Opinión Internacional

Carta a Estados Unidos

Introducción: La siguiente pieza fue escrita el 4 de abril del 2004, desde un remoto rincón del Amazonas por un venezolano que ha tenido en su vida una cercana devota asociación personal con los Estados Unidos de América. Fue escrita un año antes del ominoso huracán Katrina, y cuatro años antes de la actual debacle financiera norteamericana-mundial; eventos ambos que validaron las estremecedoras advertencias proféticas hechas en el Texto. Pero se trata también de un mensaje de amor y esperanza, como su contenido también lo indica. En suma, mas que cualquier otra cosa, el Mensaje puede ser visto como una adelantada llamada de atención, para los tiempos de prueba que hoy afectan a los Estados Unidos y al resto del mundo –manifestación a su vez de una mas profunda descomposición y preludio de tiempos aun mas retadores por venir;.. tiempos de prueba que requieren, en verdad, de gran visión y coraje para ser enfrentados con éxito.

Yo le hablo a los Estados Unidos

Desde las entrañas de mi tierra del Sur le hablo.

Le hablo desde donde los ríos corren claros
entre bosques puros
y cerros guardianes inmaculados.

Le hablo desde donde nació la Vida, según mis antepasados

Le habló desde el Trópico.

Le hablo desde donde aún moran aborígenes
en sagrada comunión con el medio natural.

Le hablo desde una Madre Naturaleza
hermosa y generosa
Mas también sitiada y temerosa,
pues siente el asedio de una civilización que no la comprende,
que la agrede,
y que ha sido capaz de destruir tanto
del paraíso que una vez reinó.

Le hablo desde pueblos aborígenes
que ven la felicidad no como un asunto de acumular
sino de compartir y cuidar.

Le hablo desde un oráculo
donde se siente, al lado del esplendor natural mas sublime,
el tict-tac del reloj de la destrucción suicida
avanzando hacia su hora final.

Yo le hablo a los Estados Unidos,
El país del Gran Cacique Seattle,
aquel que dijo:
“La tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra”.

Del Cacique Seattle entre cuyos diseminadores de su mensaje destacó un traductor de nombre Benjamin Franklin Shaw; por algún curioso giro de la historia, un nombre resonante con aquel prócer de la nación norteamericana que, casi cien años antes, le había aportado a su Declaración de Independencia los valores de libertad, respeto a la vida y felicidad indígenas que él tanto admiró: Benjamín Franklin.

Tipo de ocurrencia que no nos sorprende
porque El Gran Espíritu
suele recurrir a ese tipo de coincidencias
para transmitir sus mensajes o designios.

Le hablo al país del visionario Seattle,
quien en los últimos tiempos de su vida,
preocupado por lo que veía venir,
cambió su nombre indígena al nombre cristiano de Noé,
el conductor del arca bíblica con la misión de salvar a la humanidad,
para, desde la propia nueva cultura dominante,
así como desde las entrañas de la cruelmente avasallada raza indígena de su país,
advertir a todos con su verbo de trueno,
que el mundo iba a una destrucción segura
si no respetaba la memoria de los ancestros y la Madre Naturaleza.

Del profeta Seattle que vio todo lo que vendría:
la contaminación, devastación de la vida,
la opresión de los sometidos y excluidos,
el poseedor convertido en poseído,
la pérdida de la felicidad;
por la codicia insaciable y el individualismo egoísta
de quienes suplantarían el culto al Gran Espíritu –o Dios como el hombre blanco vino a llamarlo-
por los nuevos prepotentes ídolos
del dinero y la tecnología.

Le hablo al país de Abraham Lincoln,
otro gran norteamericano
con nombre y misión de profeta,
que vanamente trató de conjurar
un terrible holocausto fraticida
que vino a cobrar una cruel y adictiva explotación de mano de obra esclava
que no se había querido enfrentar en los tiempos fundacionales de la Nación.

Del profeta y mártir Lincoln
que también advirtió sobre el peligro de que
la codicia desmedida de las corporaciones y el dinero
se entronizaran como un poder corruptor
de los altos fines de la nueva nación.

Al país de ese otro profeta y mártir
que fué Martin Luther King.

Aquel que, a partir de la defensa de la sufrida raza negra norteamericana/
se erigió en paladín universal al proclamar:
“Toda amenaza a la justicia en cualquier lugar es una amenaza a la justicia en todo lugar”

Le hablo a Estados Unidos,
un país también de gente buena.

Un país que generosamente ofrendó muchas vidas y recursos materiales
para contribuir a salvar al mundo de la conquista de un ominoso y aterrador fascismo
y reconstruir un continente devastado por la guerra.

Un país que ha tenido grandes instituciones de enseñanza
de vocación libertaria y búsqueda de la verdad,
como la institución que dio a quien esto escribe
unos años de formación universitaria
humanista y universalista
que dejó invalorables simientes en su vida.

Un país de portentoso genio tecnológico,
de admirable capacidad productora
¿ Cómo no reconocerlo ?

Pero donde tal poder,
al carecer de una buena orientación,
no ha conducido a una mayor felicidad,
ni para él mismo
ni para el amplio mundo que ha venido a caer bajo la influencia del águila
norteamericana.

Simón Bolívar, otro gran profeta libertador,
luchador por un mundo mejor desde mi tierra,
luego de una inicial admiración por la creación de vuestra gran nación,
terminaría en su últimos tiempos advirtiendo el peligro
de una desbocada águila norteamericana.

“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar a Las Américas de miserias en nombre de la libertad” –sentenció su verbo visionario.

Demasiadas intervenciones y guerras en nombre de la libertad o la democracia han sido testigos de lo anterior.

Yo le hablo a los Estados Unidos porque
por el estímulo y esperanza que una vez insufló a la humanidad,
y a mi personalmente,
es un país que amo.

Y porque, para bien y para mal, ha llegado a tener un peso decisivo en el destino del mundo.

Le hablo a Estados Unidos
porque he dejado en su tierra lágrimas de emoción
al presenciar el sobrecogedor prodigio de su Gran Cañón,
la sublime belleza de su silencioso Valle de los Monumentos,
la sagrada paz de su región de las Cuatro Esquinas.

Yo le hablo a Estados Unidos
porque, por haberme nutrido de la ancestral sabiduría
de su pueblo guardián los Hopis,
y de la profética palabra de un Seattle,
un Franklin, un Lincoln o un Luther King,
es un país que venero.

Le hablo a Estados Unidos
porque siento que, alejado de su inicial sabiduría fundacional,
ha sido ahora cegado por el materialismo y la codicia
de un voraz sistema;
ha acumulado demasiadas facturas por cobrar,
demasiados “bienes” que se han tornado en “males”.

Sin querer percatarse todavía de la importancia
de una profunda y pronta rectificación nacional,
para si
y para todos los que se han amarrado al destino de su poderío.

Y le hablo porque siento que se le acaba el tiempo
para evitar mayor sufrimiento y trauma,
para si
y para todos los que se han amarrado al destino de su poderío de insensato Titanic

Le hablo para instarlo a que despierte,
para instarlo a cambiar,
sin el obnubilador veneno de la arrogancia,
con el esclarecedor antídoto de la humildad,
con visión,
con coraje.

Para reconectarse con la sabiduría del Gran Espíritu,
y convertir la energía mala en buena,
la oscuridad en luz,
el daño en amor,
la muerte en vida,
la infelicidad en felicidad.

Cual mariposa
trasmutada de voraz insaciable oruga
a gentil y esplendoroso ser alado

Le hablo a Estados Unidos
porque su tiempo de verdad ha llegado.

Y tiene que afrontarlo, pues ya no puede haber mas espera.

Como ha llegado para el país desde el cual hablo, Venezuela.

Como ha llegado para todo el mundo.

Le hablo por amor.

y por creer en la promesa de un nuevo amanecer
de todos
y para todos.

Amazonas venezolano, 4 de abril del 2004

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