Opinión Internacional

Colombia y el Estado Democrático

Colombia ha demostrado que no sólo Uribe hace del país un Estado democrático.

Sus generales, su policía y sus instituciones, inequívoca y consecuentemente, están demostrando respeto y apego a las normas que generan paz desde esa sana plataforma que suele brindar un verdadero proceso democrático.

A diferencia de Venezuela, donde la palabra del caudillo es ley para todas las instituciones del estado, en Colombia, Uribe se enfrenta, constantemente y a pesar de su abrumadora y verdadera popularidad, a los naturales controles del Estado Democrático.

Uribe ya cumplió con creces y posiblemente es ésta una gran oportunidad para dejarle las riendas a aquellos que sean elegidos después de su mandato. No creo, en ningún momento, que la democracia colombiana, con la madurez que nos ha mostrado en estos tiempos difíciles, sufra merma a causa del natural abandono del poder de alguno de sus eficaces ciudadanos.

Todo lo contrario, la democracia amerita la garantía de cambios secuenciales y sucesivos, sobre todo a causa de las carcomas que produce la no ininterrumpida sustentación del poder. De hecho, casi todas las constituciones del mundo democrático preestablecen los lapsos de tiempo a usufructuar el poder. Y a pesar de las posibilidades de modificar las constituciones para alargar los mandatos (algo que indica una actitud que se aparta del más puro y esencial espíritu democrático), lo más sensato es abstenerse de cualquier tentación o debilidad que propicie algún tipo de perpetuación.

No dudo que Uribe haya fungido de catalizador para crear la actual cooperación de todas las instituciones democráticas colombianas. Ni tampoco que ese rol sea difícil de sustituir.

Colombia, en este “circunstancial” proceso histórico, tendrá la opción de volvernos a asombrar con su madurez política siempre y cuando esté dispuesta a aplicar, al caletre, una de las esencialidades que alimenta el hecho democrático: “alternabilidad garantizada”.

En su defecto, si la democracia colombiana simplemente prefiere sucumbir a la circunstancial comodidad de lo “ya probado” y dejar de avanzar en esta necesaria y capital condición de “alternatividad”, habremos retrocedido y menoscabado uno de los pilares fundamentales de la democracia.

Por los momentos, me sorprende y alegra “la circunstancia” de haber experimentado una coordinación democrática de altura.

Espero que no sea pasajera.

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