Opinión Internacional

Desavenencias palaciegas

Notas de prensa dan cuenta de desacuerdos surgidos entre el presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera. Declaraciones del abogado del alemán detenido, Dirk Schmidt, señalan que lo sucedido con su defendido es resultado de una pugna entre ‘evistas’ y ‘lineristas’. El diputado opositor Rafael López va más allá al afirmar que García Linera busca ‘tumbar’ a Evo Morales; la idea pareció descabellada.

La nueva versión sobre pugnas internas no es nueva. Hace tres semanas, el presidente Morales, en Chapare, sonrió cuando alguien se las comentó, luego de haber sufrido una ‘rara’ enfermedad estomacal. Días atrás, el primer mandatario se encargó de desmentir estas versiones, descartando cualquier diferencia de opinión respecto a la conducción del Gobierno. Morales aseguró que entre ambos correligionarios hay excelentes “coincidencias, complementaciones y aprendizajes” y repitió un discurso pronunciado a principios de su primer periodo gubernamental: “Estamos más unidos que nunca, un toro negro se ha unido con un toro blanco para manejar el Estado”, atribuyendo dichas especulaciones a la derecha.

En Bolivia, las controversias entre el presidente y el vicepresidente no revisten novedad alguna. La tradición evidencia que los ‘vices’ frecuentemente han estado tratando de derribar a los presidentes. Lo intentó Jorge ‘Tuto’ Quiroga en la gestión del presidente Banzer, la intentona contó con el decidido apoyo de la embajadora Donna Hrinak, despropósito que abortó gracias a la oportuna denuncia del ministro de Gobierno. La embajadora había convencido a algunos dirigentes de los partidos de la entonces coalición gubernamental de apoyar dicha correría. Hoy ‘Tuto’ Quiroga y Donna Hrinak pertenecen al Boards of Directors, del Inter American Dialogue, un ‘think tank’ enfocado especialmente a América Latina, con el propósito de influir sobre las decisiones que toman diferentes gobiernos, multinacionales y entidades privadas y públicas que tienen intereses en las Américas. Donna Hrinak también pertenece a la firma Steel Hector & Davis, un bufete de ex embajadores que ha estado promoviendo, sin éxito, el retorno de Jorge Quiroga a la Presidencia de Bolivia.

De la tentación tampoco estuvo ausente el vicepresidente Carlos Mesa, que diez meses antes de ‘octubre negro’ tocó las puertas de la embajada de EEUU. Pretendía que la legación diplomática presione a Sánchez de Lozada para que dejase la Presidencia, así él lo sustituiría legalmente. El asesor político de la embajada de EEUU consultó la opinión de los principales representantes de los partidos, argumentando la pérdida de autoridad de Sánchez de Lozada frente al asedio cocalero. El funcionario de la embajada tuvo como respuesta que ‘el remedio era peor que la enfermedad’.

Lo cierto es que toda candidatura tiene su acompañante o álter ego, y su selección amerita tal cuidado que deberá estar guiada por la astucia previsora más que por el simple juicio de decidir por un tecnócrata colaborador o un eficiente sustituto. Sin lugar a dudas que la probada lealtad y la capacidad son importantes, pero si por mala suerte como acompañante se elige a un ladino y ese estado patológico viene acompañado de una personalidad autocrática, tenga por seguro el elegido que el mandato conseguido le será efímero. El ladino asume por lo general una actitud de supuesta consecuencia y sumisión. Lo hemos advertido un sinnúmero de veces en la historia de la política boliviana. La experiencia enseña que, por lo menos en nuestro país, la lealtad no es moneda de curso legal.

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