Chávez asegura que la justicia bolivariana podrá depurar los nuevos casos de corrupción
Hugo Chávez hizo ayer un truco de magia y convirtió las múltiples denuncias sobre corrupción en su Administración en algo favorable. «¡Qué bueno que esto ocurra!», dijo el presidente venezolano cuando la prensa le mentó el virus de la corrupción durante su comparecencia en Madrid, donde asiste a un foro sobre la reconstrucción de las zonas devastadas en diciembre por las inundaciones en Venezuela. «Vamos a ver cómo superamos esta prueba, cómo funciona el nuevo sistema de justicia de la República bolivariana», explicó el mandatario. La habilidad de Chávez para transformar los escollos en trampolines no cesó ahí.
«El proceso revolucionario que hemos comenzado en Venezuela no tiene marcha atrás», insistió Chávez, «y lo importante es que todos empujemos en la misma dirección». El presidente venezolano sigue sin mostrar dudas acerca de su proyecto revolucionario, a pesar de que en un año muchas cosas han cambiado.
Chávez visita España en su segundo viaje oficial, pero las circunstancias son muy diferentes a las del pasado mes de octubre. Entonces llegó un líder triunfal, a punto de concluir la redacción de su flamante Constitución y con un respaldo sin fisuras de sus partidarios políticos y de gran parte de la sociedad venezolana, harta de décadas de corrupción y clientelismo. Ayer llegó un Chávez cuestionado por algunos de sus compañeros de armas, por tres de sus lugartenientes en la intentona golpista de 1992, que le echan en cara la tibieza a la hora de atajar la corrupción interna en su Gobierno.
«Todas las investigaciones de corrupción que ahora ha presentado ante la fiscalía un alto funcionario policial que renunció a su cargo [al frente de la policía política, la DISIP] y que pasa por difíciles momentos personales fueron autorizadas por mí», explicaba Chávez en la Casa de América. Según el presidente, las denuncias serán investigadas «a fondo» por la fiscalía y los tribunales de la República bolivariana -«de los que hemos echado a más de 200 jueces corruptos»- y «quien tenga que ir a prisión irá, pero habrá que restituir la imagen de los inocentes».
Los casos de corrupción denunciados son 46 y fueron presentados ante la fiscalía por el coronel retirado Jesús Urdaneta, el jefe de la DISIP hasta hace dos semanas. Las acusaciones vertidas por Urdaneta y por otros dos compañeros golpistas de Chávez se han interpretado como una señal de la división que existe en la coalición gubernamental Polo Patriótico entre el sector civil y el militar, y el propio presidente llamó el sábado a «la unidad patriótica» y a limpiar los trapos sucios en casa.
Corrientes políticas
Ayer, Chávez transformó el problema en ventaja y explicó que esas diferencias denotan la buena salud de la catarsis política venezolana: «El movimiento que yo presido [el Polo] es fruto de una rebelión militar -que no fue un golpe de Estado y que está ahí para ser juzgada en profundidad- y es un fenómeno político muy heterogéneo, es fruto de una avalancha de gentes e ideas de muy diversa índole». Partiendo de ese principio y de que «los partidos tradicionales casi han desaparecido», Chávez aventura una «catarsis política, desavenencias y corrientes políticas dentro del Polo que reclaman su espacio, sus ideas». Encantado con las divergencias, el presidente sólo pone una condición: «Lo importante es que todas esas corrientes empujen hacia la transformación total».
Un paso importante para ese gran cambio serán las llamadas megaelecciones del próximo 28 de mayo, cuando el propio Chávez se presentará como candidato para un mandato de seis años y cuando se renovarán la Asamblea Nacional, los gobernadores de los Estados y las alcaldías. «Vamos a elegir a Raimundo y todo el mundo», resume Chávez dejando de lado el encorsetado discurso político.
Por tanto, la salud de la nueva República bolivariana es buena para su promotor, que insiste en la necesidad de crear un «polo de poder» latinoamericano, antesala de la unión política que él propugna; que quiere tener iniciativa en el mercado del petróleo fijando un sistema de bandas que evite excesivas fluctuaciones en el mercado; que considera al siglo XX «como el eslabón perdido» para América Latina, ya que no se ha avanzado en la mejora de la calidad de vida; y que pidió ayer a los 200 representantes de 30 Estados y de instituciones financieras que asistieron al llamado Foro de Madrid que eliminen la «tragedia histórica que afecta a toda Latinoamérica y el Caribe a causa de su deuda externa».
Y Colombia. «Abogamos por la paz en ese país y haremos todo lo necesario para ayudar a nuestros hermanos colombianos». Chávez también tuvo un recuerdo para Enrique López Franjo, el español de 67 años secuestrado en la ciudad venezolana de Barquisimeto y en poder de la guerrilla colombiana desde hace un año. «Envío mi saludo a su familia y les aseguro que seguiremos haciendo todo lo posible para liberarlo sano y salvo».
Venezuela necesita 237.000 millones para la reconstrucción
El Gobierno de Venezuela desembarcó ayer en Madrid con todos los fierros. El presidente Hugo Chávez, cinco ministros de su Gabinete, tres viceministros y otra veintena de funcionarios explicaron las consecuencias de las inundaciones que asolaron el Estado de Vargas el pasado mes de diciembre. «La lluvia de un año cayó en dos días, ¡imaginen!», retaba Chávez a las 200 personas que representaban al Gobierno español, a otros 29 Estados, a los organismos financieros internacionales y las ONG presentes. La delegación venezolana viaja hoy a Canarias para agradecer la ayuda recibida desde esa comunidad.
Cinco horas dedicaron ayer a explicar en Madrid cómo el agua se llevó por delante unas 35.000 vidas, dejó en graves dificultades a 200.000 supervivientes y afectó a 400.000 personas. Y esos, los vivos, han perdido unos 3.200 millones de dólares (medio billón de pesetas) en infraestructuras, cosechas, hogares o escuelas.
El llamado Foro de Madrid ha sido auspiciado por el Banco Interamericano de Desarrollo, cuyo presidente, Enrique Iglesias, dirigió la maratoniana sesión junto a Chávez y al secretario de Estado para la Cooperación Internacional e Iberoamérica, Fernando Villalonga. A ellos, junto al resto del aforo, les corresponderá responder a la petición de ayuda por valor de 1.405 millones de dólares (237.000 millones de pesetas) para financiar la reconstrucción.
Aprovechar el verano
Y debe ser pronto. «Hay que apurarse, el invierno vuelve en cinco meses y hay que trabajar con reflectores», espetó el presidente venezolano, quien agradeció la ayuda de emergencia recibida en diciembre. El príncipe Felipe, que inaguró el Foro -en compañía del ministro de Exteriores, Abel Matutes-, pidió a Chávez que le dijera al pueblo venezolano «que no está solo». «Contará con el apoyo y el aliento de todos aquellos que, por pertenecer a la misma comunidad, hemos sentido la tragedia como nuestra», recalcó Don Felipe.
Chávez quiso destacar, eso sí, la ayuda que llegó de países latinoamericanos en dificultades. También dijo -«y sin temor a dañar la seguridad nacional»- que «la mitad de los soldados venezolanos están en casa, porque los cuarteles están llenos de damnificados, de familias que están demostrando cómo salir de la adversidad».
Mientras sus ministros exponían las oportunidades de inversión en la zona y explicaban los proyectos, Chávez interrumpió en varias ocasiones. Quiso «garantizar la seguridad a los inversores» y demostrar que «este desastre se puede convertir en oportunidad». La teoría es la siguiente: se va a comenzar de cero en el Estado de Vargas, por lo que se podrá afrontar el futuro sin rémoras del pasado.
«Me declaro fastidioso»
Los ministros venezolanos llegaron con sus ordenadores portátiles dispuestos a diseccionar el informe elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, dependiente de la ONU) sobre el desastre de Vargas y los proyectos necesarios para la reconstrucción. Pero, además de la ayuda informática, contaban con la colaboración del presidente Hugo Chávez que les interrumpió una y otra vez para matizar, para compensar las estadísticas con el relato humano.
En la enésima interrupción -esa vez cuando intervenía su ministro de Planificación, Jorge Giordani-, Chávez reconoció su tendencia: «Perdone ministro, es que soy fastidioso… ¡me declaro fastidioso!», dijo a la audiencia. Después relató como, durante las inundaciones, cuando la tormenta arreciaba, le dijo al piloto de su helicóptero «métete como sea a la zona y pídele a Dios que lleguemos». Los diplomáticos y expertos que acudieron a la Casa de América sonreían.
Las formas de Chávez ya se han convertido en mito y él lo abona en cada intervención. Con el coronel Cliver Canelones, su edecán personal, como sombra, Chávez se refirió a su ministro de Ciencia y Tecnología, el treinteañero Carlos Eduardo Genatios, diciendo: «Este ministro todavía toma el tetero [biberón]».
Y luego llegó la rueda de prensa. Y Chávez no perdió la compostura ni siquiera ante las preguntas más incómodas. Repartió elogios a los países de origen de algunos periodistas, respondió con contundencia a las preguntas y, cuando una de las cuestiones fue dirigida al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, Chávez saltó del asiento: «¡Que bueno Enrique, vamos a compartir las preguntas!». Iglesias hizo una finta y garantizó al reportero que Chávez tenía mejor respuesta. Nuevo salto de la silla: «¡Qué hábil eres!».
Las bromas, o el lenguaje popular de Chávez, no apagaron, sin embargo, sus mensajes a la comunidad internacional sobre la deuda externa o la necesidad de «un cisma político pacífico» en Venezuela.
Al salir de la Casa de América, para acudir a la comida programada con el presidente Aznar, Chávez volvió a sorprender, pero esta vez al agente de la Guardia Civil que vigilaba junto al coche oficial. Éste saludó al presidente venezolano y Chávez le mostró su fascinación por el tricornio.
Tomado de (%=Link(«http://www.elpais.es/»,»El País Digital»)%) de España del 22 de febrero de 2000