Opinión Internacional

¿Cuándo pierde una frontera su virginidad?

Una porción del ejército colombiano primero bombardeó desde su propio territorio un campamento de las FARC ubicado a mil ochocientos metros de la línea fronteriza, en territorio ecuatoriano, luego ingresaron por tierra para tomar fotos y videos, llevarse dos cadáveres y tres computadoras portátiles con valiosa información sobre las andanzas de estos terroristas y sus cómplices. Esto ocurrió cerca de la una de la madrugada del sábado 1º de marzo del 2008. El Presidente de Ecuador, Rafael Correa, reaccionó con mesura cuando el presidente Alvaro Uribe de Colombia le informa lo sucedido, pero luego arma un escándalo por la «violación de la soberanía del territorio ecuatoriano». El domingo, a miles de kilómetros del lugar de los hechos, al otro extremo de Colombia, el presidente de Venezuela desde su programa de televisión semanal ordena el envío de diez batallones, tanques y aviones a la frontera con Colombia, retira el personal de nuestra embajada en Bogotá, exige la salida de los representantes diplomáticos de Colombia en Caracas, pide un minuto de silencio por Raúl Reyes, segundo jefe de las FARC, muerto en el operativo militar, y reanuda sus insultos a Uribe, a quien muchas veces ha llamado «traidor, cobarde, jefe de mafia, lacayo del imperio, asesino y terrorista». Un tercer payaso se suma al patético sainete, Ortega anuncia que Nicaragua rompe relaciones con Colombia. El continente y el mundo entero observan entre asombrados y divertidos el extraño montaje.

El viernes siete de marzo, con todo este volcán de acontecimientos haciendo erupción en la región, luego de una breve reunión de emergencia de la OEA, se reúne la Cumbre de Río en la República Dominicana, y sus deliberaciones se transmiten en vivo y directo a todo el orbe. El presidente Correa casi convulsionaba por el ingreso de militares colombianos a esa franja fronteriza del territorio ecuatoriano, y sobreponiéndose a su ira logra informarnos que mantiene once mil de sus soldados custodiando permanentemente esa frontera, lo que le cuesta millones de dólares a su país para poder mantener inalterada la virgen soberanía territorial. El nicaragüense, con su inconfundible estilo de borracho callejero, se encarga de agredir a Uribe, en su papel de patán-banderillero al servicio de aquel a quien todos suponían entrando al ruedo decidido a realizar una feroz faena de toreo y remate.

Luego del incidente fronterizo y antes de la reunión en Santo Domingo conocimos detalles que dan un importante giro a lo sucedido. Por la propia prensa ecuatoriana sabemos la información en torno al inocente campamento «provisional, donde sólo iban a pernoctar los faracos a quienes, en pijamas, sorprendió el operativo del ejército colombiano». Se trata de un campamento consolidado donde tenían cría de cochinos, gallinas y patos, bien apertrechado con armas y municiones, a muy corta distancia de un laboratorio para procesar hoja de coca y producir cocaína, una de las drogas más fuertes, altamente cotizada en el mercado mundial. Los discos duros de las tres Laptop de las FARC presuntamente contienen evidencia gráfica y documental de las andanzas de estos irregulares y sus vínculos con entidades gubernamentales e individuos, dentro y fuera de Colombia. Uribe constituyó un grupo de abogados para substanciar una denuncia ante un Tribunal Internacional, basada en las informaciones de las computadoras halladas.

De manera que los presidentes y cancilleres de Latinoamérica, en la Cumbre de Río, junto a cientos de millones de televidentes y lectores de prensa escrita en este mundo globalizado, por razonamiento elemental, sabían que quienes ingresaron primero al territorio ecuatoriano no fueron los soldados colombianos. Se hizo demasiado obvio que los alzados en armas habían entrado primero, no una sino muchas veces y por el tiempo suficiente como para permitirles establecer una granja, un depósito de municiones y una planta procesadora de cocaína en ese específico espacio de la faja fronteriza. Es muy probable que existan otros campamentos similares a lo largo de esa frontera ecuatoriana y en las fronteras con otros países vecinos, lo que posiblemente explique la irresponsable orden de enviar tropas, tanques y aviones a la frontera venezolana desde un reálity show dominical. Hubo que estirar mucho el protocolo diplomático para solidarizarse con el inmaduro y malcriado Correa, a quien le indigna un ingreso del ejército colombiano a su territorio, pero no reacciona ante la presencia constante de las FARC en esa misma frontera. De paso, hizo quedar muy mal a su propio ejército ecuatoriano, que en número de once mil según la afirmación presidencial, vigilan permanentemente la frontera y no fueron capaces de ver aquella peculiar granja avícola y porcina, donde además almacenaban armas y municiones y procesaban cocaína, sin ser una instalación subterránea. Por ello, los saludos a la bandera rechazando sin condenar la acción colombiana.

Por su parte, el que había convencido a Correa y Ortega de montar esa comedia, en lugar de rugir como un león en aquella sala dominicana, se convirtió en histriónico ratoncito y se dedicó a echar cuentos medio incoherentes ( lo que acostumbra hacer acá en Venezuela, en soporíferas cadenas de radio y televisión, pero con nuevos personajes en el libreto; en lugar de viejitas, ex presidentes ausentes sin posibilidad de desmentirlo «en caliente», por distantes como Samper o por fallecidos como Banzer), desafinó una melodía cardinal del patrimonio musical dominicano, y luego de aquel superficial circunloquio, de hacer maromas de lenguaje por casi una hora bodriosa e insoportable, aterrizó donde realmente quería; Vamos a rebobinar la cuestión, regresamos al sábado por la mañana, nosotros echamos para atrás las rupturas y maniobras, y tú, Uribe, te olvidas de poner esa denuncia en el Tribunal Internacional, y ¡ colorín colorado, este episodio ya está superado !!.

Por lo pronto, la información de las computadoras que, según Correa y Chávez no existen, ha servido para detener en Tailandia al traficante ruso que les vendía armas a las FARC, para encontrar en Costa Rica cuatrocientos ochenta mil dólares destinados a financiar actividades de las FARC, y para seguirle la pista a más de treinta kilos de Uranio que las FARC adquirieron para revender en el mercado terrorista internacional. El resto de la información contenida en aquellos discos duros seguramente ha de servir para poner al descubierto muchas complicidades de personas y gobiernos con esta pandilla de forajidos, que desde hace años se dedica a cometer crímenes tras la fachada de redentores sociales.

Las FARC actuales son la tercera generación descendiente de la crisis surgida en Colombia a raíz del asesinato de Gaitán en 1948. Una primera camada tomó la vía de las armas para expresar su reclamo por la eliminación del líder que representaba la posibilidad de llegar al gobierno por la vía democrática y producir cambios substanciales en pro de la justicia social. La dictadura militar de Rojas Pinilla justificaba la rebeldía armada. Derrocada la dictadura (en paralelo histórico con la caída de la dictadura militar perezjimenista en Venezuela), cuando allá y acá se producen graduales cambios a través del trámite democrático, un grupo alzado en armas persiste en utilizar la violencia para llegar al poder, lo cual ya es un tanto anacrónico si consideramos que la mayoría participa del juego democrático, incluyendo a los del movimiento M19 que abandona la vía armada, y se incorpora de lleno a la imperfecta pero perfectible dinámica democrática. Como en Venezuela; en los sesenta y como reflejo de la influencia del movimiento guerrillero cubano que desplazó a la dictadura batistera, surge una guerrilla rural y urbana, con mínimo respaldo popular, que fue derrotada y se acogió a la política de pacificación, para luchar por sus ideales mediante la vía civilizada y democrática. Pero en Colombia, sin dictadura que justifique la oposición armada, las FARC y el ELN dejan de ser ejércitos guerrilleros para convertirse en bandas armadas que apoyan el narcotráfico, practican la extorsión, los secuestros, la recluta forzada de menores, y el terrorismo (con balas y bombas) que ha herido y asesinado a miles de personas, lo que los convierte en simples y temibles criminales. Afortunadamente, la absoluta mayoría de los colombianos apoya el sistema democrático, y el 84% respalda al presidente Uribe en su lucha sin descanso ni demagogia contra el terrorismo. Otros son los que van a tener que dar explicaciones sobre sus andanzas y maniobras en favor de los criminales disfrazados de antiimperialistas. Disco duro dixit.

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