Opinión Internacional

Caudillismo, Centralismo y Asistencialismo

Rodin recreó a su pensador sobre una roca y yo les relataré sobre una roca que nos llama a pensar. Era una piedra gigante que amenazaba caer en el cerro 9 de octubre en El Agustino, una barriada limeña que nació por las políticas centralistas que descuidaron el país. Invasiones de cerros y valles con esteras fueron colmando la vieja Lima de finales de los Cuarenta. De la amenaza de la roca, nadie le prestó más atención que los pobladores que convivían con la colina laderas abajo. Cartas aquí y allá no hicieron la diferencia. Mil peticiones de ayuda y el socorro de las autoridades jamás llegó. Un día mal aventurado, el peñón aburrido y fastidiado de no llamar la atención decidió dar el salto al vacío y destrozó cuanto encontró a su paso. Inmediatamente el municipio, la acomedida televisión, reporteros cámara en mano se regalaron por doquier, la defensa civil que por lo general es experta en la indefensión popular por fin se presentó, hasta uno que otro ministro de estado fue a ofrecerles una vivienda digna, una como la que nunca hubieran aspirado a tener si un equipo de ingenieros y picapedreros se hubieran desecho del pedrusco sin más ni más. Hasta una vedette de cuarta, apareció para tomarse una foto y prometer ayuda a los rotos y quebradizos sobrevivientes, todo mientras se aseguraba un cuarto de página en algún periódico popular.

Después de todo el caudillismo no es solo menester de los políticos, también lo es de los figuretos que desean llamar la atención y convertirse en los dictadores de la prensa con noticias sensacionalistas. ¿Cómo explicar esto? La sociedad que emergía del mundo colonial sobrellevó, según Halperín, un proceso de ruralización y militarización que favorecería el surgimiento del caudillismo. En realidad, la figura del caudillo ya existía con el cacicazgo y descansaba fundamentalmente en la existencia de relaciones patrón-cliente, sería el nacimiento del clientelismo político tan profusamente gozado en Las Américas. Por ello, el establecimiento de lazos de lealtades personales a cambio de seguridad y determinados favores fue lo que se aferró al inconsciente popular y ha sobrevivido hasta nuestros días. Entonces, el paso superior del caudillismo es el centralismo como figura organizativa y unificadora del mando para llevar sus políticas y esas políticas son evidentemente asistencialistas, es decir de carácter paternal. De no permitir el crecimiento y mantener en la dependencia a la mayoría de las clases sociales, aún a las más pudientes, pues se sujetan del favor político para sus empréstitos. Ese caudillismo que vemos en las pretorianas guardias del personalismo que se han convertido los partidos políticos aún los nuevos como se ha dibujado el Chavismo, aunque con diferente balada es la misma letra en la que se repite la triste figura: “Solo el APRA salvará al Perú”, porque la verdad es: “No hay quien salve al Perú del Apra”, ese gusto por mantener esas figuras eternas en la política de América Latina, sólidas y monolíticas como lo son y en dónde no hay cadáveres sobresalen; Chávez, Menem, Perón, Castro, Balaguer y Pinochet. Esto puede obedecer a la misma tradición que tenían los incas de conservar momias, pues se creía que aún muertos los gobernantes no perdían el derecho de sus propiedades.

La clase política dirigente nos ha vendido una mentira que nos la hemos engullido con apetito crédulo. “Somos países pobres” nos dicen los derechistas e izquierdistas en sincronizado canto de sirena. Los comunistas nos agregan otro fantasma “Es el explotador imperialismo norteamericano que nos mantiene postrados” Todo como para no exigir mucho y vivir resignadamente, así la mediocridad de su liderazgo es aceptada y su feudo está asegurado.

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