Opinión Internacional

Conspirar en familia

“Autodestrucción podría ser la respuesta”
Tyler Durden, Fight Club, 1999

Los malvados del siglo pasado (ETA y ELN, entre otros) pretenden manifestarse en el 2000 contra los mismos hombres pasivos del siglo XX: hombres-estuche, los denominó Walter Benjamin. Cómodos, reactivos, quejumbrosos y muy cobardes son algunos de los atributos esenciales de los humanos postmodernos. Con personalidades tan blandas, no se necesitaba llegar hasta el lobo para producirle pavor a Caperucita, pues el croar de una rana nómada le ponía los pelos de punta. Así, no se requería ser extremadamente fuerte u horrible para tomar el control de almas tan asustadizas y sugestionables. Y no hablamos sólo de guerrilleros, terroristas urbanos o militares, aquí entran jueces, gerentes de bancos, sacerdotes, profesores, supervisores, presidentes y hasta rameras, ya que la sensación de peligro producida por un tercero a cargo, momentáneamente, de nuestras vidas, nos llevó a permitir inusitadas concesiones de nuestro espacio personal.

Después de Teresa…

La Desobediencia Civil practicada por Ghandi (y propuesta por Thoreau) y la charity-delivery de la Madre Teresa, son actitudes de museo, puesto que en estos días la violencia virtual habita en nosotros. Mientras los padres alquilan “Seven” y “Tesis” en el vídeo club, el querubín de la casa se entrena en su iMac atropellando viejitos en “Carmageddon”, sin olvidar a la intensa hermana mayor, coleccionista de cuanto disco editen Marilyn Mason y Trent Reznor. Por supuesto, en la realidad todos se desmayarían ante la cercanía de una gota de sangre, pero en sus confortables habitaciones son más malos que el mismísimo Satán. Así, el antiguo refrán de “tirar la piedra y esconder la mano” recupera su vigencia y, quizá, nos sirva de lazarillo para ingresar a las tinieblas que, a continuación, exploraremos.

Cero-Contacto

La destrucción directa de los inadaptados induce su multiplicación: el efecto Gremlins. Mientras que la indiferencia radical intuida por EZ y sugerida por el dúo N & F con su movimiento nihilista cero-contacto, sólo les restaría atención en las clases medias; pero los terroristas, seguirían siendo acogidos y apoyados por los pobres del sistema. Canibalizarlos, como propone JQ, es una estrategia más perversa, es decir, absorción compulsiva del fenómeno por los medios de comunicación, del tipo: “Adidas C4, ¡explosión de color”; “4,5,6 con la guerrilla también” en la voz de Ricky Martin y un episodio de los Xfiles donde Dana Scully se bese apasionadamente con el Comandante Marcos. En unos meses, el terrorismo sería otro fenómeno cualquiera, sin anclajes posibles en el discurso de lo revolucionario. No obstante, la fuente del mal se mantiene intacta: la pobre comercialización de los paquetes macroeconómicos de los gobiernos. Mientras haya gente que se sienta excluida, atropellada y burlada, los guerrilleros se reproducirán indefinidamente. Es necesario simular el bienestar general. Debe invertirse en el marketing de la ilusión de prosperidad, bajo cuyo manto quedarían sedadas las venganzas de las mayorías. Un profeta que diseñe tal campaña de seducción colectiva, superaría en fama y fortuna a los creadores de Kellogs, Microsoft y Nokia, por nombrar algunas marcas exitosas.

Primera Regla: “No hablarás sobre el Club de la Pelea”

“The teacher was feared /
your parents too / then you became /
the fear of you”
Bauhaus, In fear of fear, 1981

Apagones, cacerolazos, vigilias, huelgas de hambre y demás variaciones, son ineficaces formas de protesta. No generan cambios de conducta en ninguno de los bandos. Es más, quién dijo que protestar aún tenga vigencia, revisen la fecha de vencimiento de la palabra y encontrarán el siguiente mensaje: “utilizarse antes del 31-12-1979”. La única forma de llamar la atención en los hombres-estuche de los 90´s-2000 es golpeándolos donde más les duele: el santuario del consumo. Esa es la táctica de Tyler Durden, protagonista del film “El club de la pelea” (David Fincher, 1999), quien recluta fácilmente a sus seguidores, al mostrarles que ellos no son su trabajo, ni los saldos de sus cuentas bancarias o los pantalones kaki comprados en tiendas Levis o CK. Tyler, escindido en su propio ser, propone un ascetismo acelerado, pues “sólo después que lo has perdido todo, te encuentras libre para hacer cualquier cosa”. Sin embargo, el reformateo absoluto propuesto por Mr. Durden es demasiado retro, al exigirnos sacrificar el Ser que edificamos a través de VISA y MASTERCARD.

Eclosión
“(Del fr. éclosion) f. Acción de abrirse un capullo de flor, una crisálida o un huevo…Fig. Hablando de movimientos culturales o de otros fenómenos históricos, psicológicos, etc., brote, manifestación, aparición súbita”.

Las explosiones cuestan dinero y son muy ruidosas. Los ciudadanos, estoy casi seguro, accederán a cooperar en un movimiento de transmutación (convertir terroristas en seminaristas) siempre que éste no violente el confort de las 9:00 PM: telenovelas locales y seriales de SONY y FOX. Ante la intimidación de los inadaptados, podríamos tantear micro atentados focalizados, cuyo efecto los alcanzaría. Un eclosionar de infracciones cotidianas debilitará las hollywoodenses apariciones de los terroristas de oficio. Las compañías eléctricas y telefónicas venezolanas ya iniciaron su activa participación, ya que arbitrariamente le suspenden el servicio a los usuarios, con lo cual contienen las malévolas acciones de los saboteadores. A estas generosas empresas, deben sumarse panaderos (utilizando ingredientes vencidos con efectos laxantes en el producto final), compañías aéreas (en parte ya actúan, al cancelar vuelos aleatoriamente), empleados aduaneros (optimizando sus habituales robos, para centrarlos en la materia prima para fabricar explosivos), personal hospitalario (dejando agujas y vendas en los cuerpos heridos que atienden) y todas aquellas familias vigilantes de su entorno. A través de esta cooperación (eclosión) difusa y masiva, Venezuela se ha mantenido al margen de la plaga guerrillera y terrorista; además, en palabras de Thomas Bernhard: “no hay razón para ocultar las lacras cuando se vive con ellas”.

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