Opinión Internacional

Chile, la dictadura de jueces de izquierda

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Santiago de Chile (AIPE)- En Chile impera una dictadura de la mayoría de jueces de izquierda, y las dictaduras no tienen por qué atenerse a los hechos ni a las leyes, ni menos aplicar éstas igualitariamente.

Poco después de terminar estas líneas, almorzaré con Andrea, un italiano muy vehemente, en casa de un amigo común. Debo prepararme, pues siempre que viene me enrostra a mí las iniquidades que advierte en Chile. Aparte de eso, también cada vez protagoniza un acto de protesta individual ante la estatua de Allende, pues no tolera que al peor presidente de nuestra historia le hayan alzado un monumento al lado de La Moneda. Por suerte, hasta ahora, los carabineros cercanos siempre han mirado hacia otro lado.

Esta vez, temo que pueda interpelarme acerca de cómo es posible que el coautor del asesinato premeditado y a sangre fría de cinco guardias de Pinochet, en 1986, esté libre por aplicación de la prescripción (que, además, debió interrumpirse a raíz de otro delito, suplantación de persona, que él confiesa en el diario) y, en cambio, la Corte Suprema desconozca la prescripción a Pinochet por las muertes de dos guardias de Allende, en 1973.

No sé si me atreva a aclararle a Andrea que, por añadidura, la comitiva del general delegado de Pinochet, a través de la cual se inculpa a éste de esas muertes, nada tuvo que ver en ellas. Tanto, que el juez de primera instancia, por eso, se había negado a desaforarlo. Pero la mayoría izquierdista de las Cortes de Apelaciones y Suprema revocó esa decisión, y lo desaforó pese a todo. Entonces le explicaré a Andrea que en Chile impera una dictadura de la mayoría de jueces de izquierda, y que las dictaduras no tienen por qué atenerse a los hechos ni a las leyes, ni menos aplicar estas últimas igualitariamente.

Estoy seguro de que Andrea me preguntará entonces cómo nadie protesta ni dice nada. Le contestaré que unos pocos, muy pocos, decimos algo, pero nadie nos toma en cuenta. La corriente dominante ha cubierto todo. Como ejemplo, le citaré el caso de un general, que días atrás llevó a un diario un «in memoriam», pagado, convocando a un acto conmemorativo en recuerdo del coronel Roger Vergara, asesinado hace 26 años por el MIR. No se lo quisieron recibir. Pese a ello, varios centenares de personas se reunieron en el lugar del atentado. La noticia tampoco apareció en ninguna parte. La memoria de los chilenos ha sido y sigue siendo «lavada». Por eso, hoy los asesinos son «víctimas» y quienes les impidieron seguir matando, «victimarios». Y si, a la vuelta del almuerzo, pasamos con Andrea por la rotonda Carol Urzúa, le diré que conmemora a un general asesinado por las «víctimas», lo mismo que, un poco más abajo, la rotonda Pérez Zujovic recuerda a un civil también asesinado por las «víctimas».

Y, a riesgo de que se enoje todavía más, le añadiré que cada año las «víctimas» y sus familias reciben en conjunto más de 200 millones de dólares en beneficios financiados por los contribuyentes chilenos, como compensación por haber sido derrotados en su intento de revolución armada. Mientras tanto, los militares que nos salvaron de ella reciben más y más condenas, con el beneplácito de todos, entre ellos, por supuesto, de los uniformados activos y, también, de quienes deben mucho de lo que hoy tienen, incluyendo, a veces, la vida, a los militares.

Temo que Andrea, a esas alturas, esté demasiado furioso, lo cual puede ser peligroso para mí, porque es muy vehemente y, como dije, siempre habla como si yo tuviera la culpa de tanta iniquidad. De modo que, para aplacarlo de antemano, le estoy llevando de regalo un ejemplar del libro de su compatriota Mario Spataro, «Pinochet, las incómodas verdades», que pone las cosas en su lugar y cuyos derechos de publicación en Chile, precisamente, Andrea ayudó a conseguir.

___* Analista político chileno.

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