Opinión Internacional

Colombia: ¿Y ahora el Nafta?

La propuesta del Presidente de buscar el ingreso de Colombia al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta), lanzada el viernes en la clausura del Foro sobre Competitividad, y su aclamación unánime por nuestros empresarios, deja mal parados al uno y a los otros.

Al Presidente: ¿No tuvo acaso suficiente significado para él la realización del foro como para tener que acudir, además, a una quimera sensacionalista? ¿No sobreestima el Jefe de Estado la “generosidad” norteamericana en la época post-Samper? ¿Qué prioridades estamos tratando de desviar aquí?

A los empresarios: ¿Por qué en actitud infantil enaltecen al unísono a su “acudiente”, en lugar de ser ellos quienes, por convicción propia, lo propongan y defiendan? ¿Olvidan que a las puertas de suscribirse el G-3, un acuerdo diez veces menos comprometedor, se replegaron hacia el proteccionismo, sublevándose contra el Ministro de Comercio Exterior de la época?

Lo anterior no debe malinterpretarse como una aversión a la apertura comercial, o la preferencia por teorías ya superadas de dependencia y proteccionismo a ultranza. Tratar de fijar reglas medianamente igualitarias de comercio con los Estados Unidos –o la Unión Europea, o el Pacífico– y de propiciar mayores flujos de capital hacia Colombia, es deseable y necesario, pero existen consideraciones más poderosas que aconsejan más bien aplazar el tema y meditarlo mejor.

En primer lugar, la racionalidad económica no es tan evidente. Bajo la situación actual, el programa de preferencias andinas (Atpa) nos garantiza acceso arancelario cero para la mayoría de nuestros productos, excepción hecha de los textiles, las confecciones y el calzado, pero la obtención de ventajas en estos tres sectores, bajo el escenario de un acuerdo libre con Estados Unidos, tomaría mucho tiempo para fructificar (cinco, diez, quince años, como sucedió con Méjico). Esto sugiere que, si con el Atpa podemos mantener un ingreso libre de aranceles sin necesidad de concederle a Estados Unidos ventajas a cambio, ¿por qué no buscar una prórroga de esa iniciativa antes que embarcarnos en un acuerdo bilateral que suponga sacrificios de nuestra parte?

Y si se le mira como un incentivo a la inversión, pues resulta que Colombia no es Méjico (por razones geográficas y por tamaño, entre otras muchas) de manera que el flujo de capitales del Norte hacia nosotros es mucho menos factible, máxime en un escenario de inestabilidad como el que nos aflige.

En segundo lugar, el contexto político es desde todo punto de vista hostil. Uno, porque Colombia se percibe allá como el “anticristo” de los derechos humanos y el paraíso de la droga (drug haven), combinación mortífera que espanta a la opinión pública y al electorado por razones morales pero, sobre todo, por el desprestigio que representaría para el imperio premiar una cultura delictiva con beneficios comerciales.

Siguiendo en lo político, Méjico sufrió una verdadera pesadilla con la oposición de los demócratas al Nafta, quienes temían que el beneficiar a aquél conllevaría una fuga de capitales domésticos y la agudización del desempleo en sectores intensivos en mano de obra. Con Chile fue igual, aunque los chilenos –inteligentemente– se aprestaron a decir que habían sido ellos (!) quienes se negaron a negociar un acuerdo con los Estados Unidos. Los países centroamericanos han enfrentado similares resistencias al pretender la extensión de los beneficios del Nafta. ¿Por qué va a ser Colombia la excepción?

Y en tercer lugar, apelando a la dignidad nacional, ¿por qué relegar nuestros objetivos inmediatos de paz y justicia social (verdaderas prioridades), que estarían mejor servidos con el avance acelerado del proceso de paz y la ejecución seria y eficiente de los mecanismos planteados en el Foro de Competitividad? ¿Para qué explorar con la insurgencia un modelo económico en los sistemas socialdemócratas de Suecia y Noruega, si en breve vamos a torcer nuestro interés hacia otras coordenadas aparentemente más atractivas? (no por ello malas, pero en su momento).

Trabajemos más en las iniciativas que, con juicio detenido, nos hemos trazado como prioritarias, pues todavía conservamos nuestra soberanía de nación, y el mundo tiene que reconocernos el derecho a regir nuestro futuro. El Nafta, insistimos, viene por añadidura.

Tomado de (%=Link(«http://www.elespectador.com/»,»El Espectador»)%) de Colombia

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