita francesa, ni los paparazzis de París Match que hacen guardia permanente a las puertas del Crillon, hicieron reseña alguna de su estadía. No obstante, fue noticia en Caracas la polémica estéril que se levantó como consecuencia de los trámites que diligentemente hacía «sur place» el agente de Carlos; debate torpe y arrogantemente indiferente a lo que podría ser la posición de Francia ante una más quimérica que eventual repatriación del cincuentón Carlos Ramírez, apoderada y futura esposa incluida (cuando no se tiene la chequera de Bin Laden, hay que ahorrar honorarios). El altanero viajante considera que la vuelta a Caracas del criminal, es un trámite que se da por descontado, como si se tratara de un venezolano que agarraron en el metro de París sin ticket y por ello está injustamente recluido a cadena perpetua en la cárcel parisina de La Santé (standing similar al de la cárcel del Junquito).

En ese orden, escuché decir a un veterano y polémico periodista sobreviviente de CAP I y II, que Francia entregaría a Carlos a cambio de la compra por parte de Venezuela de unos Mirages, unos Super Puma y unas Renault Scénic; mostrando el ducho editor la misma candidez impregnada de vanidad que algunos ministros del gobierno de CAP II, cuando en «petit comité» comentaban inmodestos que CAP era tan líder mundial que le metía la mano en el bolsillo a François Mitterrand – ojo no para robarle, sino como signo de familiaridad entre ambos mandatarios.

Indudablemente ni el presidente Jacques Chirac, ni el primer ministro Lionel Jospin padecen la aparente oligofrenia de la que sufre el agente-presidente como para desechar 20 años de trabajo de los eficaces servicios secretos franceses siguiéndole los pasos a Carlos hasta arrestarlo en Sudán.

En todo caso y felizmente para la opinión pública francesa Carlos es un tema cerrado, para los familiares de las víctimas de los múltiples atentados en París que llevaron su impronta sangrienta en cierto modo se hizo justicia y las nuevas generaciones de franceses que no vivieron el horror de las oleadas terroristas de los 70 y 80, creen que el Chacal es un personaje de Bruce Willis, al tiempo que confunden al presidente Chávez con Eliades Ochoa.

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