Opinión Internacional

Colombia en la senda de la prosperidad

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Bogotá (AIPE)- Mientras un creciente número de países de América Latina abandonan el camino iniciado hacia economías de mercado y eligen gobernantes de izquierda, extrema o moderada, otros se aferran a políticas liberales y continúan adelantando, a veces con lentitud, en las reformas que reducen el papel del Estado y facilitan la libertad de empresa. Es probable que su desarrollo se acelere y logren cifras de crecimiento que mejoren significativamente el bienestar general. Tal es el caso de algunos países de América Central y también de Colombia. Es probable que logren lo que Chile ya obtuvo: altas tasas de crecimiento sostenido año tras año.

Colombia parece próxima a lograrlo. Ha obtenido en los tres últimos años importantes resultados, a pesar de los gastos que exige una guerra contra terroristas financiados por el narcotráfico. La elección reciente de un Congreso que apoya las políticas del presidente Álvaro Uribe y la casi segura reelección del mandatario son un buen augurio. Enfrentamos, sin embargo dificultades y amenazas: un mal vecino, Venezuela, regida por un caudillo izquierdista y otro vecino inestable en su frontera sur, Ecuador. Hasta ahora, aunque el mayor esfuerzo recae en los colombianos, Estados Unidos nos ha apoyado en la lucha contra los terroristas marxistas.

Las viejas políticas socialdemócratas y corporatistas, tan comunes en América Latina, limitaron el crecimiento económico de Colombia durante décadas, a cifras que no permitían un progreso perceptible para la mayoría de los ciudadanos. Políticas económicas más o menos ortodoxas le permitieron al país evitar los desastres inflacionarios comunes en el continente y se logró, salvo una breve recesión, un crecimiento sostenido aunque mediocre. Durante más de 40 años dicho crecimiento fue afectado y limitado por la violencia de las guerrillas marxistas. En la década de los años 90 se inició un proceso lento de privatización que acabó con los monopolios estatales más ineficientes. Faltaba, sin embargo, un componente esencial: la seguridad porque los secuestros y la extorsión envenenaban el ambiente económico.

Durante el gobierno de Uribe se ha logrado mejorar notablemente la seguridad y su costo se justifica ampliamente. Los ciudadanos sintieron esta mejoría y la confianza de consumidores e inversionistas es palpable. El crecimiento del PIB en el año 2000 fue superior al 5% y la inversión logró alcanzar un crecimiento de 20%, el más alto en 10 años. El desempleo se ha reducido desde diciembre de 2002 del 15,6% a 10,4%. Un mayor control a la evasión fiscal y el mismo crecimiento económico permitieron lograr el equilibrio fiscal. Esto hará posible que el gobierno presente al Congreso, en los próximos meses, una reforma tributaria reduciendo significativamente las tasas impositivas, especialmente para las empresas, que tienen una tasa asfixiante de 38%, además de media docena de impuestos a la nómina, un impuesto a las transacciones del 4 por mil y crecientes impuestos locales.

Una reducción de la tasa de impuesto de renta de 38% a 30% estimulará la inversión. Antes de reducir el impuesto aún más habrá que resolver otros problemas: el sistema de pensiones deficitario y un traslado de recursos obligatorio demasiado elevado a los departamentos y municipios. Con una mayoría en el Congreso, el presidente Uribe podrá lograr estos cambios indispensables.

Aunque falta la ratificación de los respectivos parlamentos y la aprobación de la Corte Constitucional, siempre un proceso riesgoso en Colombia, se terminó la negociación del tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos. Su aprobación final promete atraer inversiones y abre posibilidades de exportación a muchos productos colombianos. El gobierno también se prepara para recibir un socio estratégico en la empresa de telecomunicaciones. En una democracia los cambios económicos fundamentales se dan lentamente. Sin embargo, mientras los países vecinos insisten en el suicidio económico, o están amenazados por una grave inestabilidad política, Colombia adelanta a paso firme en la dirección correcta.

Este panorama positivo se ve amenazado, sin embargo, por la animadversión de Hugo Chávez hacia la democracia colombiana y su mal disimulado apoyo a la subversión marxista. La lucha contra los terroristas continúa, seguirá costando mucho dinero y sangre, pero la guerrilla marxista ya no es una amenaza real para el Estado. Las fuerzas guerrilleras han sido relegadas a regiones de poca importancia económica. Para enfrentarlas, Colombia ha contado con importante ayuda de Estados Unidos. Salvo el Reino Unido, los países de Europa, también consumidores de drogas ilícitas, se han limitado a criticar todo lo que se hace. Si Estados Unidos persiste en su apoyo a Colombia, especialmente necesario por la acción perturbadora de Chávez, podrá mostrar un éxito claro en su política exterior.

___* Director del Centro de Análisis Sociopolíticos, Bogotá.

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