Opinión Internacional

Chávez pierde las elecciones peruanas

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Caracas (AIPE)- Nadie hubiera pensado en 1989 que Alan García pudiese volver a la presidencia del Perú. El país estaba en ruinas, política y económicamente, pues el populismo del mandatario aprista había llevado a una inflación que superaba el 30% mensual y la brutal guerrilla de Sendero Luminoso parecía estar a punto de adueñarse del país. Pero las cosas, en política, nunca son realmente definitivas. Hoy ha regresado, mesurado y reconociendo los errores del pasado, para convertirse –otra vez- en la esperanza de millones de peruanos.

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tiene mucho que ver con este imprevisible retorno. Con la incontinencia verbal que lo caracteriza y con el propósito de expandir la confusa revolución socialista-fascista que pretende imponer a toda América, Chávez se decidió a intervenir desembozadamente en la campaña peruana para obtener un punto más en el eje que quiere consolidar en el sur del continente, y que ya incluye al boliviano Evo Morales y al dictador cubano Fidel Castro. Para eso decidió apoyar, sin rubor, a un candidato que en muchos aspectos parece una especie de encarnación suya: Ollanta Humala, también teniente coronel y también golpista fracasado, propaló un mensaje nacionalista de izquierda de suma agresividad que hizo temblar a muchos ciudadanos que no quieren vivir en el Perú la triste realidad que hoy soportan los venezolanos. El mensaje, como buen mensaje demagógico, penetró bien en los sectores que confusamente buscan un cambio, pero no alcanzó a lograr el favor de la mayoría de la población.

El nacionalismo de Humala, además, fue percibido por millones de peruanos como hipócrita y falso: ¿qué orgullo nacional se puede defender cuando se es apoyado desde el exterior y cuando se ha visto ya la forma en que venezolanos y cubanos están penetrando en la vecina Bolivia? Porque Chávez, insultando a Alan García, a quien llamó “bandido e irresponsable” y prometiendo romper relaciones diplomáticas con Perú si éste ganaba, mostró un irrespeto total por los sentimientos nacionalistas que pudieran tener los electores. Es paradójico: así como Evo Morales se lanzó de lleno a la carrera electoral cuando el embajador norteamericano llamó a no votar por él en los pasados comicios, del mismo modo Chávez provocó una reacción adversa que culminó en la derrota de Humala.

El panorama para Alan García, sin embargo, se presenta complicado y plagado de problemas. Tendrá ante todo que responder a las muchas promesas que hizo durante la campaña electoral y lograr que el crecimiento de la economía se mantenga y amplíe. No contará con mayoría en el congreso, pues allí posee apenas 36 diputados de un total de 120, en tanto los partidarios de Humala tienen 45 escaños y los partidos de centro y de derecha controlan unas 37 bancas. Pero esto no es lo peor: lo más grave es que Humala, con el continuado apoyo de la izquierda más extrema, puede intentar desestabilizar al país y hacerlo ingobernable. De ese modo fue que Evo Morales, después de perder las elecciones de 2002, logró que Bolivia cayese en sus manos. Organizó huelgas salvajes, cortes continuos de carreteras y manifestaciones violentas que terminaron con la caída del gobierno constitucional de Sánchez de Lozada y nuevas elecciones, en las que finalmente se impuso.

Pero tal vez, ahora, no resulte tan fácil para Humala desatar una escalada de violencia que le permita hacerse del poder. García es un líder experimentado, que parece haber aprendido de sus errores y que posiblemente no se muestre tan débil ante esta nueva amenaza como en los tiempos en que su gobierno quedó paralizado frente a las despiadadas guerrillas que azotaban al Perú. El pueblo peruano, por otra parte, parece haber comprendido que los gestos demagógicos y las políticas trasnochadas de intervención estatal en la economía no son la mejor vía para alcanzar el bienestar que anhela.

La ofensiva continental de Chávez ha sufrido un revés. Ha sido un fracaso parcial, sin duda, porque todavía aspira a tener decisiva influencia en Centroamérica y en México, pero con la victoria de Uribe en Colombia se ha detenido por ahora una marcha triunfalista que parecía encaminada a desestabilizar toda la región. Sin embargo, creemos que esta lucha, ahora continental, está lejos de haber terminado definitivamente.

* Doctor en ciencias sociales y profesor de la Universidad Francisco Marroquín.

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